jueves, 3 de enero de 2008

El sueño de una noche de verano

EL SUEÑO DE UNA NOCHE DE VERANO
Townsed y Shakespeare
Por Alejandro Cabranes Rubio

No se puede negar coherencia interna a directora teatral Tamzin Townsed. En El método Gronhölm obtiene el perfil de un sujeto que por sus prejuicios y egoísmo ha apartado de su vida a su familia. En Gorda un hombre se queda solo y no asume su afecto por el rechazo que provoca su pareja entre sus compañeros de trabajo. En Donde pongo la cabeza la falta de amor de la infancia provoca un comportamiento injustificable y brutal de un hombre (interpretado por un memorable Jorge Bosch) hasta el punto de que en sus relaciones de adulto adopta una actitud posesiva y maltratadota que ahoga en la soledad a su mujer… Hay en las tres piezas un estudio sobre la imposibilidad de amar y tener lazos afectivos sólidos. Pero no sólo ello. El método Gronhölm da la vuelta a su propia estructura dramática para desmentir buena parte de las acciones que han acontecido durante su desarrollo, para curiosamente destapar mucha verdad. En Gorda, el protagonista se empeña en ocultar su relación. Y finalmente en Donde pongo la cabeza un sueño preludia el fin de la obra, introduciendo en ella algo de fantasía: el teatro es una mentira que todo lo puede transformar.

En esas circunstancias su adaptación de El sueño de una noche de verano profundiza notablemente ambos acervos temáticos. La obra se presta a ello: el mundo de las hadas y los duendes –gobernado por Oberón y Titania- posibilita la liberación de los sentimientos reprimidos; allana el camino hacia la aceptación de realidades que los personajes se niegan a aceptar. Así lo entendieron Ingmar Bergman y Woody Allen en dos estupendas películas que homenajean el espíritu de la obra: Sonrisas de una noche de verano (1956) y La comedia sexual de una noche de verano (1983). La fantasía queda contrapuesta por la opresora realidad. Ahora bien, la adaptación de Towsend potencia menos una atmósfera de ensueño, y apuesta más por el lado más risueño de la función para acercarla a la cultura mediterránea. Y aquí hallamos una clave para entender la versión: la función es la representación de un autor anglosajón, dirigida por una compatriota afincada en otra cultura, la visión de alguien que comparte rasgos de dos mentalidades contrapuestas.

Esas dobles dualidades quedan definidas al inicio en los primeros minutos: el escenario está bañado en un verde intenso que ilumina a todos los personajes que se mueven de un lado al otro de la tabla. Esos desplazamientos contrastan con la quietud de lo que viene a continuación: Egeo (Chiqui Maya) se queja ante su señor Teseo (Asier Etxeandia) de la desobediencia de su hija Hernia (muy simpática Claudia Giráldez), quien ama a Lisandro (Alfonso Begara) y no a su prometido Demetrio (Javier Godino). Los actores se disponen de forma triangular: los lazos amorosos los unen en una composición geométrica de la que forman parte. Teseo complace a Egeo y en la siguiente escena Lisandro y Hernia permanecen arrodillados (una expresión correcta de su humillación) y deciden huir al bosque (al mundo de las hadas): Helena (Nur Al Levi) los escucha y piensa delatarlos ante Demetrio, quien no la corresponde amorosamente. En ese momento el telón cae y ya se abre un espacio alternativo; entran en un mundo donde todo es posible… En el los violines y la guitarra se convierten en expresiones del amor a veces también contrapuestas: y de esa manera se produce una dualidad más.

El mundo de las hadas queda escenificado en la proa de un barco, en la que Oberón permanece de pie con firmeza…como si fuese el capitán de un navío que viaja a lugares que no existen en los mapas… Frente a la quietud escénica del prólogo, regresa el movimiento a la puesta en escena ya que los sentimientos se desatan… Así ocurre a Oberón quien se enfrenta a su amada Titania (Alba Flores) y la intenta dominar, sin conseguirlo al principio: se tumba incluso encima de ella como si fuese a penetrarla; pero Titania da la vuelta a la situación y es ella quien acaba sentándose sobre su pecho: la inversión de la realidad se representa a través de la inversión del movimiento escénico… Se impone lo sobrenatural, lo mágico: Oberón tira de hilos invisibles que inicialmente hacen retroceder a Titania en su postura corporal y vital. Su enfrentamiento vital se traduce en su propia disposición en el espacio escénico: discuten frente a frente y tras ellos se esconden sus subordinados, el duende Robin (Eduardo Mayo: un feliz descubrimiento), y las hadas…

La falta de estabilidad de los actores en los personajes, incapaces de permanecer quietos, alcanza tanto a mortales como a los seres que habitan el bosque… Demetrio sale del escenario huyendo de Helena, como si quisiera evaporarse… Mientras en segundo término Oberón observa y ordena a Robin que lo hechice para que se enamore de la desgraciada; con la mala fortuna de que el duende confunde a Demetrio con Lisandro, quedando ambos prendados de Helena…. Y es entonces cuando el movimiento, el desenfreno, adquiere tal fuerza que la música irrumpe en la obra con fuerza. Es de agradecer en ese sentido que los números musicales estén muy bien integrados en el conjunto y que obedezcan sobre todo a la necesidad de los personajes de bailar y cantar. Hay tres ejemplos particularmente notables: Oberón se desahoga cantando mientras un intenso rojo lo ilumina recrudeciendo su ira; Lisandro y Demetrio cantan un tango (muy bien interpretado por Javier Godino y Alfonso Begara), la expresión de la inesperada pasión que sienten por Helena; una rumba puntúa las acciones de Robin cuando intenta deshacer el entuerto que el ha creado y todos los personajes se persiguen cegados simbólicamente por la niebla…

Hay en esta versión de El sueño de una noche de verano agilidad, ideas brillantes de puesta en escena (cf. notable la forma de insinuar cómo Demetrio y Lisandro han quedado en medio de una pelea entre Helena y Hernia) y sobre todo dos hallazgos que dicen mucho a favor de la inteligencia de la representación. El primero de ellos reside en el hecho de que Asier Etxeandia interprete (con la garra habitual en él) tanto a Teseo como Oberón; los dos hombres que rigen dos mundos distintos; donde uno representa la grisura y la ausencia de imaginación; el otro llena de vida a la existencia…El segundo es aprovechar la presencia de los cómicos que también presenciaron los acontecimientos de esa noche mágica para reírse un poco de la propia obra y la exaltación de los sentimientos. Quizás el conjunto sea a veces precipitado (aunque a ello contribuya la ligereza del texto), y que el elenco femenino (en el que hay rostros que han sabido dar la talla tras las cámaras) esté en líneas generales por debajo del masculino; también que la falte un toque más sonámbulo a la representación, y que en consecuencia pierda magia. A pesar de ello es un espectáculo profesional, interesante de ver a pesar de alguna irregularidad y de ciertos desequilibrios. Porque hablar de la distorsión de la realidad y el amor no correspondido nunca se puede considerar una flaqueza. ¿Podrá el teatro Albéniz, en el que se representa la obra, recuperar también su magia tras los tristes sucesos relacionados con él?

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