miércoles, 23 de enero de 2008

Agente 007 contra el Doctor No

AGENTE 007 CONTRA EL DOCTOR NO
Su nombre es Bond, James Bond
Por Alejandro Cabranes Rubio
Agente 007 contra el Doctor No (Dr. No, Terence Young, 1962) es de todos los títulos basados en el personaje ideado por Ian Flemming el más conocido entre los cinéfilos y ello en virtud de un hecho: se trata del primer filme de la franquicia. Eso no significa que se trate del más logrado de ellos (Al servicio de su majestad es mejor), pero sí es el que menos se pliega a una fórmula narrativa, puesto que esta todavía no había sido probada. Ello revierte en un tipo de relato menos mecánico. Eso no exime a Agente 007: contra el Doctor No de algunos lastres: el filme ya adelanta varios de los defectos endémicos de las producciones de Harry Saltzman y Albert R. Broccoli. Entre estos, destacar por supuesto el predominio de personajes abocetados y definidos de manera unidireccional (no estamos hablando de seres humanos), cierto esteticismo audiovisual (cf. en este caso una serie de fundidos en negro con los que concluyen determinadas escenas como en la que el protagonista besa a una chica; y a las que suele proceder una imagen estereotipada como, por ejemplo, la de un camarero agitando un cóctel); movimientos de cámara demasiado “prefabricados” (cf. la presentación de 007 en un casino donde enciende un cigarrillo, acción que Terence Young remarca sobremanera), una ausencia de turbiedad moral en el fondo de la trama, y también la inclusión de planos innecesarios, y que en este caso están destinados para que admiremos los bustos de la protagonista (Honey: Ursula Andress) y el torso de James Bond (Sean Connery) mientras se duchan para limpiarse de radiación (la escena se demora más de la cuenta por eso).

Quedando muy claro que al abordar estas líneas sobre el Dr. No no se hace con el ánimo de reivindicar una obra maestra, vaya por delante que la película posee bastante interés y no sólo sociológico, sino meramente cinematográfico. No me refiero a su descripción sobre el agente del MI6 con licencia para matar cuyos rasgos expeditivos y machistas no están tan bien perfilados como en otras ocasiones, sino a su aprovechamiento de la coyuntura histórica (la crisis de los misiles) para desarrollar un relato opresivo y conciso sobre el miedo al calentamiento de la guerra fría. La destrucción del programa espacial estadounidense por parte del Doctor No (Joseph Wiseman), un agente de la organización terrorista de ESPECTRA, opera de marco argumental para hablar sobre la esencia del terror.
Ese pavor está más presente en la trama por el tratamiento visual de Terence Young que por el discurso literario de la película. Esa forma de filmar muestra a una serie de personajes que se enfrentan al horror. A veces este cobra la forma de una araña negra que se infiltra por la ventana del apartamento de Bond (y cuya llegada se visualiza mediante una panorámica): los primerísimos planos de partes del cuerpo sudoroso del agente británico combinados con otros que informan sobre la andadura de la araña saben expresar la sensación de angustia en el personaje hasta el punto de que por única vez en la función parezca vulnerable. Como también ocurre con el teóricamente fuerte Doctor No, que al tener las manos mutiladas no se puede agarrar a una barra y salvarse de los efectos de la radioactividad: esos primerísimos planos que muestran sus impróvidos esfuerzos por conservar la vida equiparan su comportamiento con el que anteriormente habíamos visto a James Bond ante la amenaza de la araña. También otro personaje en apariencia fuerte como Honey, una recolectora de conchas que vende en el mercado estadounidense a cincuenta dólares, confiesa que le da miedo la isla del Doctor No…porque habita en él un dragón… Al que también teme un ayudante jamaicano de Bond, Quarrel (John Kitzmeller)…

El resto de personajes también de alguna manera comparten esa sensación de “vivir bajo el miedo”. Como el aliado del Dr. No, el Profesor Dent (Anthony Dawson), que teme a su superior -cuya voz oímos sin que salga en el encuadre- tal como se encarga de señalar un travelling. O como otro esbirro de No, Jones (Reggie Carter), que se suicida con un cigarrillo de cianuro antes de que su jefe lo elimine por haber fracasado. O la secretaria de un agente de la corona británica. Strangways (Tim Moxon), que es asesinada: al no verse el rostro de sus asaltantes durante el tiroteo esa sensación de soledad ante el peligro hace que incremente su indefensión. Esa técnica beneficia directamente a la película, dotándola de una atmósfera opresiva donde cobran fuerza determinados detalles (cf. el travelling que relaciona la huida de Honey y 007 por la isla del Doctor No con un cartel que prohíbe el paso a todos los visitantes; el travelling que descubre al agente de la CIA Félix Leiter mientras observa la llegada de Bond a Jaimaica), muchos de ellos vinculados a una forma frontal de mostrar la violencia sin movimientos de cámara que distraigan la atención del espectador. Así ocurre en el asesinato de Stransgway (en el que vemos cómo se desploma en el interior de un coche en un único plano), o durante los enfrentamientos (respectivos) de Dent y Jones contra James Bond. Gracias a ello, una estilo seco y directo, cierto gusto para describir los espacios (cf. el travelling que recorre la casa de Bond, el notable partido dramático que se extrae de la guarida del Doctor No) hacen de Agente 007 contra el Doctor No un thriller dinámico, divertido, imperfecto, pero del que puede aprender memeces como El ultimátum de Bourne (The Bourne Ultimatum, Paul Greengrass, 2007), por mucho que sus elementos míticos sean lo menos atractivo de la función.

No hay comentarios: