jueves, 22 de noviembre de 2007

Entrevista: María Galiana/ La casa de Bernarda Alba

ENTREVISTA: MARIA GALIANA
Alejandro Cabranes Rubio

Es un domingo invernal a media mañana. María Galiana y el firmante de estas líneas nos saludamos en la puerta de El Retiro que comunica con la esquina entre O´Donell y Menéndez Pelayo. Rodeamos la montaña artificial y el paseo de coches hasta llegar a un bar situado en frente del que fuera el antiguo zoológico. Con absoluta humildad y un trato exquisito, la actriz y profesora a la que algunos paseantes reconocen por su papel en Cuéntame responde con entusiasmo mientras disfruta de un té. La conversación gira inicialmente en torno a su experiencia como docente. Autores como Ramón López Facal señalaban los déficit de la educación: la ausencia de democratización de la enseñanza a nivel de contenidos y procedimientos. Se invita a la actriz a pronunciarse al respecto.

María Galiana: La tengo absolutamente (se refiere a su percepción a lo escrito por López Facal). El otro día leí en el periódico, no me acuerdo exactamente cuál, que todavía conservamos una enseñanza de siglo XIX. Estoy plenamente de acuerdo en eso. Ha habido una necesidad de ruptura en los métodos de enseñanza que no ha llegado a cuajar en una solución. Ha habido grupos que han intentado –como el Grupo Tiempo o el Grupo Germania- revolucionar la enseñanza en los ochenta. Se intenta hacer una pedagogía no directiva. Se intenta que las clases se organicen en grupos de trabajo para que los alumnos investiguen y busquen ellos mismos aquellas cosas que más les interesen, hagan sus propios programas. Aprendan a investigar los textos. Del grupo tiempo de Salamanca me acuerdo enseñar la historia toda a través de textos… Hubo una serie de profesores, entre los cuales yo me encuentro, muy dispuestos a hacer una reforma que luego ha quedado en una especie de parodia que es lo que es la aplicación de la LOGSE. No ha habido una verdadera intención por parte de las autoridades educativas llevar a cabo esta reforma, que hubiese sido lo deseable.

No solamente a nivel procidimental, sino también a nivel de contenido en la medida que la historia, sobre todo, está al servicio de la construcción de nacionalismos estatales y locales.

M.G.: Cierto, cierto. No hay la suficiente capacidad de apertura para que se viva donde se viva se estudien los documentos, que es lo importante. Que se estudien todas clases de documentos, no solamente escritos, sino manifestaciones culturales y diversos modos de ver y sentir la vida. Y de llevar los acontecimientos hacia delante. Me llama la atención que los famosos libros de Vicens Vives, el economista, que nunca se tratara el Arte Musulmán Español. Lo ignoran. Ignoran toda la parte de la historia en la cual durante ocho siglos estuvimos mezclados, que no enfrentados, los de la reconquista y los árabes. Es decir la convivencia, a veces enfrentadas con grandes batallas, a veces dependiendo económicamente y con vasallaje (y relaciones de toda índole), se ignora porque a Cataluña, en este caso concreto, no le interesa. Yo he estado ahora en Galicia y ahora mismo. Para ellos Andalucía es un lugar yermo, difícil… Es verdad que en el sur se ignora lo que pasa en otros territorios. Hay una especie de ignorancia tácita y de ganas de estudiar endogámicamente aquello que parece que es lo único que importa. No se abre uno a, ya no te digo Europa, sino al resto de las regiones de España. Se ha considerado que la nación española era indisoluble. No se ha considerado que podíamos formar un estado independientemente de que cada uno fueses de nuestra madre y nuestro padre. Es muy diversa Francia, Alemania. Allí todo el mundo piensa “soy alemán, pero soy bávaro o soy prusiano”… Pero el concepto de Estado está por encima a pesar de que ellos pertenezcan a ciertos estados. Las federaciones existen y no pasa nada.

En el caso de Francia hubo la guerra de los cien años y allí aplastaron todos los regionalismos.

M.G.: Todo es posible. Es verdad. Les ha costado mucho. Aparte de la Revolución Francesa, les ha costado las de 1820, 1830, 1848… Hasta derrotar a Napoleón III…

Pero porque se enfrentaron con Bismarck…

M.G.: Yo echo de todos modos que en España no haya habido las revoluciones. Hay cosas que están por conquistar. Y allí cosas a principio del siglo XX estaban conquistadas.

Aquí todavía se pueden oír términos como “pureza de sangre”, “cristiano viejo”…. Quizás se haya olvidado qué es interactuar… Hay un libro precioso de Gabriel Jackson de historia medieval que ponía precisamente el acento en la ruptura de la convivencia…

M.G.: Está claro que la visión de la historia nuestra tiene los hispanistas que no han nacido aquí –Elliott, Gibson, Thomas, Payne- es mejor. Porque son investigadores que van a las fuentes y están verdaderamente concienciados que deben mirar las cosas con –no me gusta la palabra neutralidad porque un historiador nunca lo es- suficiente tranquilidad de ánimo.

Las actitudes contrarias a esta llevan a explicaciones contradictorias: los catalanes se sentían muy apegados a la corona de Castilla, pero en 1640 se ponen en píe porque los llaman a Unión de Armas… O por ejemplo que la Unificación de España la llevase a cabo Isabel La Católica para resultar luego que la hizo Felipe V… ¿En qué quedamos?, ¿es uno o es otro?

M.G.: Lo de Isabel La Católica ha sido muy usada por la historia. Porque su viudo Fernando no llega a casarse con Germana estaría Navarra independiente…

También han tratado el tema de la Reconquista como algo místico y no pragmático… Era un periodo con mucha necesidad de tierra…

M.G.: Por supuesto. De lo que se trataba era de que económicamente pudieran ir viviendo unos reinos y otros. Era cosa muy curiosa. Cuando era pequeña e iba al colegio, mucho antes de hacer la licenciatura, contaban anécdotas para irnos familiarizando. Me contaban lo de Alfonso VI, que lo llamaban el de la “mano oradada”, que invitado por el rey moro de Toledo se recuesta, tras un gran banquete, en una cama con su cortina metida en la pared. El rey moro y su corte hablan de la defensa de la ciudad, cómo se pueden defender de los ataques cristianos y se dan cuenta que Alfonso VI está dormido. Entonces piensan: “vamos a echarle plomo derretido en la mano” para ver si no ha oído nada… El rey aguanta la conversación como si estuviese dormido realmente y consiente que le echen plomo derretido en la mano. Dice la leyenda que le hicieron un agujero y entonces se despertó. Y los reyes de Toledo comprendieron que había estado dormido porque había aguantado. ¿Qué significa esto? Significa que el mismo que conquistó Toledo había estado invitado antes por el rey, habían hecho pactos que luego se romperían... (Una niña nos desea feliz navidad y nos pega en nuestra ropa unas pegatinas, sin pedir ninguna propina: María se acerca cariñosamente a la niña). Las cosas medievales tienen un derecho y un revés. Por ejemplo el Cid Campeador que tiene un monumento en Sevilla se alía con el rey de Sevilla. Pero también con el cristiano para conquistar Valencia tras múltiples escaramuzas… Son personajes estudiados desde un punto de vista unidireccional. Yo creo que la enseñanza en España ha necesitado y necesita un cambio. Soy partidaria de que hay cosas que no queda más remedio que estudiar porque uno no sabe lo que no recuerda. La memoria no se puede dejar a un lado. Yo no defiendo el aprendizaje memorístico. Díos me libre. No tiene ningún sentido. Pero hay que asimilar. Hay que aprender. Ayer me decía una chica joven que está estudiando Magisterio: “bueno, tengo tres días para prepararme el examen. El examen es lunes. Hoy me leo. Mañana domingo salgo a pasear. Por la tarde embotellar. Luego me acuesto lo antes posible. A los cuatro me levanto a repasar”. Yo le pregunté: “¿y qué vas a aprender?, ¿vas a repetir lo que has leído si tienes una memoria visual fuerte?, ¿no vas a saber nada más de esos temas?”. Así se hace hoy en día todos los exámenes.

Contaba el historiador Fernando Bouza que sus amigos le tomaban por una grabadora a la cual se le ponía el play cada vez que paseaba por las calles de Madrid.

M.G.: Yo también tengo buena memoria si digo la verdad.

Pierre Vilar hablaba de ese tema con una frase clave: “las fechas hay que pensarlas”.

M.G.: Por eso tú te acuerdas de que la Paz de Westfalia es de 1648. No es porque te la sepas de memoria. Sino porque sabes que fue tan brutal la Guerra de los 30 años que a partir de esa fecha Europa fue de otra manera. No es que estés jugando al trivial, es que no tenga más remedio que aprenderlo para localizar, estructurar. Hay que tener unos hitos, una trayectoria.

Es toda la diferencia. De una Europa que se pelea por la religión, y otra secularizada y con un sistema internacional.

M.G.: Una Europa protestante es fundamental. Con las ideas que acarreó el protestantismo. Con ideas de libertad individual, libre conciencia, que cada uno interpreta las cosas… Fue el final del absolutismo. Yo lo que veo es que la gente de hoy, los estudiantes no tienen motivación. Piensan que nada de lo que estudian les va a servir. No ven la posibilidad de abrirse camino. Hay un desencanto de la gente. “Esto no me interesa”. Y yo una vez he contestado: “¿y el inglés?, ¿te servirá?”. Y responden: “claro, claro...” Y luego digo: “¿entonces por qué no estudias?”. Por que los profesores de inglés siempre protestan de que no hacen los ejercicios. Es la molestia de ponerse a estudiar, de contrariar la propia voluntad... (Los estudiantes) dicen: “no nos pongas examen porque el domingo tenemos que salir”. En realidad deberían decir: “no podemos salir este fin de semana porque hay examen el lunes”. A cambiado completamente la mentalidad.

Hay otro problema grave. Los chavales de ahora no empatizan con nada. Un antiguo profesor de la Complutense (me refiero a Pedro Pérez Herrero) decía: “imagínate que eres un médico que repasa el historial clínico del paciente y sabes de donde viene las enfermedades. La historia es igual”. Ellos no lo entienden.

M.G.: Eso es cierto. Eso es muy difícil. El problema de la enseñanza no es tanto de la enseñanza como de la sociedad juvenil, de una serie de motivos, principios e ideales que los chicos actuales han perdido. Ayer mismo estuve mirando en Atocha la masa de chicos jóvenes que vienen a pasar el fin de semana en Madrid. Iban vestidos todos muy parecidos. Con los “uniformes”, minifaldas, botas blancas… Todo imitación de la marca, de “lo bueno”, con un deseo imperioso de conquistar la ciudad. Yo decía “estas chicas no tiene otra cosa que irse al botellón”. No vienen a ver teatro. Primero porque no les compensa. El dinero que les cuesta. (Le interrumpo quejándome de las faltas de subvenciones). No saben de qué hablar, a qué jugar, qué hacer… No saben entretenerse y es la clave del problema. En una clase los alumnos iban tratando de saber cómo yo les iba a entretener. Lo que querían era averiguar el entretenimiento que ese día los proporcionaba. Cuando las diapositivas que traía para historia del arte les interesaban seguían la clase, pero no se les podía atosigar. Cuando hay una proyección de más, porque pasaba del tiempo que podían sostener la atención, empezaban a hablar. Empezaban a hacer tonterías en el sentido de jugar a los barquitos. No prestaban atención. ¿Cómo hacían los exámenes? Pensaban que iban a ser muy fácil porque les iba a poner una diapositiva y que se la soplara el de al lado. Pero resulta que les daba una hoja con la diapositiva reproducida y había hojas muy diversas: el de al lado no la tenía. Ellos decían: “¡María, eres el colmo en los exámenes!“.Yo contestaba: “¡es qué no sabéis nada!”.

Algunos críticos de la LOGSE señalaron qué no se preparó al profesorado. ¿Comparte esa aseveración?

M.G.: La LOGSE tiene muchos problemas. El profesorado tuvo que aceptar la enseñanza gratis y obligatoria hasta los 16 años. Tuvo que enfrentarse a una serie de alumnos que no querían estar en el instituto. Y eso no se lo esperaba nadie. He oído a compañeros decir: “soy profesor, pero no entiendo nada de la educación especial; no estoy preparado para la educación especial”. Los alumnos de reformatorios tendrían que tener monitores especializados en alumnos difíciles. La mayoría de profesores no sabemos cómo se trata a alumnos de este tipo. Por otro lado los curricula no enseñaban lo suficiente: carecían de importancia, el alumno debía salir de allí sabiendo mucho más de lo que le pedía la LOGSE. En tercer lugar fue terrible, y para mi un poco humillante, que los padres dijeran que su hijo pasase del curso no habiendo aprobado. Eso fue un mazazo muy grande porque el profesor llegó un momento en el que se desencantó profundamente. Si no saben que no va a tener ninguna autoridad. No pueden preguntar a un alumno lo que sabe. Ha desaparecido los exámenes orales por lo cual no puedes investigar si el alumno sabe de aquello, si la explicación que has dado les ha llegado bien… Para que luego tú puedas rectificar porque esa forma de explicar no llega… Los alumnos se niegan y te dicen: “es que me miras delante de los demás” y “me corto”, “mis compañeros no tienen porqué saber si yo lo sé o no sé; si me he enterado o no”… Llega un momento en el que respetas absolutamente la individualidad de cada uno, ese especial respeto humano que tienes por lo demás, no los quieres humillar delante de los compañeros y ya no sabes si te están enterando o no… Es muy difícil la comunidad.

¿Qué les diría a esos estudiantes porqué tienen que ver La casa de Bernarda Alba, la obra de la cual está realizando una gira?

M.G.: La mayoría de los estudiantes que vienen a las funciones están encantados. Porque la conocen. Porque les obligan (a leerla) en los programas. Notamos nosotros cómo aplauden cuando se acaba el acto a pesar de representarla de un tirón. Aunque continué la función. Deben verla porque deben enterando de que hay obras universales sobre temas que les importan. Por ejemplo el tema del poder. Es una alegoría del poder que ellos tienen que comprender que en este caso está escenificado en una relación de matriarcado respecto a una familia de una madre y cinco hijas, que se ha quedado viuda y debe asumir la función del varón. La sociedad matriarcal gravita todavía sobre nuestras cabezas. Hay una relación social que ellos seguramente no han vivido, pero ha existido en las sociedad católicas en la cual la obediencia a la cabeza dirigente era algo con lo que se nacía. Esto tiene que enseñarles a comprender otras sociedades actuales en las cuales hay cosas brutales como la ablación femenina. Tienen que comprender porqué las defienden los que las defienden. Tenemos que luchar para cambiar la mentalidad.

Hace unos años se realizó un experimento, en el que un antropólogo repartió condones en África, pero no lo usaban. No contó con el relativismo cultural.

M.G.: Este relativismo cultural que ha habido en España hasta hace nada –y que todavía no en los extremos en los que está contenido en la función- existe en otros extremos. Porqué hay dominios económicos. Dominios empresariales. Dominios de apariencia. Dominios de necesidad de aparecer de una manera siendo de otra. Hay muchísimas hipocresías. Todo forma parte de un todo que la propia Bernarda intenta escenificar a los demás, ayudada por la Poncia, la criada, que comprende la mentalidad de Bernarda pese a odiarla. Los alumnos deben entender que lo que Federico intentó reflejar lo consiguió: hacer una función universal porque cada uno de nosotros porque puede entender cosas que le conciernen.

Se discutió mucho en su momento si fue voluntario o no el reflejo de una España fraticida.

M.G.: Puede ser porque estaba muy avanzado el 36. Está a punto de estar la guerra. Yo me imagino lo que fueron que los años de la república, sobre todo después del estallido de las derechas, Casas Viejas, Asturias. Fui alumna de un profesor que había sido ministro durante la República. Era un señor católico y derechas, pero súper-republicano y que hubiese sido un magnífico político a la francesa. Porque era de derechas, pero no como Le Pen. Federico vivía en ese momento una situación tan difícil que como le coge en Granada el estallido del golpe de estado. Había un ambiente de temor, de “vamos a ver que pasa aquí”, se avecina algo muy gordo. Le pueden poner pintadas donde ponga “maricón”. En el teatro de la comedia en el año 1933 José Antonio (Primo de Rivera) había hecho un discurso defendiendo a la falange brutal en plena república, desde el punto de vista de los que estaban en candelero como Hitler. Federico debía estar verdaderamente preocupado.

…Por la represión de la libertad y los sueños. En esta obra esa libertad cobra forma a través del simbolismo del agua.

M.G.: Hay dos cosas en el agua: la libertad y el sexo. El río se nombra. También en Yerma aparece como símbolo de la fertilidad. Federico pensaría que, como todos desde su época, en España estaban a años luz. Había ido a Nueva York, Cuba. Pensó que cuándo llegaría la libertad a esos estudiantes. ¿Sería para ellos una liberación total de la dictadura de Primo de Rivera? ¿Por fin habían conseguir echar al dictador, y que se acabara la guerra de África, con el colonialismo; que por fin se alumbraría una cosa maravillosa y que la república fuese lo que fue finalmente...? Que no hubiera sensación de estabilidad se malinterpreta. El asunto de la comunicación entonces estaba tan obsoleto, tan lejano. El caciquismo no se había acabado. Qué las elecciones se hacían todavía con pucherazo… En Sevilla ahora los alcaldes reparten bocadillos, organizan verbenas porque saben que la gente los va a votar. Al mamarracho que tenemos por alcalde en este caso. Ahora ha habido unas primarias en Francia. Veo a Europa de otra manera. Hay qué saber que candidato socialista quiere la gente. Deben estar los tres luchando para ver si por fin se acabase como lo del dedo de Aznar a Rajoy. Eso no hay derecho.

Pero es que aquí tenemos listas cerradas… Bueno, volvamos a La Poncia, el personaje con mayor ambigüedad en la función. Ella dice de Bernarda que la escupiría después de muerta para a continuación preguntarla si tienen confianza… Y al mismo tiempo alenta a Adela diciendo: “quién dice que tu hermana aguanta el primer parto”… Mientras que señala a Bernarda que Adela es la verdadera novia de Pepe El Romano.

M.G.: Es un personaje que responde a la sociedad en la que está inmersa. Es un personaje para su desgracia ha tenido que aceptar ser hija de la madre soltera, la puta del pueblo, y agradecer a Bernarda que la tenga en su casa. ¿Qué hay entre estas mujeres para que se odien y necesiten? Poncia está en casa de Bernarda y agacha la cabeza porque no quiere que la echen. Por otra parte hay un fondo admirativo después de ese odio. Está dispuesta a velar para que la gente no escupa al pasar a la puerta de la casa. Y a tapar. Al mismo tiempo quiere que Bernarda abra los ojos y vea lo que hay, y ponga piedra en pared… Es curioso es que tantos años juntas, sojuzgadas, ella ha colocado a su hijos por Bernarda. Es una dependencia casi feudal. Es un vasallaje. Pero en ese vasallaje hay un “sí, yo soy vasallo, pero este señor me defiende”. Bernarda necesita a La Poncia porqué quiere saber de la vida exterior. Es su válvula de escape. Es lo único que tiene para enterarse de lo que pasa. Es el enlace entre el mundo exterior y el de ella, prevaleciendo siempre la autoridad. Es muy parecido a lo de Los santos inocentes. Bernarda piensa que si ella lo pasa mal, también lo pasa mal La Poncia. Tanto es así que cuando la chica se ahorcado todavía Poncia le dice a Bernarda: “no entres”.

Otro tema muy discutido en torno a la obra es su relativo realismo… García Lorca se jactaba de haber depurado mucho su estilo cuando la pieza es realista hasta un determinado punto.

M.G.: El tuvo una experiencia de jovencillo muy directa. Asquerosa. En la casa que iba a pasar el verano compartía el pozo con otra casa. Sabía que había una familia. Ha trasladado la relación de dominio de la madre sobre la hija. Pudo haber sido brutal el enfoque de las palabras. El hecho de que La Poncia le diga a Adela: “tú no te preocupes porque tu hermana no va a aguantar el primer parto” era una cosa que estaba en boca de la gente. Mi abuela me dijo la primera vez que yo tuve un hijo que fue en el año 1962: “¡qué alegría hija, a ver si se te logra!”. La mayoría de las mujeres morían o de fiebres de post parto -porque no había antibióticos y los médicos no se lavaban las manos-: mi madre tuvo una niña muerta antes que yo… Amigas mías que son hijas de mujeres que han muerto de parto y las han criado las tías… Era muy normal la mortalidad infantil. Y eso no lo tenemos en cuenta. Es una cosa muy corriente decir: “tuve ocho hijos, me viven dos”.

¿Ha visto el documental sobre la familia de García Lorca en que se defiende la tesis de que la historia de Bernarda Alba tiene que ver con la de los suyos y que el encargado de fusilarlo fue su primo.

M.G.: Yo no he visto el documental. Yo he oído hablar de un acróstico formado por las iniciales de las hijas: AMAMA (Angustias, Martirio, Adela, Magdalena, Amelia). Hay quien piensa que se la dedicó a su propia madre y que había una relación oculta (y silenciada) entre su propia familia y la obra.

Cuéntame está desarrollada en la época de la represión a la que alude La Casa de Bernarda Alba y que, en los años en los transcurre la serie, vemos como la sociedad empieza a abrirse hasta el punto de ser más solidaria que la actual. Sin embargo hay quien critica la serie porque la encuentra complaciente. ¿Qué diiría a esas personas?

M.G.: Yo he tenido una conversación sobre eso. Yo diría que España en esa época era un conglomerado amplio de grupos sociales. He tenido relación con estudiantes universitarios que tenía influencia exterior ya muy notable. La gente ya leía a Sastre, Camus, la escuela de Frankfurt… Los libros llegaban a través de editoriales latinoamericanas (Losada, Sociedad Económica de México). Esto sólo llega grupos reducidos de gente. Había una gran masa de gente “amorfa” en el buen sentido y que no conocía lo que pasaba fuera, y si lo conocía no quería meterse en nada. Era la gente “neutral” quería “hija, tu no te señales”, “no llames la atención en la universidad”, “tu no te apuntes a nada”, “tu de política nada”. Era la gente que permanecía ya no con miedo sino con un silencio tácito y acordado. De una manera que nadie lo confesara. No se hablaba de nada. La gente lo que quería era salir adelante, vivir de una manera confortable…

Bajo la ilusión de prosperidad que trajeron los tecnócratas…

M.G.: Eso fue cuando llegaron los famosos planes de desarrollo: López Rodó, Ullastres… La gente pensaba “esto va a cambiar”. Pero siempre era hacia lo económico. Las dictaduras siempre tienen un interés extraordinario porque lo económico funcione.

Como demuestra el difunto (me refiero a Augusto Pinochet) y Los 4 de Chicago…

M.G.: Pero, ¿qué ocurre? La gente que no está en el ajo sólo se acuerda de que tenía un seiscientos, una lavadora, una televisión. Las diferencias sociales por la propia evolución de la historia se fueron limando. Hay gente que iba con apalgatas a trabajar y que vivía hacinado en casas de vecindad. La sanidad pública se fue poco a poco regenerando. Es la gente que hemos representado en el Cuéntame… Las personas que cuando llegaba a Franco salía a calle y lo vitoreaba era gente que estamos representando. Gente que decía: “no os metáis en líos, que estamos muy tranquilos”. En los sesenta empezó a moverse un ambiente que recuerdo en mi propio instituto… Hicimos un claustro en el año setenta y cinco en el cual intentaba que todos los organismos oficiales de cualquier sector de la sociedad –cultural, económico- se pidiera la amnistía para los presos políticos. Se redactaba un documento. No pasaron a la firma. El profesor de “la formación del espíritu nacional” –que me imagino que era falangista antiguo- dijo: “Yo firmo esto, siempre y cuando no ponga un pie en España Santiago Carrillo y La Pasionaria”. Nos quedamos todos diciendo “¿por qué?”. No me preocupé que había pasado con aquellos señores, aunque los conociera de oidas. Yo sólo era una profesora de instituto. Por eso te digo que la gente que piensa que somos muy complacientes les digo que hay señoras que ven la serie y son bastante de derechas que nos dicen: “se os ve mucho el plumero, hay mucha cosa de los estudiantes, tan poco era para tanto”. (Hacemos un pequeño descansillo y recuperamos el hilo de la conversación). Todavía queda mucho que contar: La Marcha Verde, Suresnes… (Bromeamos a costa de “Transportes Carrillo” y la peluca).

Esa apertura de la que estamos hablando se refleja mucho en Herminia. Ha colgado sus trapos negros…

M.G.: En un momento de la serie cuando llevábamos cinco años nos planteamos si iba a haber un cambio. Por ejemplo esta temporada Imanol dijo que no se volvía a teñir el pelo. Dijeron: “¿qué hacemos con Herminia?”. Yo dije: “Herminia tiene dos posibilidades: que se convierta en una maruja de barrio como la mayoría de señoras de pueblo, o sigue con su toquilla de invierno como la señora que empezó cosiendo pantalones”. Para mi ese cambio significa que Herminia se ha integrado y deja de tener esos rasgos de pueblo que definen al personaje. Como actriz no me interesaba cambiar de imagen, cuando termine la serie tengo la posibilidad de hacer otra cosa. Meto a Herminia en el baúl y hago otro personaje. Pasaron dos años. Pero sabíamos que Herminia debía evolucionar. Yo dije: “si tenéis la idea de que aparezca un novio, como otras veces ha habido la posibilidad de algún ligue leve como los de baile o la cita con Luis Cuenca; si me vais a buscar un acompañante, aparte de que debe ser amigo mío como Txema Blasco con el que tenía confianza y que no estaba tan caducos… Se arregla un poco más dentro de su línea y cuando se va con Alfredo se pone algo de más color. Ella misma ya se pone unos rulos para que no se vea que es una señora que se ha puesto dependiente de la peluquería.

De la misma manera que aceptó la lavadora, el televisor…

M.G.: Es una mujer de costumbres muy conservadora, pero de ideas no tanto. Ella ha aceptado a regañadientes que la niña se fuera a Ibiza a vivir, que ella tomara la píldora. Lo único que no le gusta son las costumbres raras como lo que le dice al nieto cuando se va a vivir con una chica. Pero en el fondo la armonía familiar le interesa más que nada. Tiene capacidad de apertura.

Va a asimilar bien la transición…

M.G.: Yo creo que si. Herminia es de las que diría: “Tu al centro”.

En el franquismo en la medida que se iba encarcelando a más gente, había más gente en contra… (Alusiones a los casos de Enrique Ruano y Julián Grimau).

M.G.: Cierto. Hubo problemas allí. Un etarra para salvarse implicó a mucha gente que había estado con ellos como Inés. Algunos tuvieron que exiliarse en esa época.

Una cuestión para terminar. ¿Cómo es posible que un proceso que dio como resultado un país democrático se distinguiese precisamente por un desarrollo no democrático en su ejecución?

M.G.: Esto es muy difícil. Yo comprendo que haya sido un ejemplo para otros países porque aquí había unas fuerzas tan tremendamente reaccionarias. Me pareció desgraciadamente muy poco democrático. Yo me acuerdo de la constitución: no la voté. Me parecía muy poco progresista, de demasiada alianza con la iglesia católica. No era una constitución laica. No estaba de acuerdo, pero si votaba no me alineaba con Blas Piñar. Estuve en una duda terrible. Hay circunstancias en las cuales te sientes chantajeado. Con todo y con eso desde mi mentalidad tanto tiempo esperando a que llegase la fraternidad, la libertad y la igualdad… A mi me daba coraje como transcurría las cosas… Yo me acuerdo que para el primer referéndum para la reforma política, que fue en diciembre, mis amigos comunistas me preguntaron: “¿No votarás, verdad?”. “Pero, ¿y eso?” “Porque no han contado con el PC? El PCE fue legalizado en la semana santa siguiente… Esa sensación de paso a paso luego yo he pensado: a lo mejor era conveniente. Las circunstancias estaban tan mal que a lo mejor la cosa hubiese estallado de manera más brutal.

Había dos factores que condicionaron la política. El miedo a repetir lo de los Claveles. Y de otro lado la necesidad de meterse en la CEE: la única manera era siendo democrático. Ya el Tratado Preferencial de 1970 no servía a España.

M.G.: Yo no he tratado de cerca lo que entonces lo que debió de suponer el ejército. Lo que debieron suponer los militares. Cuando el PSOE llega al poder después de lo de Tejero, el año 81, empezaron a depurar. Empezaron a subir los sueldos a militares, que siguen diciendo todavía “nos taparon la boca con dinero”. Pero reconocen que con los socialistas empezaron a vivir mejor curiosamente. Antes tenían muchísimas prebendas tipo honores, asistentes, economatos, asistentes…pero el sueldo era pequeño. Tenían que vivir en una endogamia de ellos con ellos. Su sitio de veraneo y de diversión (casinos, clubes, pisos militares). No tenían maniobrabilidad. Cómo estaba ese ejército antes de Tejero no lo quiero ni pensar. Yo comprendo que los que estaban cerca rindan pleitesía a Suárez toda la vida. Hasta que punto este hombre pudo maniobrar estratégicamente de la manera en que lo hizo.

María se despide y se dispone a marcharse. La entrevista se había transformado en un encuentro amistoso, personal, en el que la entrevistada con toda su generosidad se ha prestado a responder con entusiasmo. Ya era casi la hora de comer, pero su conservación impide que tengas hambre. De ahí la fuerza de una profesora que todavía tiene mucho que enseñarnos en otra profesión.
LA CASA DE BERNARDA ALBA
Tierra yerma
Por Alejandro Cabranes Rubio

Sin que sin sirva de precedente quisiese empezar estas líneas con la evocación de una mañana invernal que pasé con María Galiana, en la que me proporcionó su propia visión sobre la actualidad de este maravilloso texto que es La casa de Bernarda Alba. La maestra y actriz mostraba su interés en que las nuevas generaciones comprendiesen las relaciones de obediencia, la represión de la libertad para entender otras sociedades actuales ajenas a nuestro imaginario eurocéntrico. En ese sentido la representación en la que participa bajo la dirección de Amelia Ochandiano posee una imagen particularmente esclarecedora basada en la jerarquización de términos: en primera línea la familia de Bernarda y sus cinco hijas que acaban de enterrar al marido, el segundo la Poncia (la criada principal y confidente de Bernarda) y en tercera división la criada muy bien encarnada por Mónica Cano. Esa disposición escénica plasma muy bien el auténtico significado del férreo poder que emana de Bernarda, empañada en casar a su hija mayor Angustias (Aurora Sánchez), la de mayor dote, con Pepe El Romano, enamorada de la menor (Adela: Candela Fernández)… Y esa sumisión conoce otra precisa manifestación en el momento en que Adela obliga a Poncia a callar su relación con Pepe: la pequeña de la casa ocupa el centro de la tabla mientras que la persona que la cuidó se ha de situar en el extremo de ella, obligada a replegarse escénicamente.

En el original de Lorca el agua representaba el paradigma de la libertad frente a ese mundo represor. Amelia Ochandiano también a través de la escenografía insinúa cómo esa tiranía, ese corporativismo, se tambalea. Resulta en ese sentido paradigmático su manera de relacionar en un mismo plano la actitud de Bernarda en el velatorio mientras en el otro extremo de la escena una de sus hijas sale por una puerta: la huida de la opresión se expresa a través de la desaparición física de la representación de una casa típica de una tierra yerma a punto de saltar en pedazos por la lucha fraticida. No resulta casual que durante la función Poncia –mientras plancha- quede situada entre Angustias y el resto de las hijas, dos mundos irreconciliables que como se quiso ver en su momento pudiese tratarse el reflejo de unas dos Españas que dejó en medio de la contienda a tanta gente… Y su incertidumbre queda muy bien esbozada cuando en el cuadro las tres hijas medianas miran por el vendaval a Pepe El Romano…y Adela se aparta para subir a su habitación…

Por todos estos motivos, La casa de Bernarda Alba es una notable adaptación de un texto excepcional que sabe extraer partido a los momentos que de manera indirecta hablan del sentir de los personajes, como el linchamiento en off de la hija de La Librada… Su sobriedad a la forma de retratar las envidias, preparar de manera gradual la tragedia final (incluso con la escenificación de la luna llena) e incluso su espléndido uso dramático del Réquiem de Mozart redunda en la eficacia de un conjunto. Un puñado de actrices lo enriquecen con su saber estar. Margarita Lozano, memorable Bernarda, presta su fuerza física. María Galiana nos regala toda su sabiduría popular y la declama a la altura de las circunstancias. Aurora Sánchez, Palmira Ferrer, Nuria Gallardo y Candela Fernández retratan sutilmente a las hijas. Concha Hidalgo y Satur Barrios las secundan eficazmente. Y de esta manera la obra contribuye a entender el relativismo cultural, las circunstancias históricas de nuestro pasado (y el presente de otras sociedades). Y nos ilumina.

No hay comentarios: