jueves, 22 de noviembre de 2007

Entrevista: Alex García


ENTREVISTA ALEX GARCÍA
POR ALEJANDRO CABRANES RUBIO

Alex García (Salomé, Compañeros) recibe, en tono casi familiar, en un bar contiguo al Teatro Bellas Artes donde representa La cabra –según un texto de Edward Albee-, a la que se ha incorporado recientemente en el reparto Amparo Pamplona en sustitución de Merçe Aránega. La función acaba de recibir cuatro Premios Max, entre ellos al Mejor montaje teatral del año. En la obra Alex representa a Billy, el hijo adolescente de un arquitecto (Martin: Josep María Pou) y que debe aceptar que su padre ha tenido una aventura…con una cabra. El éxito de la función le sorprende casi diez años después de que abandonase La Laguna para estudiar interpretación en la escuela de Cristina Rota.

Alex García: Tenía claro que quería venir a estudiar a Madrid y lo hice.

Su anterior trabajo ha sido de Salomé (con dirección de Miguel Narros), la adaptación del escritor homosexual Oscar Wilde. Ahora representa La cabra…escrita por el también homosexual Edward Albee. ¿Algo deliberado o casualidad?

A.G.: (Ríe). Casualidad.

¿Conocía a Albee antes de empezar a representar La cabra?

A.G.: En la escuela de Cristina Rota se hizo Historia de un zoo, una función de dos personajes. La cabra es la consumación de lo que se iba apuntando en sus funciones anteriores. Pero ya apuntaba maneras el caballero. Me gusta mucho.

Sustituye a Pau Roca (MIR), que interpretaba a Billy en Barcelona. ¿Cómo le llega el trabajo?

A.G.: Fue en agosto. Pau Roca se iba a hacer una serie y hacía falta un chico joven. Cuando me llegó el casting flipé. Yo tenía especial atención a los textos de Albee. Me fascina este hombre por su crítica social. Leí algo nuevo. Afortunadamente salió.

Además ya tocaba hacer la función en castellano y no en catalán.

A.G.: No tengo ningún problema en hacerla en catalán. Me gustaría trabajar en Barcelona. En principio se barajó volver allí. Para mi sería maravilloso porque es la tierra de mi madre.

Billy es un chico homosexual, en teoría predispuesto más a algo que se salga un poco de lo “normal”, pero no le termina de cuadrar la historia de su padre con “Sylvia”.

A.G.: A los diecisiete años somos los que nos dicen que somos. A Billy nadie le ha dicho cómo tiene que reaccionar. Billy tiene una crisis porque si a este ese momento le ha llegado alguna noticia con sexo con animales, le llega negativamente que es cómo le llega de la sociedad. No es que lo mire con malos ojos. Es que no sabe con qué ojos mirar a su padre, que es una de las personas que más quiere.

Tiene una necesidad de afecto.

A.G.: Billy no es que necesite ser aceptado, sino más cariño. En la sociedad en la que vivimos, un niño homosexual hoy por hoy no está tan integrado como aparentemente está. Por otro lado tiene unos padres que van de progres, liberales, abiertos. En ese momento la función demuestra qué no es así.

La inseguridad de Billy se transluce en la representación: respira marcadamente con el estómago, su garganta está a punto de reventar, aflora el sudor. ¿Cómo preparó el tipo de interpretación?

A.G.: Como lo estás describiendo. Aparte de los nervios que puede tener un niño de diecisiete años, inseguro, es especialmente histérico… Le dan ataques y suelta numeritos. Lo trabajamos con toda tranquilidad. Sólo con decir el texto, ya hay una rabia y tensión que sale sola. A lo largo del tiempo lo hemos marcado más al principio de la función y en el tercer acto bajar un poco el nivel. Lo que se está planteando Billy es razonable. Hay trabajo de mesa. Un amigo me comentó que no reconoció un movimiento mío en Billy. Para mi eso es maravilloso.

La obra se inicia con el encendido y apagado de unas luces. ¿Cómo interpreta esa presentación?

A.G.: Es un poco la representación de la casa. Apagón y comienza el show. La gente ha visto esto y empieza un día en esta casa. De ahí viene el apagón total.

La primera aparición de Billy coincide con una iluminación ámbar…

A.G.: Se presenta algo muy íntimo. El planteamiento de Josep María fue quitar el atrezzo y cuando llega esa luz íntima ya son los personajes.

En esa primera escena los personajes quedan dispuestos triangularmente de forma definitoria.

A.G: Es el triángulo que se crea padre-madre-hijo, padre-hijo-madre, madre-hijo-padre. Es el triángulo con el que juega el núcleo de la función. Cuando empiezan las luces cenitales, comienza el show. El triángulo juega con el teatro griego: la puerta de la casa está planteada como la puerta de un arquitecto pero se parece al de las tragedias griegas, al Partenón. Es maravilloso.

En ese espacio se inicia la acción. En segundo término Pou corre de un lado de la casa por el recibidor mientras en el interior del hogar su mujer Stevie (Merçe Aránega) riega las flores.

A.G.: Por eso le han dado el Max al caballero (Pou recibió el galardón al mejor director).

Hay otra composición particularmente destacable. Martin está en un extremo y Billy en el otro; mientras Stevie se sitúa en el medio. De esa manera se evoca a una cuerda tirante, a punto de forzar una situación al límite que viene dada por el descubrimiento del secreto de Martin.

A.G.: Eso es lo que ocurre. Es el contraste del señor al que le acaban de descubrir la relación; el niño que está en el peor día de su vida; y la madre que saca la frialdad y paz para manejar la situación con tranquilidad. Coge a dos caballos desbocados y dice “tranquilo, Billy”. Podían ser dos perros de pelea y allí está la madre, que querría comérselos a los dos.

Según avanza la obra se destapa la hipocresía. ¿Hubiese sido más fácil situar la acción en una familia más conservadora?

A.G.: Claro. El texto no se lo pone fácil así mismo para que llegue el puñetazo donde tenga qué llegar, que es al centro del estómago. Con una familia más conservadora era más fácil justificar y decir “pobrecillo”. Hoy hablaba con un amigo canario de una novela de Vázquez Figueroa, Océanos. Hablan de un cabrero que es muy conocido en el pueblo por sus relaciones con las cabras. En la novela la mujer del cabrero dice: “a mi me habían preparado para luchar contra las infidelidades; pero no contra una cabra”.

La misma frase que pronuncia Stevie, que refleja cierto pesimismo. De hecho el final de la obra es desesperanzador: la sala queda a oscuras, las siluetas de todos los personajes están recortadas, menos la de Billy.

A.G.: Es un efecto… Están todos muertos (en sentido metafórico). Stevie se ha convertido en una salvaje. Ross (Juanma Lara) no ha sabido ayudar a sus amigos. Billy ha sido el único que ha sabido entender el problema. El que menos sabía de que iba la vida, al ser el más inocente: es la única luz que queda. Una luz pura.

Los personajes se van autodestruyendo, denigrando…al revés que en Visitando a Mr. Green donde superan lo que antes no toleraban. ¿Vio la función de Juan Echanove?

A.G.: Estaba en Salomé y en el Albeniz se trabajaban los martes. Me pierdo un montón de espectáculos.

Hablando del tema Albeniz, ¿podría opinar de la situación del teatro?

A.G.: He leído lo que tu has escrito y no puedo aportar más. No quiero hablar de la injusticia, ni de que nos vamos a ir al garete culturalmente, en contra del capitalismo. Es algo que ya sabemos, lo que hay que hacer es evitarlo. Es cómo cuando alguien me dice “lo siento”. Prefiero que no me digan eso. En este tema, siempre que he podido he participado en las manifestaciones. He intentado correr la voz. Pero te sientas tan insignificante… El tema no es sentir que eres un grano de arena de una montaña, porque si ya sientes eso la hemos cagado. El tema es seguir luchando.

El caso Albeniz arroja paradojas en el sentido de que el cine se consume más en ordenador y la taquilla este año en teatro ha subido su recaudación… ¿Cree que el teatro va a quedar como el lugar más primitivo?

A.G.: El teatro, aún en los tiempos que corren, es una necesidad. Ya lo habrían eliminado. Desde el principio de las civilizaciones ya había una necesidad de expresarse en un lugar en el que el resto de gente se siente reflejado. El teatro tiene ese algo vivo que es difícil que se pierda. ¿Pero qué ocurre? Que la sociedad se está haciendo más cómoda. El teatro es caro… Yo confío que no perdamos este placer porque hay gente poderosa que disfrutan y apoyan el teatro.

María Galiana hablaba también de la desvinculación de la juventud con el teatro.

A.G.: Las corrientes jóvenes han sabido adaptarse. Se siguen haciendo Lope de Vega, Calderón. Eso sigue así (El actor considera positivo que no se pierda la herencia previa). Y los jóvenes hacen otro teatro. Se hace teatro de calle, teatro social. (En un momento dado de conversación sale el estreno de Animalario en el María Guerrero). Eso demuestra que el teatro independiente ya no existe. Es de película que estén él María Guerrero hoy por hoy. Por mi estupendo. A cuanta más gente llegue mejor. Me parece un buen trabajo grupal de interpretación, me gustó sobre todo porque entras en el teatro de una forma y sales de otra. Para mi eso es el teatro. Me llamó la atención de que usasen micros cuando no hacía falta. No sé si tú lo compartes.

En los tiempos de crisis artística, tuviste un aliciente con los Max.

A.G.: A mi no me hacen falta los Max ni los cuatrocientos premios que han dado a Pou y que se merece. Ya tenía alicientes para tres años al leer el texto. A los actores jóvenes no nos lleguen buenos textos porque están repartidísimos. Desde que estoy en Madrid, es el papel joven más maravilloso que he visto y en la clase de función en que ha estado metido. Los premios sirven para que la gente vaya (al teatro). Me llamaban para felicitarme por los Max y yo decía: “pero si es la misma función que llevo explicando todo el año pasado”. Sigo diciendo lo mismo de ella. A mi me dan miedo los premios. Porque primero, ¿quién eres tu para recibir un premio? Y si te lo dan, tienes que estar a la altura para justificar porqué te han dado un premio. Ahora con los cuatro Max, la gente viene diciendo “a ver cómo está esta función para que le hayan dado tantos premios”. Dentro de lo bueno, puede perjudicar. (Sale al relucir el caso de la oscarizada Louise Fletcher). El Goya revelación de este año es Quim Gutiérrez: tendrá más exigencia.

¿Han renovado?

A.G.: No lo sé. Pero me estoy dando cuenta que el teatro es muy difícil: porque supuestamente es la función del año y no sabemos nada. Y he estado en otras que no eran la del año y dicen directamente “adiós”… Y no duran nada. Nunca había estado tanto tiempo en Madrid. Yo le digo a mi madre: “Mamá, acuérdate de este momento”…

Alex García regresa al propio Teatro antes de que empiece la función y Billy vuelva a tener que digerir que su padre, al que quiere, ha mantenido una relación fuera de lo normal; una situación que se le escapa de las manos. Y en esa cuerda vital entre padre e hijo, Stevie se interpondrá con una calma que no podrá recuperar. Billy recobrará la suya y frente a la oscuridad que sumerge la vida de quienes le rodean; el seguirá poseyendo esa aureola blanca, pura. No importa que Merçe Aránega abandone la función. Tampoco el hecho de que la representación haya conseguido cuatro Premios Max: el puñetazo moral siempre será el mismo. Y Alex García volverá a explicarnos las claves de la representación mientras, saludando, pregunta “¿qué tal niño?”.

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