domingo, 27 de enero de 2008

Desde Rusia con amor

DESDE RUSIA CON AMOR
El gran plató del mundo
Por Alejandro Cabranes Rubio

En la primera secuencia de Desde Rusia con amor (From Rusia to Love, Terence Young, 1963) aparentemente el agente secreto 007 (Sean Connery) se enfrenta con su homólogo de la organización terrorista ESPECTRA, Red Grant (Robert Shaw). La planificación remite a todas las convenciones del thriller: travellings que muestran los pies de Grant avanzando en la oscuridad, un silencio absoluto. De repente, para sorpresa del espectador, James Bond es eliminado por su contrincante. Un plano general muestra una casa que se ilumina por entero, saliendo de ella el superior de Grant para felicitarle y a continuación arrancar la máscara con el rostro del espía británico que llevaba el fallecido, que ha pagado con su vida el fin del adiestramiento de Grant. La simulación concluye con el “¡corten!” característico del director de cine: el ensayo finaliza y por eso las luces se vuelven a encender, pues se ha de abandonar el terreno de lo ficticio, como si tratase el fin del rodaje de una secuencia para un filme. No es exclusivo de Desde Rusia con amor ese discurso sobre la manipulación de la realidad: en Sólo se vive dos veces (You Only Live Twice, Lewis Gilbert, 1967) se habla sobre el arte de la simulación; en 007 al servicio de su majestad (On Her Majesty´s Secret Service, Peter Hunt, 1969) hay un completo análisis sobre la distorsión y finalmente en El hombre de la pistola de Oro (The Man with the Golden Gun, Guy Hamilton, 1974) 007 se enfrenta a la realidad virtual. En cambio ofrece algo distintivo en relación al resto de la saga al contemplar al mundo entero como un gran escenario de una película donde poder simular, llevar a cabo misiones, en suma escenificarse ante los demás. Ese gigantesco decorado puede situarse en la iglesia de Santa Sofia, en el Orient-Express, un hotel veneciano… Hay un apunte que refuerza esa digresión: la agente de ESPECTRA, Rosa Klebb (Lotte Lenya) inspecciona los entrenamientos de los suyos. El travelling que sintetiza esa visita consigue situar en primer y tercer término del encuadre diversos simulacros (combates imaginarios; explosiones falsas) que llevan a cabo los esbirros mientras ella –la espectadora- ve cómo se generan diversas ficciones a derecha e izquierda de su cuerpo.

Para ESPECTRA si la vida se desarrolla en el gran plató del mundo resulta muy consecuente “montar” películas en él para hacerse con una máquina descifradora. Para ello sus agentes deben actuar y llevar a cabo auténticas performances: Grant se hace pasar por aliado de Bond; Rosa Klebb finge ser fiel a Moscú cuando en realidad ocupa el puesto número dos de ESPECTRA. Y a través de los recursos del cinematógrafo lograr su fin: Klebb recluta Tatiana Ramanova (Daniela Bianchi), que desconoce la pertenencia de su superiora a la organización, para seducir a Bond y simular que le puede proporcionar para Londres esa máquina descifradora. Como resultado de esa mentira, la guerra fría “se calienta” en los diversos escenarios como Estambul.

Pero hay más. Para que esa película que existe en la mente de ESPECTRA tenga “rendimiento”, incluso hace falta filmarla. Al respecto recordar la aparición de Tatiana en la cama del hotel donde se aloja Bond, mientras al otro lado del espejo Klebb y Grant presencian el acto sexual mientras lo graban con una cámara para emplear ese material para ridiculizar a Bond cuando decidan eliminarle. El primer plano de los labios seductores de Tatiana subraya el artificio de la situación. Por su parte, Bond obliga a Tatiana a detallarle las características de la máquina en el Bósforo mientras graba su voz en una cinta: en Londres escuchan esa conversación. Los actores se transforman en receptores que deben interpretar las imágenes y sonidos que ven/oyen.

En ese sentido, Desde Rusia como amor subraya la condición voyourista de los personajes y del propio cine. No sólo en el caso de Klebb y al jefe de Bond, M (Bernard Lee), sino a todos los protagonistas: Bond y su aliado en Estambul Kerim Bey (Pedro Armendáriz) espían a través de una mira telescópica a unos agentes rusos reunidos; la llegada de Bond a dicha ciudad está filmada en un travelling que informa que 007 está siendo observado por un miembro de la KGB y por Grant; el otro travelling que relaciona al británico en un andén con Grant en el interior de un tren; Bey dispara contra un enemigo suyo al que ve a través de la mira de un rifle hasta dispararle…cuando este último sale “directamente” del orificio -de un cartel gigante de una película- que corresponde a la boca de Anita Ekberg… Para poder actuar en cualquier película, hay que saber observar y huir del cine. No deja de ser una declaración de principios que al final de Desde Rusia con Amor Bond tire la película grabada por Grant y Klebb a los canales venecianos.

No cabe duda de que Desde Rusia con amor es el título de la saga Bond que presenta más apuntes metafílmicos. Esto se complementan gracias a citas directas a otras películas, en concreto a The Narrow Margin (cf. la pelea entre Connery y Shawk en un coche cama) y Con la muerte en los talones (Bond es perseguido en tierra desde una avioneta)…

Por lo demás el segundo título de la saga Bond hace gala de las mismas virtudes y los mismos defectos del resto de sus sucesoras. Entre las primeras, varias secuencias de acción bien rodadas (a las ya citadas cabe sumar una que se desarrolla en el interior de Santa Sofia; el primer plano de los dedos de Grant intoxicando la copa de Tatiana). Entre los segundos, una estructura acaso demasiado rígida, en la que se encadenan muchas “escenas fuertes” que por instantes parecen la única razón de ser del filme. También hay apuntes que quedan desperdiciados, como la comparación entre Bond y Grant (que podía haber dado mucho más de sí: en sus respectivas presentaciones aparecen tumbados en una toalla; idénticas costumbres para dos asesinos); el lesbianismo que emana de Klebb (que toca fascinada el cuerpo de Tatiana) y que podía haber contribuido a “humanizarla” en vez de vincular simplemente la homosexualidad con el mal (la Pussy Galore de James Bond contra Goldfinger dejará de ser inmune a los encantos de Bond cuando se pase a su bando); y el pobre esbozo de Tatiana cuya alianza con 007 nunca queda claro porqué viene motivada de tal manera que las ocasiones de recelo respectivo queden dilapidadas y que el conflicto al que se enfrenta al final no pueda considerarse tal.

El resto de defectos de Desde Rusia con amor son muy comunes en la franquicia: un humor a veces muy grueso (el primer plano de la celosa MoneyPenny celosa de Tatiana mientras escucha la conversación que tuvo lugar en el bósforo); la inutilidad de algunos parajes (cf. Tatiana probándose unos camisones que piensa lucir en Londres); y un gusto por el exotismo mal entendido (cf. la riña entre dos búlgaras a la que asisten Kerim Bey y Bond)… A pesar de todo, la planificación del filme es correcta en todo momento, por más que 007 -en el gran plató del mundo- viviría aventuras más interesantes…

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