SCOOP
Los chistes los cuento yo
Por Alejandro Cabranes Rubio
Estos días se ha hablado mucho sobre el gusto del director Woody Allen por replantearse su obra anterior. Sin embargo un pequeño ejercicio comparativo nos puede demostrar que tales aseveraciones han de matizarse. Dieciséis años después que Judah Rosenthal (Martin Landau) en Delitos y faltas decidiese pasar página a su vida sin remordimiento alguno, Chris Wilton (Jonathan Rhyes Meyers) en Match Point consolidaba su ascenso social mientras sus fantasmas irrumpían en su existencia. En estas circunstancias no pocos analistas establecieron comparaciones entre ambos filmes, hablando de cierto revisionismo. Más allá de algunos paralelismos argumentales propios de Crimen y castigo, lo cierto es que la una y la otra terminan ofreciendo discursos de otra índole: la primera presenta una digresión sobre la importancia de la perspectiva (incluso divina) ante los actos que se acometen en vida, la segunda trazaba una historia sobre el arribismo puntuada con unas notas sobre la incidencia del azar.
Como hemos podido ver, ese revisionismo crítico de Woody Allen sobre su propia obra es bastante relativo y sobre esa base se ha de afrontar el visionado de Scoop, para algunos la prolongación en clave cómica de Match Point, para otros una continuación de lo ensayado por su director en la magnífica Misterioso asesinato en Manhattan. Su trama detectivesca, la presencia de una pareja que investiga un hecho criminal y la adopción de un tono humorístico facilitarían mucho el argumentar lo segundo. Más bien mirada, Scoop no contiene un agudo retrato de una pareja en plena crisis matrimonial ni ninguna de sus situaciones encumbre una sensación de peligro real, perdiendo de paso bastante gracia en relación al modelo anterior. Sus terrenos discursivos se encuentran en sus pinceladas sobre una aristocracia que tapa sus manchas negras a través del asesinato si hace falta, pero en honor a la verdad una cinta de terror comercial como Desde el infierno tiene mucho más que decir al respecto que esta peliculita de Woody Allen, en uno de sus peores trabajos. Carece del sentido de riesgo de Sombras y niebla. La integración de la magia con la realidad no da paso a la liberación de los sentidos como en La comedia sexual de una noche de verano. Su mirada frontal sobre una humanidad abyecta huye de la mordacidad de Celebrity. Ni en la realización brilla el sentido de la observación que caracteriza el cine de su autor. Ni su planteamiento resulta tan ingenioso como el de Melinda y Melinda. Ni hay en él el riesgo estilístico de Todos los demás, rodada en cinemascope. En demasiadas ocasiones Scoop cede ante el humor más facilón proveniente de la pluma de Allen desde Todos dicen I Love You. ¿Cómo poder entender entonces Scoop como otro eslabón en su filmografía, sobre todo a la vista de que su siguiente filme, el injustamente menospreciado Cassandra´s Dream, está visualmente más elaborado y destaca por su carácter abrupto y conciso?
En una determinada secuencia de la película el personaje encarnado por el propio Allen le reprocha al que interpreta Scarlett Johanson el hecho de que sea ella la que resulte graciosa: "los chistes los cuento yo" le espeta. Pues bien, Scoop podría verse como un testimonio de un Allen que sabe que el público le ríe menos las ocurrencias, consciente del relevo generacional y del fin de una etapa cuyo recorrido nadie le va a amargar, resistiéndose a que le hagan sombra. A pesar de sus evidentes limitaciones, el filme se parece a una comedia (mérito nada desdeñable, hoy en día) y emociona en determinados instantes por lo que tiene de canto de cisne vitalista: algunas frases ingeniosas, el irónico uso de la música clásica, secuencias tan afortunadas como en la que un espectro es visto por el público de un teatro, la resolución en off de un momento álgido de la trama, el buen hacer de los intérpretes hacen pensar que todavía que el director puede rodar todavía buenas películas en un futuro. Incluso desde el mas allá.
Los chistes los cuento yo
Por Alejandro Cabranes Rubio
Estos días se ha hablado mucho sobre el gusto del director Woody Allen por replantearse su obra anterior. Sin embargo un pequeño ejercicio comparativo nos puede demostrar que tales aseveraciones han de matizarse. Dieciséis años después que Judah Rosenthal (Martin Landau) en Delitos y faltas decidiese pasar página a su vida sin remordimiento alguno, Chris Wilton (Jonathan Rhyes Meyers) en Match Point consolidaba su ascenso social mientras sus fantasmas irrumpían en su existencia. En estas circunstancias no pocos analistas establecieron comparaciones entre ambos filmes, hablando de cierto revisionismo. Más allá de algunos paralelismos argumentales propios de Crimen y castigo, lo cierto es que la una y la otra terminan ofreciendo discursos de otra índole: la primera presenta una digresión sobre la importancia de la perspectiva (incluso divina) ante los actos que se acometen en vida, la segunda trazaba una historia sobre el arribismo puntuada con unas notas sobre la incidencia del azar.
Como hemos podido ver, ese revisionismo crítico de Woody Allen sobre su propia obra es bastante relativo y sobre esa base se ha de afrontar el visionado de Scoop, para algunos la prolongación en clave cómica de Match Point, para otros una continuación de lo ensayado por su director en la magnífica Misterioso asesinato en Manhattan. Su trama detectivesca, la presencia de una pareja que investiga un hecho criminal y la adopción de un tono humorístico facilitarían mucho el argumentar lo segundo. Más bien mirada, Scoop no contiene un agudo retrato de una pareja en plena crisis matrimonial ni ninguna de sus situaciones encumbre una sensación de peligro real, perdiendo de paso bastante gracia en relación al modelo anterior. Sus terrenos discursivos se encuentran en sus pinceladas sobre una aristocracia que tapa sus manchas negras a través del asesinato si hace falta, pero en honor a la verdad una cinta de terror comercial como Desde el infierno tiene mucho más que decir al respecto que esta peliculita de Woody Allen, en uno de sus peores trabajos. Carece del sentido de riesgo de Sombras y niebla. La integración de la magia con la realidad no da paso a la liberación de los sentidos como en La comedia sexual de una noche de verano. Su mirada frontal sobre una humanidad abyecta huye de la mordacidad de Celebrity. Ni en la realización brilla el sentido de la observación que caracteriza el cine de su autor. Ni su planteamiento resulta tan ingenioso como el de Melinda y Melinda. Ni hay en él el riesgo estilístico de Todos los demás, rodada en cinemascope. En demasiadas ocasiones Scoop cede ante el humor más facilón proveniente de la pluma de Allen desde Todos dicen I Love You. ¿Cómo poder entender entonces Scoop como otro eslabón en su filmografía, sobre todo a la vista de que su siguiente filme, el injustamente menospreciado Cassandra´s Dream, está visualmente más elaborado y destaca por su carácter abrupto y conciso?
En una determinada secuencia de la película el personaje encarnado por el propio Allen le reprocha al que interpreta Scarlett Johanson el hecho de que sea ella la que resulte graciosa: "los chistes los cuento yo" le espeta. Pues bien, Scoop podría verse como un testimonio de un Allen que sabe que el público le ríe menos las ocurrencias, consciente del relevo generacional y del fin de una etapa cuyo recorrido nadie le va a amargar, resistiéndose a que le hagan sombra. A pesar de sus evidentes limitaciones, el filme se parece a una comedia (mérito nada desdeñable, hoy en día) y emociona en determinados instantes por lo que tiene de canto de cisne vitalista: algunas frases ingeniosas, el irónico uso de la música clásica, secuencias tan afortunadas como en la que un espectro es visto por el público de un teatro, la resolución en off de un momento álgido de la trama, el buen hacer de los intérpretes hacen pensar que todavía que el director puede rodar todavía buenas películas en un futuro. Incluso desde el mas allá.
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