Los hijos de Saturno
POR ALEJANDRO CABRANES RUBIO
En las primeras imágenes de El laberinto de fauno una niña llamada Ofelia (Ivana Baquero) y su madre Carmen (Ariadna Gil), casada en segundas nupcias con un Capitán franquista (Vidal: Sergi López) del cual espera un hijo, viajan en un coche. La madre sale del vehículo mareada. Su hija también. La cámara la sigue por el sendero que explora: de repente el director Guillermo Del Toro rompe la planificación para enseñarnos cómo Ofelia recoge una piedra perteneciente a un monumento dedicado a un fauno. De manera tan sencilla la película insinúa que el metraje va a bascular entre la representación realista y el componente fantástico, reforzado por dicha ruptura en la planificación: la piedra es el primer eslabón que conduce a Ofelia a otro mundo mágico simbolizado en el laberinto situado en la casa donde les espera el Capitán que se encuentra en la región para dar caza a los maquis. Un lugar habitado por un fauno (Doug Jones) que le revela a la niña su condición de antigua princesa, y desde el cual se combate la mediocridad de la España franquista, cuya encrucijada moral también se dirime en sus angostos pasillos… De acuerdo a la importancia metafórica del decorado, un travelling tomado desde el interior del lugar avanza hacia Ofelia cómo si la observara, cómo si la fuera a abducir, cómo si la reclamara para sí… En él la niña recibirá un libro en el que le encomiendan sucesivas pruebas cuya escenografía Del Toro resuelve con travellings similares a la de la escena ya comentada. El realizador insufla así a la película un aire fantástico refrendado por otros apuntes visuales como la panorámica que va desde la cabeza de Ofelia relatando un cuento a la tripa embarazada de Carmen hasta el interior de la misma, transgrediendo deliberadamente la representación naturalista.
Esa escenografía fantástica contrasta con la triste realidad que impera en un país que espera en vano que la llegada de los aliados a Normandia se traduzca en la incorporación de la ayuda internacional a los que desde el interior reclaman libertad, como la criada de Vidal, Mercedes (Maribel Verdú); quien desde la casa de su señor ayuda a aquellos que luchan en los montes; un espíritu libre como Ofelia que se niega a doblegarse ante la tiranía y cuyas similitudes el realizador subraya con un par de apuntes de puesta en escena. Primero en un encuadre en cuyo primer término se sitúa la niña y el segundo la mujer; después en un travelling que insinúa que Mercedes es observada desde fuera por los suyos –aquellos que representan las fuerzas liberadoras-, y que desde su concepción resulta idéntico a los que acompañan a Ofelia en sus andanzas… Sólo ellas podrán con el poder subyugante del Capitán cuya meticulosidad y templaza es descrita apenas con unos escuetos planos del personaje afeitándose, limpiándose las botas o cosiéndose una herida… A lo largo del metraje ambas vencen su miedo según experimentan el dolor –sea por el temor al asesinato de los seres queridos o la muerte de Carmen cuya pérdida Del Toro expresa concisamente con un plano de su silla de ruedas vacía- y se enfrenten contra el ogro que las retiene. Mientras Víctor Erice en El espíritu de la colmena representaba el inmovilismo de la España de la posguerra con las vías muertas del tren y sus miedos a través de las facultades visuales de una niña, Del Toro asemeja el aparato del régimen con un Saturno que engulle a sus hijos que intentan hacerle cara a través del poder de la imaginación, y cuya magia (y esperanza) es simbolizada en el capullo de una flor que germina en el último plano de la película…
Sólo unos pocos factores impiden que estemos hablando de una obra realmente magnífica. El primero de ellos descansa en la definición abocetada de Carmen. El segundo de ellos deriva como consecuencia del anterior dando lugar algunos episodios muy tópicos (la reacción de la madre enfadada porque la niña se haya manchado su traje nuevo). Por si fuera poco las pruebas mágicas de Ofelia parecen unas piezas no del todo integradas en la trama principal, y la concatenación de desgracias en el tercio final de la película resulta algo forzada. A pesar de ello la espléndida factura, el trabajo superlativo de Sergi López, el alto nivel interpretativo (desde el excelentes Álex Angulo, pasando por los siempre eficaces Francisco Vidal, Ana Sáez, Roger Casamajor, Iván Massagué y Eusebio Lázaro) y su hermoso discurso que la hermana con la anterior El espinazo del diablo (1) elevan a El laberinto de fauno por encima de la media española, obligando a la audiencia, como a la propia Ofelia, adentrarse en lugares insospechados.
NOTAS
(1)En ese sentido operan las presencias de Federico Luppi, Fernando Tielve e Iñigo Garcés.
RUEDA DE PRENSA: "BUSCO LA MAGIA EN LOS LUGARES DONDE NO SE ESPERA"....
POR ALEJANDRO CABRANES RUBIO
La cita es en el madrileño hotel Hesperia. El reloj marca 13:35. El realizador Guillermo del Toro flanqueado por Ariadna Gil, Maribel Verdú, Ivana Baquero y Alex Angulo hacen su entrada en el Sala Sauna situada en el primer piso. Sus primeras palabras esconden una declaración de intenciones: "me gustan las propuestas descabelladas e imposibles". El ambiente es distendido en parte por la espontaneidad y arrojo del autor de Cronos, El espinazo del diablo y El laberinto de fauno con constantes alusiones al rol de mujer maternal que parece haber regido la carrera cinematográfica de Maribel en los últimos años (Del Toro señala que antes usaban a la actriz en escenas de sexo y ahora de madre porque tiene que recoger "el fruto" de sus acciones: "para tener hijos hace falta follar" proclama)… Divertido, señala a la prensa la posibilidad de que Angulo se esconde debajo de la cama de su protagonista infantil, Ivana Baquero…
A pesar del ambiente festivo –y que llega a su cenit cuando un reportero de Caiga quien caiga fotografía al director junto a la silueta de cartón de Pedro Almodóvar para paliar la posible ausencia de instantáneas comunes en la noche de los Oscar-, la rueda de prensa transcurre sin olvidar el objeto por el cual ha sido convocada: revelar los secretos de la última película, El laberinto de fauno. El equipo no se contenta con relatar las anécdotas de la filmación –cf. el problema que generó la secuencia en la que Maribel Verdú ordeñaba a la vaca; la reconstrucción de un bosque cuyo musgo corrió a cargo de la productora; la exigencia Del Toro a Verdú a poner una cara de mayor terror mientras unos cuatros caballos la perseguían en plena montaña-, sino, sobre todo, profundizan en el significado de la obra. Para ello Del Toro rememora el estreno de su anterior incursión en la guerra civil española, El espinazo del diablo, sus guiños visuales (cf. las presencias de Federico Luppi, Fernando Tielve e Iñigo Garcés; algunos recovecos argumentales como las salidas nocturnas de determinados personajes), y sobre todo su sentido cinematográfico. "Busco la magia en los lugares donde no se espera" advierte Del Toro, quien señala que sin la ausencia de la misma la humanidad quedaría abocada a la destrucción. Para él los cinco años que van del estreno de El espinazo… al de El laberinto… no han pasado en balde: "el mundo ha cambiado" y en él la voluntad de las personas se han visto mermados por los designios de determinados políticos, y que sólo se puede recuperar a través del poder de la imaginación incluso cuando la coyuntura no le es propicia. "La realidad más peyorativa destruye la voluntad y la obediencia" recalca. En ese sentido señala que "la posguerra no es mágica" y de ahí el interés de "la posibilidad de la magia en un momento adverso". Esa posibilidad de volver a creer Del Toro la simboliza mediante el personaje de Maribel Verdú, Mercedes, una mujer que al conocer a una niña que todavía lee cuentos de hadas en un mundo terrenal francamente tórrido…
Tal opción comporta para el realizador una postura ideológica: "Todo el cine y particularmente el fantástico es sensible a la política" dado "que el relato no está ausente de la realidad". Nostálgico Del Toro rememora las palabras de uno de sus profesores: "si no te ocupas de la política, la política se ocupa de ti". Para afirmar su discurso sobre el poder de la fantasía para vencer a aquellos que la refrenan con autoritarismo, el director señala que procuró que el “ogro” de la película, el Capitán Vidal, fuese mostrado en toda su brutalidad, pero también en su debilidad…
Las agujas del minutero del reloj casi han dado la vuelta y el director todavía tiene tiempo para reflexionar sobre la situación actual de la industria latinoamericana y española. Para él "vale la pena la necesidad de mirar a nuestros países mutuamente para tener fuerza", para tener voz frente a la poderoso mercado estadounidense. Quizás por ello justifique las subvenciones que invierte en el estado en la producción de las películas, sobre todo en el caso en las destinadas a los incipientes realizadores que quieran rodar por vez primera… Tal vez de esta manera habrían más "propuestas descabelladas e imposibles".
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