SPLENDID´S
Por Alejandro Cabranes Rubio.
Splendid´s. Un título que evoca el esplendor, la cima de algo: un confort que en teoría se debiera traspasar a todo lo que vemos en el escenario: un hotel de lujo donde una banda de criminales ha raptado y asesinado a la hija de un millonario, los esmóquines que visten cada secuestrador… Un brillo tras el cual se esconde la miseria humana. Una obra que su autor, Jean Genet, quiso destruir. Genet, como Eugene O´Neill en relación a Larga jornada hacia la noche, estrenó su pieza más íntima cuando ya no estaba entre nosotros. Su identificación con su experiencia con la vida criminal, su propia estancia en la cárcel, revela la escisión de un hombre que ya no puede más que mirar su propio pasado con una incredulidad y nihilismo galopante. Y así lo ha entendido Juan Carlos Plaza, quien ha ensuciado literalmente esos accesorios de atrezzo para revelarlos su lado más auténtico.
La propia escenografía marca una ruptura con el clasicismo y en parte suple algunos errores estructurales perceptibles en el texto (Splendids es una concatenación de escenas en la que los personajes se van presentando en sucesivas separatas de tal manera que las relaciones entre ellos pierden densidad: el desarrollo es plano y los personajes quedan abocetados, de acuerdo, pero la representación permite conocer más a Genet: las grandes copas ya no nos impiden contemplar la totalidad del bosque). El vestíbulo del hotel tiene una forma de una L invertida que podría aludir a dos caminos perpendiculares que se llegan a cruzar en una situación límite: un policía (Joseba Pinela) que se une a los criminales difícilmente podría llegar a converger con una banda de malhechores cuya cobardía le espeluzna tanto como el carácter abyecto de aquellos a los que antes defendía. Sus nuevos compañeros se agrupan al lado de la escalera por cuyos peldaños descenderá la dignidad de la sociedad. El en cambio se sitúa al lado de las habitaciones, en dirección contraria a la traviesa que forma la L, marcando su lejanía en relación a los demás. Con idéntico sentido, Juan Carlos Plaza traslada allí al más veterano del grupo (Scott: Helio Pedregal) cuando está harto del autoritarismo del jefe (Johnny: Daniel Ortiz); a Pierrot (Patxi Freytex) quien todavía no se ha repuesto de la muerte de su hermano durante el secuestro… Esa dirección contrapuesta obliga al espectador a tener una mirada al escenario dispersa, impidiendo la comprensión total de la acción a un solo golpe de vista. El cristal roto por los disparos se convierte en la expresión material de la fractura moral y por tanto visual que anida en Splendid´s. Si a ello le sumamos que un locutor de radio (Sergio Otegui) se pasea en la sala retransmitiendo la noticia del secuestro; que diversas acciones acaecen simultáneamente en el piso de abajo y en el de arriba, entonces podríamos decir que Splendids apuesta firmemente por la construcción de pantallas múltiples que se replican unas a otras; nos devuelven cuadros aislados que al juntarse forman un collage impresionista. De ahí que el relato tenga más semejanzas con El estrangulador de Boston (Richard Fleischer, 1968), el retrato de una sociedad esquizofrénica en proceso de encontrar el reverso de su propio sueño, que con Reservoir Dogs. De ahí que Splendid´s ponga el acento en el carácter alienante de los personajes visibles en el escenario y los que no lo son, empezando desde unos ricos consentidos a unos políticos represores. Scott sólo es un borracho. Otro raptor, Ráfaga (Alberto Berzal), apenas sabe hablar. El más intelectual de ellos, Bob (Antonio Zabalburu), baila en la escalera cínicamente y denigra a sus semejantes… Ritón (Israel Frías) no es más que un criminal que podría haber violado a la muerta… Bravo (Carlos Martínez Abarca) quiere devolver a la sociedad el mismo desprecio y crueldad que esta la ha impuesto por su doble marginalidad (es gay). Gracias a sus pinceladas sobre los personajes, la obra provoca cierto desgarro en quién ve el espectáculo.
Por Alejandro Cabranes Rubio.
Splendid´s. Un título que evoca el esplendor, la cima de algo: un confort que en teoría se debiera traspasar a todo lo que vemos en el escenario: un hotel de lujo donde una banda de criminales ha raptado y asesinado a la hija de un millonario, los esmóquines que visten cada secuestrador… Un brillo tras el cual se esconde la miseria humana. Una obra que su autor, Jean Genet, quiso destruir. Genet, como Eugene O´Neill en relación a Larga jornada hacia la noche, estrenó su pieza más íntima cuando ya no estaba entre nosotros. Su identificación con su experiencia con la vida criminal, su propia estancia en la cárcel, revela la escisión de un hombre que ya no puede más que mirar su propio pasado con una incredulidad y nihilismo galopante. Y así lo ha entendido Juan Carlos Plaza, quien ha ensuciado literalmente esos accesorios de atrezzo para revelarlos su lado más auténtico.
La propia escenografía marca una ruptura con el clasicismo y en parte suple algunos errores estructurales perceptibles en el texto (Splendids es una concatenación de escenas en la que los personajes se van presentando en sucesivas separatas de tal manera que las relaciones entre ellos pierden densidad: el desarrollo es plano y los personajes quedan abocetados, de acuerdo, pero la representación permite conocer más a Genet: las grandes copas ya no nos impiden contemplar la totalidad del bosque). El vestíbulo del hotel tiene una forma de una L invertida que podría aludir a dos caminos perpendiculares que se llegan a cruzar en una situación límite: un policía (Joseba Pinela) que se une a los criminales difícilmente podría llegar a converger con una banda de malhechores cuya cobardía le espeluzna tanto como el carácter abyecto de aquellos a los que antes defendía. Sus nuevos compañeros se agrupan al lado de la escalera por cuyos peldaños descenderá la dignidad de la sociedad. El en cambio se sitúa al lado de las habitaciones, en dirección contraria a la traviesa que forma la L, marcando su lejanía en relación a los demás. Con idéntico sentido, Juan Carlos Plaza traslada allí al más veterano del grupo (Scott: Helio Pedregal) cuando está harto del autoritarismo del jefe (Johnny: Daniel Ortiz); a Pierrot (Patxi Freytex) quien todavía no se ha repuesto de la muerte de su hermano durante el secuestro… Esa dirección contrapuesta obliga al espectador a tener una mirada al escenario dispersa, impidiendo la comprensión total de la acción a un solo golpe de vista. El cristal roto por los disparos se convierte en la expresión material de la fractura moral y por tanto visual que anida en Splendid´s. Si a ello le sumamos que un locutor de radio (Sergio Otegui) se pasea en la sala retransmitiendo la noticia del secuestro; que diversas acciones acaecen simultáneamente en el piso de abajo y en el de arriba, entonces podríamos decir que Splendids apuesta firmemente por la construcción de pantallas múltiples que se replican unas a otras; nos devuelven cuadros aislados que al juntarse forman un collage impresionista. De ahí que el relato tenga más semejanzas con El estrangulador de Boston (Richard Fleischer, 1968), el retrato de una sociedad esquizofrénica en proceso de encontrar el reverso de su propio sueño, que con Reservoir Dogs. De ahí que Splendid´s ponga el acento en el carácter alienante de los personajes visibles en el escenario y los que no lo son, empezando desde unos ricos consentidos a unos políticos represores. Scott sólo es un borracho. Otro raptor, Ráfaga (Alberto Berzal), apenas sabe hablar. El más intelectual de ellos, Bob (Antonio Zabalburu), baila en la escalera cínicamente y denigra a sus semejantes… Ritón (Israel Frías) no es más que un criminal que podría haber violado a la muerta… Bravo (Carlos Martínez Abarca) quiere devolver a la sociedad el mismo desprecio y crueldad que esta la ha impuesto por su doble marginalidad (es gay). Gracias a sus pinceladas sobre los personajes, la obra provoca cierto desgarro en quién ve el espectáculo.
En ese sentido, cabe atribuir a Juan Carlos Plaza el haber concentrado en una sola imagen la idea derrota: en un espacio estrecho sitúa a Pierrot mientras intenta imitar en un espejo los gestos de su hermano; mientras al lado de la escalera Scott comenta las actividades del primero… Splendid´s habla de la imposibilidad de recobrar la identidad, siquiera a través de su imitación. De ahí esas pantallas múltiples. De ahí que cuando Pierrot difiere del resto de la banda en cuestiones relacionadas con los términos de la rendición, se aparte de todos en un lado de la escalera. Las distancias geográficas se convierten así en el leit motiv visual y temático de la función: puede que la escenografía sea “aparatosa” para algunos, pero lo es de manera coherente con lo que narra, otorgándole una cierta concreción dramática visible para quien así lo aprecie. Como muy bien ilustra el empleo sentido del Réquiem de Mozart o el episodio en el que disfrazan a Johny para hacerlo pasar por la secuestrada… Para hablar de la desintegración de los elementos que vertebraban los cimientos de un país hay que falsificarlos, demolerlos, y llenarlos de máscaras que los hacen bien reales… De ahí que Antonio Zabalburu evoque a la figura de un clown… De ahí que las interpretaciones de Joseba Pinela y Patxi Freytez resulten particularmente físicas, y que la presencia de este último permita ciertas comparaciones con Roberto Zucco, obra en la que el actor participó y también escenificó la miseria que se esconde tras aquello que llamamos globalización. Una nueva sociedad de corte neoliberal –que no liberal- que es mirada con cierto descreimiento por Helio Pedregal. El cansancio vital ante las traiciones y la acumulación de muertos evitará cualquier cambio de actitud, mientras el espectáculo mediático se empeña en lo contrario y asegura a la audiencia de que todo volverá a la normalidad; que el brote de criminalidad ha quedado sofocado, y que ya todo el mundo puede dormir tranquilo. Todo está en paz. It´s splendid.
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