sábado, 8 de marzo de 2008

Sólo para tus ojos

SOLO PARA TUS OJOS
De Shirley Bassey a Sheena Easton
Por Alejandro Cabranes Rubio

Shirley Bassey prestó su voz al tema musical más conocido de la saga Bond, Goldfinger, por lo que ha sido hasta este momento la única cantante que ha repetido en más títulos de la franquicia, concretamente en Diamantes para la eternidad (Diamonds are forever, Guy Hamilton, 1971) y Moonraker (Lewis Gilbert, 1969). En cierta medida musicalmente queda asociada a los orígenes del personaje durante sus primeras dos décadas, en las cuales Paul McCartney, Louis Armstrong, Carly Simon, Tom Jones o Nancy Sinatra también quedaron vinculados a las producciones de Albert Brocccoli. Todos son intérpretes con una personalidad inconfundible. Por eso la prestación de Sheena Easton para Sólo para tus ojos (For Your Eyes Only, John Glen, 1981) no tiene nada de anecdótica. A partir de esos años, con las excepciones de Gladis Knight y Tina Turner, las películas Bond empiezan con las voces de grupos característicos de unos estilos musicales que rompen con el estilo melódico de esas dos décadas: el pop de Easton o el rock de Duran Duran (impensable en los años que 007 se enfrentaba a Scaramanga o Goldfinger) no poseen las connotaciones ideológicas/artísticas de sus antecesores. No en vano, Sólo para tus ojos fue el primer filme de la década que alumbró el deshielo de la guerra fría. Y eso significa por lo menos dos cosas: que la utilidad de James Bond queda más entredicha en los nuevos tiempos, y que debe adaptarse a ellos como evidencia esa ruptura musical antes comentada.

Si a ello le sumamos el hecho de que Roger Moore ya era consciente de que no le quedaban muchas más oportunidades para ¿interpretar? a 007 por cuestiones de edad, no cabe duda de que el personaje dejaba atrás un pasado cinematográfico. Al respecto la primera secuencia de Sólo para tus ojos encierra una declaración de intenciones al contener el definitivo cuerpo a cuerpo entre agente secreto y el número uno de la organización ESPECTRA, Blofeld, el hombre que hizo enviudar a Bond. Ese combate no sólo se salda con la muerte de Blofeld, echando el cierre a una etapa, sino que además presentaba una característica muy peculiar: nunca se ve la cara del susodicho, como en sus primeras apariciones en títulos Desde Rusia con amor (From Rusia with Love, Terence Young, 1962); y no de cuerpo entero bajo los rasgos de Donald Pleasance, Telly Savallas, Charles Grey. Blofeld ya no formaba parte del ideario de Broccoli, pero sí de su socio (el productor Kevin McClory) en Operación Trueno (Thunderball, Terence Young, 1965) quien al preparar el remake del mismo (Nunca digas, nunca jamás) contrató a Max Von Shydow para interpretarlo; aunque también en esta ocasión el tratamiento de la historia hace hincapié en el envejecimiento de 007.

Ese envejecimiento en Sólo para tus ojos se traduce en seis hechos muy concretos: rehusa acostarse con una jovencita (Bibi Dahl: Lynn Holly Jonson); tarda más de lo habitual en cautivar a la protagonista (Melina: Carole Bouquet); engañado casi hace el trabajo sucio del villano (Kristatos: Julian Glover, el mismo que también lograría confundir a Harrison Ford en Indiana Jones y la última cruzada) tomando por un enemigo a un hombre que le ayudará en su trabajo (Columbo: Topol); su misión se desarrolla en la cuna de la civilización occidental (Grecia); y ésta no tendrá un resultado plenamente satisfecho (recuperar Attac, un transmisor que da órdenes de lanzar automáticamente cohetes) al arrojar el Attac al vacío para romperlo sin que nadie pueda usarlo. Al revés que en Moonraker, hay algo parecido a un ligero tratamiento de personajes y eso revierte positivamente en los resultados finales.

Eso no quiere decir que la cinta esté del todo conseguida y no sólo por la clásica rigidez de la estructura narrativa característica de la saga. Para empezar la horrible partitura de Bill Conti resta bastante tensión a la acción, alcanzando su cima de ridículo más grande cuando relaciona musicalmente Madrid con un tema aflamencado muy poco oportuno. De nuevo el sentido paródico que imprime el concurso de Roger Moore termina restando interés a algunas secuencias de acción, como una persecución por las carreteras españolas, repleta de chistes fáciles y planos enfáticos (el primer plano de Roger Moore, horrorizado al ver el coche de Carole Bouquet). Incluso secuencias dotadas de cierto atractivo, como en la que Melina y James Bond bucean sobre varias ruinas griegas están desaprovechadas por su falta total y absoluta de sentido de lo atmosférico.

A pesar de ello, John Glen increíblemente logra bastantes buenos momentos a retener, impensables en alguien a quien se debe un engendro de la calaña de Cristóbal Colón: el descubrimiento (Christopher Columbus: The Discovery, 1992). Pienso en la panorámica que recoge el momento en el que Melina recoge un regalo que hizo para su madre, asesinada ante sus ojos; en la manera de insinuar que un asesino acecha a Melina y Bond mientras bucean; o en el travelling que descubre que ésta espía a Bond en un casino; o en ciertos detalles en las secuencias de acción: el travelling hacia las ruedas de una moto que advierte que Melina será atacada; en el travelling que relaciona a un esquiador, Erich (John Wyman), con el número dos de Kristatos (Locque: Michael Gothard) advirtiendo que ambos están confabulados para matar a Bond… Así mismo destacar en esa balaza positiva dos escenas muy bien filmadas: el asesinato de una Condesa (la que fuera la difunta mujer de otro Bond, Pierce Brosnan: Cassandra Harris) en la playa; y el enfrentamiento entre Bond y un matarife contratado por Kristatos en lo alto de una montaña… También es digno de mención algún apunte sobre Erich (otro heredero directo del personaje de Robert Shaw en Desde Rusia con amor): “ni siquiera habla con las chicas”…y que viene a cuestionar también la transformación del prototipo de los enemigos de 007 durante dos décadas. Puede que Bond dejase de escuchar a Shirley Bassey en beneficio de la más ligera Sheena Easton, pero su aterrizaje en los años ochenta resultaba mucho más óptimo de lo que podía hacer esperarse tras los paupérrimos resultados de Moonraker.

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