domingo, 23 de diciembre de 2007

Babel

BABEL
Multiculturalismo versus pluriculturalismo
Por Alejandro Cabranes Rubio

Relata el Génesis la historia de los hombres que deseaban alcanzar el cielo construyendo una torre, pero fracasaron por la intervención de Yahvé, quien los dividió a través del estallido de lenguas distintas. Alejandro González Iñárritu y el guionista Guillermo Arriaga en plena era Windows excavan sobre los restos arqueológicos que allí quedaron. El fracaso de los individuos llevó aparejada el nacimiento de un pluriculturalismo excluyente en prejuicio del multiculturalismo integrador. Babel nos habla con cierto sentimiento de pérdida de sociedades acorraladas, deportadas de su lugar en la tierra; mal heridas por un sol que abrasa con sus fustigadores rayos a quien se interponga en su camino. Como en 21 gramos ambos artistas indagan en la incomunicación y en la contradictoria convivencia familiar, capaz de colmarnos de felicidad y también de consumirnos. Babel dispara sus dardos contra la falta de humanidad, el fanatismo, llamando a la necesidad del encuentro personal. Su mira telescópica no fija un objetivo, sino que lo fragmenta en virtud de la disolución consumada que intenta reflejar este réquiem por todos los habitantes del planeta.

Quizás por todos estos motivos, la película sea saludada como la última obra maestra de la temporada al conjugar el discurso crítico con una supuesta innovación formal. Bien mirada, ni el primero está esbozado con profundidad alguna ni la segunda resulta tal, a pesar de que Guillermo Arriaga ha demostrado en menesteres anteriores (Los tres entierros de Melquiadades Estrada) su solidez artesanal y de que González Iñárritu es capaz de crear estados anímicos con la cámara. Prueba irrefutable de ello son sus siete candidaturas a los Oscar –que de por sí no desacreditan su posible valía- y que certifican hasta qué punto la cultura oficial ha asimilado y aceptado en su seno sus métodos audiovisuales. Con independencia de los posibles méritos que puedan tener las candidatas a esos galardones, lo cierto es que guste o no corroboran que Babel es una propuesta bastante más domesticada en sus planteamientos y resolución de que lo que pretende vendernos.

Ello de por sí no tendría nada de malo si su guión y realización estuviesen trenzados con un mínimo de rigor narrativo. Pero me temo no es el caso. En Babel González Iñárritu dirige la mirada a territorios internacionales con el fin de retratar la incomunicación entre individuos en apariencia diferente, pero que por mediación de Arriaga están destinados a repetir las mismas acciones por aquello de que “todos en el fondo somos iguales y universales”. Si el filme apunta a un mundo dividido en teoría, ¿cómo uniformiza su plasmación en imágenes a límites insostenibles? Mal que pese, Babel está poblada por individuos descritos de forma unidireccional, sujetos de una pieza cuya estupidez –con su excepción- los convierten en víctimas de aquellos que ostentan el poder, casi todos ellos fascistas sin remisión en nombre del mantenimiento del orden. El metraje gangrena de esta manera una musculatura dramática creíble y se apresura a coser las heridas del neoliberalismo con suturas en apariencia no consoladoras, pero estudiadas con detenimiento más endebles de lo que aparentan. Sólo así se explica que la película finalice con un zoom de retroceso que enmarca a un padre y una hija abrazados mientras surca las calles de Japón, intentando alcanzar el cielo… Miren por donde, lo que prometía ser un relato subversivo concluye con un conservadurismo atroz que se manifiesta –y es allí donde radica el auténtico problema de la película- de una manera cinematográfica inexpresiva, como también sucedía en Crash, otra película coral sobre las colisiones que se producen entre las personas y que agotaba sus recursos narrativos apenas transcurridos sus primeros diez minutos.

Si como hemos visto hasta este momento Babel propone un discurso en absoluto virulento y unos medios muy poco transgresores lo es porqué juega a una doble carta a lo largo de una duración excesiva, entrando en pleno conflicto consigo misma. El presunto aislamiento de los personajes en primeros planos no dice nada sobre su soledad ante el mundo. Sus fallos de raccord deliberados en diversas escenas -que tienen lugar en una boda, en una discoteca, en un autobús- se revelan como elecciones formales no asumidas. Su intención de adoptar una mirada documental se traduce en la filmación de imágenes que parecen auténticas postales para turistas que muestran terrenos rocosos o a unos niños marroquíes que siguen a los extranjeros que visitan su tierra. Babel desertiza su paisaje humano en beneficio del impacto fácil, y su grito enmudecido queda insonorizado por su ausencia de vigor y el desaprovechamiento de buenos actores. Y de esta manera González Iñárritu y Arriega ven su torre aplastada en el suelo y sus cimientos rotos; sin poder alcanzar el cielo.

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