lunes, 24 de diciembre de 2007

La casa de tus sueños

LA CASA DE TUS SUEÑOS
Cosas que hacen que la vida valga la pena
Por Alejandro Cabranes Rubio

De aquí a unos años una determinada crítica se ha encargado de bendecir a todo cine europeo que se precie ya que sin excepción cualquier película de este continente será intelectualmente más inquieta que una estadounidense. En el otro bando hay quien aboga por la universalización de la imagen bajo un único patrón. A la hora de afrontar el visionado de La casa de tus sueños se tiene una ocasión única para cotejar el sendero últimamente trazado por la comedia francesa…

Esta, dicen, se distingue por su tono crítico y su causticidad en contra de la comedia estadounidense que nos ha legado bodrios del calibre de Tienes un e-mail, Mejor…imposible, Nueve meses, por no poner demasiados ejemplos (la lista sería verdaderamente eterna). El planteamiento de La casa de tus sueños arraiga raíces en esa herencia más crítica. La insolidaridad, el fascismo en el trabajo, la nefasta prestación de los bancos, la especulación con la vivienda, el gusto por la chapuza, la traición, los ridículos ideales burgueses que llevan a complicar la vida más de lo necesario, los estúpidos condicionantes que determinan los compartimientos son sólo alguno de los temas convocados, todos muy queridos por otros cultivadores del género como Francis Veber.

Pero...a la hora de la verdad La casa de tus sueños propone un elogio de la felicidad conyugal, la generosidad, y hacia aquellas pequeñas cosas que hacen que la vida valga la pena… El trazo progresista de la película, como en Mifune –ejemplo paradigmático de la comedia europea de los últimos años-, se diluye a favor de un discurso bastante conservador, tan autocomplaciente como el que destilan otras producciones de Claude Berri. Las similitudes con la (peor) comedia made in USA no concluye allí: sus formas cinematográficas devienen igual de formularias con los presumibles montajes de efecto irónico; el humor tan evidente como ramplón desplaza a la ironía, y el resultado se parece a ratos a una especie de Esta casa es una ruina versión parisina. Sólo el trabajo de los actores (empezando por el de su protagonista y director, Dany Boon) impide que el tedio se apodere de la proyección, sin evitar que los resultados sean penosos. Eso sí no habrá quien no olvide rociar a la película con agua bendita.

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