Entrevista: Alejandro Navamuel
Por Alejandro Cabranes Rubio
Por Alejandro Cabranes Rubio
"No creo que se pueda vivir siempre de las ayudas públicas, y a expensas de que te lo den todo hecho: eso conduce a la comodidad y la inacción"
El frío invernal de una mañana de jueves en El Retiro envuelve el encuentro con Alejandro Navamuel. Después de un paseo detrás de la montaña artificial y el antiguo zoológico, se inicia la entrevista en los jardines de Cecilio Rodríguez mientras un pavo real grazna cerca de él. El actor presenta en calidad de intérprete y ayudante de dirección la obra Filomena Marturano, con una Concha Velasco que retoma el papel escrito por Eduardo di Filippo y que dio lugar a varias adaptaciones teatrales a cargo de intérpretes como Judi Dench y Joan Plowright así como dos versiones cinematográficas: Filumena Marturano (E. D. Filippo, 1951) y Matrimonio a la italiana (Vittorio de Sica, 1964). Navamuel se pone en la piel de Ricardo, un sastre, hijo de la protagonista, y que ha de asumir la noticia de que tiene una madre dispuesta a pelear por él. Anteriormente Navamuel encabezó el reparto de El Retrato de Dorian Gray (2004/5).
Alejandro Navamuel: Eloy Azorín tuvo una lesión y hubo que sustituirle. Es una suerte encontrarse con un personaje tan inmenso e inabarcable. A veces te da muy poco tiempo para prepararlo porque me lo tuve que preparar en 15 días. Realmente parece que toda tu vida te has estado preparando para hacer eso y uno se sorprende de la capacidad de trabajo y de ilusión para llevarlo a cabo. Con las funciones, el personaje estaba ya consolidado en Madrid. Alterné el trabajo con Mariano Alameda y ha sido uno de mis mayores regalos en mi carrera como actor. Es un personaje que con esa impunidad, esa libertad, el peso de esa novela para apoyarte…
¿Hasta que punto cree que es legítimo hacer teatro de novelas?
A.N.: Siempre que la adaptación resulte atractivo para el público. Dorian Gray el problema que tiene es que tiene una puesta en escena muy cinematográfica. Plantea una serie de problemas de cambio de espacio. Fernando Savater hizo una versión bastante buena, aunque fue muy criticada en algunas ocasiones… Los espectadores que eran fans de la novela no se vieron defraudados.
Se eliminó el capítulo famoso que resume la trayectoria de Dorian como coleccionador de arte.
A.N.: Esa novela podría durar cinco o seis horas… Cuando adaptas, te preguntas “¿con qué me quedo?”. Se resolvió de manera teatral y muy efectiva. Cuando se estrenó en el Centro Cultural de la Villa por las dificultades técnicas que tiene el teatro hubo que adaptar la gira a Madrid. En la gira resolvíamos con una serie de telones. En Madrid se hacían muchos cambios a la vista. Nos vestíamos en público. Es un teatro en Cinemascope. Sobre todo con el peligro que tienen esas butacas que pueden invitar a reposar. Ahora estamos allí con La duda (adaptación de El abuelo de Benito Pérez Galdós que actualmente protagoniza Nati Mistral), en la que he tenido la suerte de trabajar de ayudante de dirección, me doy cuenta que efectivamente es en Cinemascope porque son ocho metros más de escenario. Y eso es un reto para el actor y el director…
Tanto Dorian Gray como Ricardo son dos personajes muy envanecidos de si mismos…
A.N.: Ricardo puede ser más cercano en el sentido de que su vida privada es más normal sin esa libertad sin límites que tenía el Dorian. Ricardo tiene una necesidad afectiva con las mujeres por el hecho que ha marcado su vida: ser huérfano.
Como Dorian, Ricardo no se enfrenta al principio a la realidad.
A.N.: Aquí le cambia el punto de vista de su vida. Se queda impactado y eso produce un cambio muy profundo en él, y en su manera de entender el mundo. Lleva muchos años con la actitud de buscar afecto y cariño en las mujeres para suplir la falta de amor que tiene. A mi me gusta mucho los personajes que tienen una evolución.
Más marcada que la de Umberto (otro hijo de Filomena interpretado por Vicente Camacho)
A.N.: Tanto los personajes de Vicente como Daniel Huarte aceptan, y Ricardo tiene ese rechazo que va asumiendo poco a poco. Pero cada uno tiene su momento. Es una maravilla redescubrir un autor como Filippo. Este hombre de teatro que era director, dramaturgo, actor. Es una maravilla cómo consigue una estructura teatral casi perfecta. Atrapa al espectador desde el comienzo con una trama ya conocida. Constantemente le da vueltas… Es un autor que recomiendo y que se ha hecho poco en España. Hace dos años en Barcelona hubo una adaptación de Sábado, domingo, lunes con un éxito terrible. Tu qué puedes decir: “¿No hay autores nuevos?”. Sí los hay, pero Filippo se descubre como uno de los grandes. Se pueden decir que esto (varios de los temas de las obras) está superado. Pero aparte de la lectura externa se puede ver como una alegoría de la capacidad de la mujer de decidir sobre sus actos. Sigue vigente. Sólo por ver una obra tan bien hecha y que funciona con el público de esa manera, es un teatro vivo. Durante la gira que hemos tenido este año por España, la respuesta del público ha sido increíble. En Las Palmas hubo unas funciones maravillosas, en ese teatro (Teatro Santa Catalina). Fue un público genial. Estuvimos allí en marzo con un tiempo estupendo. (La entrevista se detiene y sale a la palestra la ausencia de oferta cultural en varias ciudades del país.). Con Filomena, con Concha Velasco, por el cariño que suscita, hemos ido por sitios donde no había estado nunca y ves que la función es bien recibida… Con teatro lleno. Esperemos que en Madrid se refrende ese éxito aunque aquí la cartelera teatral es un poco complicada. Qué te voy a decir a ti que no das abasto.. El público va a los musicales… Tengo la sensación de que perdemos público de teatro. No sé si por falta de interés o porqué. Yo tengo la sensación de que queda en segundo plano.
Alberto Maneiro el otro día comentaba que la gente va a querer tener de nuevo cerca de los actores…
A.N.: Eso es lo que tiene el teatro que hace que sea único. El actor se puede quedar desplomado. Por eso el teatro debe reivindicar su lugar precisamente porque la cosa tiende menos a salir de su casa. Aunque eso este allí, si la gente no va al teatro y no sabe lo qué es, los espectadores se pierden y te quedas en tu casa descargando vídeos… Espero que colabore Filomena…
A.N.: Eso es lo que tiene el teatro que hace que sea único. El actor se puede quedar desplomado. Por eso el teatro debe reivindicar su lugar precisamente porque la cosa tiende menos a salir de su casa. Aunque eso este allí, si la gente no va al teatro y no sabe lo qué es, los espectadores se pierden y te quedas en tu casa descargando vídeos… Espero que colabore Filomena…
El actor Josep Albert (Odio a Hamlet, En torno a la gaviota) se quejaba de la falta de subvención que revierte en el coste de la entrada.
A.N.: En el caso de Guindalera (teatro en el cual Albert ha estrenado) demuestra que el teatro que aunque tenga ayudas se consolidada con propuestas muy interesantes de Juan Pastor. Hay que buscar productos que no sean demasiados ambiciosos. No creo que se pueda vivir siempre de las ayudas públicas y a expensas de que te lo den todo hecho. Eso conduce a la comodidad y la inacción.
¿Cree que Filomena tiene éxito porque apuesta por la fraternidad en un periodo en el que todo el mundo recela de quien está a su alrededor?
A.N.: Ojalá funcione por eso. La lectura de Filomena es cercana. A lo largo de los años uno se va callando, hay un momento que dices “¡basta ya!”. Filomena tiene la valentía de decir las cosas.
En 1979 cuando Concha estrenó Filomena Marturano, en España, que salía de la dictadura, empezaban a reconocerse a los bastardos. Nacían nuevos tipos sociales: el obrero que abre su negocio, el sastre que hacíamos nuevos vestidos de la época…
A.N.: Una España próspera, como la Italia que refleja Filippo: sale de la Guerra Mundial y subsiste. Es una época de fraternidad, de abrirse.
Ese equilibrio que se va trastocar viene expresado por las composiciones geométricas que forman los actores sobre el escenario (abundancia de triángulos, rectángulos), y que se rompe al aparecer un nuevo personaje que se coloca en medio de ese triángulo, cuadrado…
A.N.: (Ángel Fernández) Montesinos tiene una gran experiencia como director. Tiene una maestría en colocar a los actores y todo tiene un porqué. Esa lectura que tú haces, que me parece muy inteligente, demuestra que la situación se define espacialmente.
Hay dos momentos que destacan: cuando ella anuncia su maternidad, y cuando su novio Domenico asume su paternidad los personajes quedan dispuestos simétricamente. En ese momento hay un juego de correspondencia a lectura de guión y de puesta en escena.
A.N.: La reacción de cada personaje es independiente, pero sí hay una lectura espacial que da unidad. Cuando entramos, ella rompe un triángulo.
Otra manera que tiene la escenografía de demostrar que todo ha cambiado es el momento en el qué se pregunta “¿qué fue de Domenico?” mientras vemos reflejado sólo sus piernas en el espejo.
A.N.: (Se ríe). Muy observador… Supongo que cada espectador hace su lectura depende de donde esté sentado.
Cambiando de tema. ¿Sabe si vuelve a Cuéntame cómo pasó?
A.N.: No sé. Como mi trama era secundaria, de marido de la ex de Toni (Pablo Rivero)… Mi personaje tiene un progresismo no tan radical como las posturas de Toni y Marta (Ana Allen). Ahora he coincidido en La duda con Patricia Ponce de León que hace de Mayka y me comentaba que a lo mejor sí. Tengo un recuerdo estupendo. De cómo están cuidados los guiones. Yo estaría encantado de volver.
El capítulo principal en el que intervino fue el del golpe de estado contra Salvador Allende, uno de los que había mayor imbricación de la trama con el momento histórico.
A.N: Sí, piensas, madre mía, después de todos estos años lo que sigue pasando. Es brutal. Fue bueno trabajar con actores que conocen eso de primera mano.
La conversación prosigue durante una hora y media más ya alejada del marco de la entrevista, en escenarios distintos: el estanque, el paseo de coches… Lugares donde se podría incentivar la fraternidad. Como en la Italia que describió Filippo.
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