lunes, 19 de febrero de 2007

Desventuras conyugales de Bartolomé Morales




DESVENTURAS CONYUGALES DE BARTALOMÉ MORALES
Por Alejandro Cabranes Rubio

El pueblerino Bartolomé Morales (Juan Carlos Castillejo) expone al Obispo (Alfonso Delgado) ciertas quejas (cf. la presencia de los curas, la prohibición de comer determinados alimentos) mientras éste está mezclado entre el público, obligando a Bartolomé a mirar fuera de campo. El asunto no es baladí porque en esta adaptación de Ángelo Beolco (Ruzante) las cosas contra las cuales los personajes han de luchar se materializan bastante más tarde de lo que ellos quisiesen. Todo en Desventuras conyugales de Bartolomé Morales resulta súbito: las transformaciones del mismo decorado a través de ingenios, la aparición de personajes a través de las esquinas que forma la casa artificial plantada sobre el escenario, la desaparición de sus enemigos de la misma sala teatral, las subidas y bajadas de los actores por ese hogar manchego de polifacéticos usos. ¿Qué mejor manera de recrear la vida del siglo XVI como algo ajetreado que sólo puede ser estenografiado de manera ajetreada? Incluso cuando los intérpretes se aposentan en mitad del decorado no paran de moverse…como el humo que les da la bienvenida en las puertas del paraíso.


¿Pero qué provoca tal inquietud? Desventuras conyugales de Bartolomé Morales es ante todo una apuesta por la honestidad y franqueza frente a una España que engaña, chantajea, se prostituye, se precipita hacia guerras absurdas, asesina, se ve traicionada y enloquece. Una tierra muerta de hambre, de precaria supervivencia, cuyas ruedas de molino muelen cada hora la inocencia, el estado vital anímico ideal. Frente a la barbarie de nuestra actual civilización, Desventuras conyugales de Bartolomé Morales regresa al origen de nuestra civilización, a las esencias de lo primario; gastando quizás en el intento ciertos hábitos soeces, no por ello menos virulentos, cuando no despiadados tal como ocurre con el uso irónico de canciones populares como Mambrú se fue a la guerra… De esa fuerza bruta nacen momentos muy disfrutables (cf. aquel en el que Bartolomé asesina a un comerciante valenciano mientras la jerarquía de términos visuales en la platea logra crear cierta sensación de opresión).

Los actores entendieron perfectamente en qué clase de obra estaban sin abusar de tics sainescos que en teoría la función les podía permitir. Juan Carlos Castillejo deslumbra en toda su humanidad, en su peso exacto de miseria afectiva, moral y económica. Gloria Villalba compone una Juana de fuerte voluntad, superviviente nata, franca, aprovechada y a su vez tierna. Rafael Núñez traspasa el estado de fidelidad al de traidor con un estilo interpretativo sencillo y efectivo. Sergio Macías, Ernesto Ruiz y Alfonso Delgado encargados de los personajes más caricaturescos resultan más que efectivos en una obra que sabe mirar las cosas de frente, incluso cuando están fuera de campo.

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