sábado, 24 de noviembre de 2007

Metro

METRO
Una estación de paso
Por Alejandro Cabranes Rubio

Antes de iniciarse la representación de Metro en el Teatro Libre Arte se proyectan una serie de imágenes fuera de la sala. Estas corresponden a iconos/personajes/objetos/lugares que de alguna manera serán evocados en la función: París, la estación de Metro de Sol, Clint Eastwood, JFK, destinos turísticos, los Beatles, Kubala, unos pingüinos… Más allá de esa función narrativa de cada uno de ellos, el poder evocativo de cada diapositiva remite a los paraísos perdidos, a una época repleta de ilusiones ya marchitas… En pleno viaje a ese tiempo extinguido, vemos correr a una joven que dice llamarse Agustina (una estupenda Pilar Alonso Agudo) y que se introduce en el patio de butacas. Tras ella entran los espectadores, quienes se ven dentro de una estación de metro… El tren se ha escapado por muy poco y con él la vida. De nuevo el tren entendido como progreso, como evolución… La marcha de la locomotora sólo puede significar demoras vitales y así queda atrapada junto a otro viajero (un joven que se hace llamar Marcelino: Pablo Turégano), en una estación de paso donde todo queda detenido, suspendido… Un purgatorio laico donde meditar y esperar…

En Metro los personajes han quedado prisioneros del espacio, y también de un tiempo pasado al que se aferran, portando en su indumentaria algunos símbolos del mismo; ya fuesen un bolso con un dibujo de Paul McCartney o una colección de cromos del barça… Nos encontramos en un país que avanzaba hacia el ideal de modernización característico de la época que –desgraciadamente- concluyó con el dictado de unas pautas económicas neoliberales en El decálogo de Washington (1989). En pleno frenesí del gran capital, el progreso para la directora Nathalie Pinot -que luego delegó sus funciones a sus dos protagonistas- no lleva aparejada la felicidad. Y la mejor manera de representarlo para ella es repetir algunas de las pautas de un montaje en el que intervino como actriz, El rincón de la borracha, del que rescata su tendencia a componer ciertos retazos de la vida cotidiana más que a “contar una historia”. Unos cuadros donde se acumulan las frustraciones vitales de dos personajes solitarios -aunque estén casado con mujeres que los engañan-, y que deben emprender de esa manera una huida hacia delante, escapando incluso de su identidad real al mentir sobre sus nombres. Embargados por el sentimiento de orfandad, apenas pueden compartir unas horas perdidas en ese andén donde todo se paraliza para bien o para mal. Cuando lleguen a cierta complicidad permanecerán sentados el uno al lado del otro; y cuando su personalidad antagónica se acentúe uno de ellos al menos se levantará de su butaca. Y cuando bromeen sobre su situación se limitarán a rodear el escenario, dando vueltas en definitiva sobre sus propios problemas. De esta manera la dirección minimiza la puesta en escena de acuerdo con la idea de que ese cosmos que compone “se ha congelado” en el tiempo, y por tanto prima la quietud escénica (que no de los personajes)…recurriendo a veces al humor absurdo, pero también desprendiendo un cierto halo de intimidad.

En ese sentido, cabe recordar la escena –y que compendia el significado de la obra- en la que los dos protagonistas entonan Lucía de Joan Manuel Serrat porque no han amado más que aquello que ya han perdido; y su olvido sólo se llevó la mitad mientras su sombra todavía se acuesta en su cama con la oscuridad, entre sus almohadas y su soledad. Para ellos no hay nada más bello de lo que jamás han tenido en esa época que ya pasó y que los dejan inmersos en un túnel cuya salida están muy lejos de contemplar… Gracias a Pilar Alonso Agudo disfrutamos de un personaje femenino al que inculca agresividad, inseguridad; la fuerza y vulnerabilidad de quien se siente amenazado. Pablo Turégano proyecta nerviosismo, intranquilidad, desengaño amoroso y cotidianidad. Juntos se despiden de un público al que han transportado a otra época, a ese tiempo suspendido, que sólo significa el preludio de la catástrofe.

No hay comentarios: