martes, 12 de febrero de 2008

Operación Trueno

OPERACIÓN TRUENO
Los misiles de la NATO
Por Alejandro Cabranes Rubio
Operación Trueno (Thunderball, 1965, Terence Young) es la única película sobre James Bond que ha conocido dos versiones al poseer los derechos de la novela una persona (Kevin McClory) que se desvinculó a la franquicia y contó por si fuera poco con el apoyo tácito de Sean Connery en una nueva versión de la misma, Nunca digas nunca jamás (Never Say Never Again, Irvin Keshner, 1983). Por ello es uno de los títulos más recordados de todos los que se han rodado hasta la fecha. Pero debería serlo por otro factor: Operación trueno tiene el dudoso honor de ser el primer resbalón serio de la saga en el terreno artístico, que no en el comercial. No es que los tres títulos que le anteceden se puedan considerar una obra maestra, pero hacen gala de una concisión y convicción que permiten pasar por alto sus deficiencias (la definición unidireccional de personajes, un patrón narrativo rígido).

Lo más grave de todo ello es que hay un discurso interesante del que se podía haber sacado tajada. En esta nueva misión de 007 (Sean Connery), en la que debe luchar para que el número dos de ESPECTRA (Emilio Largo: Adolfo Celi) no chantajee a las grandes potencias con hacer explotar unos misiles robados a la NATO, cobra cierta importancia la manipulación del cuerpo humano: un villano de ESPECTRA (Conde Lippe: Guy Doleman) finge su muerte y se disfraza de mujer para escapar de Bond; el agente británico mientras prueba una máquina de un balneario ve como un agente de ESPECTRA incrementa la velocidad del artefacto para provocarle un paro cardiaco; 007 se venga de él usando la misma estrategia; Largo aplica “fuego” y “frío” al cuerpo de su amante, Domino (Claudine Auger), cuando esta se pasa al bando contrario; 007 evita que su homólogo estadounidense, Félix Leiter (Rik Van Nutter), lo delate pronunciando su nombre asestándole un puñetazo y tapándole la boca…

Más todo ello no ocupa mucho tiempo del metraje, en el que –pese a todo- se pueden rescatar algunos momentos: la panorámica que descubre a Bond en “el funeral” de Lippe y que advierte de la artificiosidad de la ceremonia; la pelea (muy cruda) entre ambos en la mansión del terrorista); la tensa situación en la que el número uno de ESPECTRA, Blofeld, elimina a un miembro de organización por robar fondos (Young repite el travelling de aproximación con el que mostró la angustia de un colaborador del Doctor No que recibía nuevas órdenes) y tras la cual vemos sudar a todos los presentes (haciendo pensar al espectador que todos ellos también se han adjudicado una parte del botín); la reunión a la que asiste 007 con todos los agentes del servicio británicos a los que nunca llegamos a ver ni un trozo de su cuerpo (redundando así en un tipo de exposición de los hechos más abstracta); la abrupta resolución del homicidio de un esbirro de Celi al cargo de sus propios compañeros que lo lanzan a una piscina donde nadan unos tiburones; o el asesinato de la criminal de ESPECTRA Fiona Volpe (Luciana Paluzzi) mientras baila con Bond (los insertos de una pistola apuntando hacia ella logran generar la tensión deseada).

¿Cómo es posible que a pesar de esos apuntes temáticos y esas ideas de puesta en escena Operación trueno no alcance el nivel medio de la etapa de Sean Connery en la saga? En primer lugar, esa rígida estructura pesa más de lo habitual porque la película no es en absoluto concisa y alarga demasiado secuencias acuáticas, a veces en pro de “captar” el ambiente local (mal también presente en Nunca digas nunca jamás), provocando la caída del filme por la pendiente de la monotonía. A eso se suma la introducción de payasadas que ya anuncian la llegada de Roger Moore: Connery sale de la mansión del Conde volando por lo aires literalmente con un invento de Q (Desmond Llewelyn). Por si fuera poco Terence Young incurre en determinados excesos no justificados como los zoom que se dirigen al botón que controla la velocidad de las máquinas del balneario; y que pretenden transmitir en balde cierta angustia (con unos insertos de ese botón se hubiese logrado lo mismo con más concisión). Y presa del desequilibrio en su estructura dramática y visual, Operación: trueno no atesora la principal cualidad de la franquicia: entretener.

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