miércoles, 20 de febrero de 2008

007 al servicio de su majestad

007 AL SERVICIO DE SU MAJESTAD
...Y Bond enviudó
Por Alejandro Cabranes Rubio
Durante los títulos de crédito de 007 al servicio de su majestad se evoca el rostro de las distintas mujeres que habían caído a los pies del espía británico con licencia para matar. También de los diversos villanos derrotados por él; del Dr. No a Largo. Más tarde en una secuencia de la película las sinfonías de cada entrega se suceden unas a otras, evocando un pasado. La guerra fría entraba en una nueva etapa, dejando atrás la anterior. Adelantándose cuatro años a la crisis del petróleo, 007 al servicio de su majestad ya contiene buena parte del pesimismo de un cine en crisis y convulso; propio de unos momentos históricos de un notable mal estar; de una sociedad a punto de estrellarse contra el abismo existencial. Varias imágenes de la película poseen apuntes al respecto: Bond (George Lazenby) se escapa de la prisión en la que le confina el malvado Blofeld (sibilino Telly Savalas) deslizándose por el engranaje de una máquina…como si fuera el personaje de una película expresionista alemana; en su huida por una feria tropieza con un hombre vestido de oso que le proporciona una fuerte descarga eléctrica; Blofed provoca un alud para atrapar al agente… Más que en ningún título de la saga, James Bond es una persona indefensa; que ha perdido la seguridad de antaño y que por ello se plantea renunciar a sus escarceos y casarse con una millonaria, Tracy (una Diana Rigg de mirada melancólica)… 007 tiene miedo ya que la naturaleza y los seres humanos sufren alteraciones: son susceptibles de ser manipulados físicamente (a traves de "chispazos") y emocionalmente. El propio Bond abre las puertas de su habitación en una mansión manipulando el sistema electrónico. Blofeld es propietario de una clínica para tratar las alergias de unas mujeres a las que hipnotiza para lanzar ciertas armas bacteriológicas (el recuerdo de la Guerra de los 6 días queda evocado a través de ese intento de ofensiva breve y letal), modificando su conducta "normal"… 007 al servicio de su majestad es una película sobre la distorsión: Bond para entrar en la clínica de Blofeld simula ser un experto en heráldica; la ayudante de Blofeld (Irma: eficaz Ilse Steppat) se hace pasar por una de las amantes de Bond; y por si fuera poco el coche de 007 se introduce durante su fuga del lugar en una carrera automovilista…como si fuese un participante más.

Esa realidad transformable por el ingenio del hombre deja al protagonista literalmente inutilizado, sumergiéndole en un mar de dudas; como expresa el travelling que descubre a las “pacientes” de Blofeld que hacen desistir a Bond del propósito de ser fiel a Tracy; o los planos en picado que describen cómo estas comen; engullendo con su mirada a 007. Ello no quiere decir por un instante que Bond no deje de ser el oportunista de siempre: al principio se aproxima a Tracy con propósitos utilitaristas; no tarda mucho en pasar por la cama de varias mujeres; e incluso desobedece las órdenes de sus superiores una y otra vez; a veces haciéndose con información secreta, como ocurre en una secuencia que nada tiene que envidiar a otras de películas de Alfred Hitchcook.

Los demás personajes no se libran de esa mirada crítica: 007 al servicio de su majestad retrata a las instituciones gubernamentales como entes hipócritas que anteponen “la razón de estado” a las personas. La película dispara no menos afilados dardos contra una nobleza utilitaria, que añora días ya pasados y trata a sus herederos como auténticos objetos de una subasta (cf. el padre de Tracy hace tratos con Bond al lado de la intimidad de una chimenea que sugiere hasta que punto es normal y cotidiana esa situación): incluso Blofeld está empeñado en conseguir el título de Conde, demostrando que cualquiera puede aspirar al título. Por tanto el final abrupto y cruel con la muerte de Tracy -asesinada por el fusil de Irma- no es en absoluto inesperado; más cuando en la primera escena de la película el realizador Peter Hunt premoniza el acontecimiento cuando encuadra a Tracy vista desde la mira telescópica de Bond… Entre ambas secuencias hay estampas realmente crueles: 007 se ve obligado a ver el cadáver de un ayudante cuando cae prisionero de Blofeld.

007 al servicio de su majestad es una película muy bien filmada –muy notable la manera de insinuar la fascinación que le provoca a 007 la visión desde el helicóptero de las propiedades de Blofeld- y escrita, posiblemente la mejor de la franquicia precisamente por su carácter más inquietante y dubitativo; un Bond más en búsqueda de sí mismo que en otras ocasiones. Cierto: no goza de la densidad de cualquier aventura del George Smiley, el personaje ideado por John Le Carre; y no carece de defectos (cf. su carácter algo mecánico; las secuencias que narran el enamoramiento de Tracy y Bond que por lo demás son más escuetas de lo esperado); pero al menos sabe sintetizar toda una etapa con una convulsión en su interior nada despreciable.

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