Su nombre es Bond, James Bond
Por Alejandro Cabranes Rubio
Agente 007 contra el Doctor No (Dr. No, Terence Young, 1962) es de todos los títulos basados en el personaje ideado por Ian Flemming el más conocido entre los cinéfilos y ello en virtud de un hecho: se trata del primer filme de la franquicia. Eso no significa que se trate del más logrado de ellos (Al servicio de su majestad es mejor), pero sí es el que menos se pliega a una fórmula narrativa, puesto que esta todavía no había sido probada. Ello revierte en un tipo de relato menos mecánico. Eso no exime a Agente 007: contra el Doctor No de algunos lastres: el filme ya adelanta varios de los defectos endémicos de las producciones de Harry Saltzman y Albert R. Broccoli. Entre estos, destacar por supuesto el predominio de personajes abocetados y definidos de manera unidireccional (no estamos hablando de seres humanos), cierto esteticismo audiovisual (cf. en este caso una serie de fundidos en negro con los que concluyen determinadas escenas como en la que el protagonista besa a una chica; y a las que suele proceder una imagen estereotipada como, por ejemplo, la de un camarero agitando un cóctel); movimientos de cámara demasiado “prefabricados” (cf. la presentación de 007 en un casino donde enciende un cigarrillo, acción que Terence Young remarca sobremanera), una ausencia de turbiedad moral en el fondo de la trama, y también la inclusión de planos innecesarios, y que en este caso están destinados para que admiremos los bustos de la protagonista (Honey: Ursula Andress) y el torso de James Bond (Sean Connery) mientras se duchan para limpiarse de radiación (la escena se demora más de la cuenta por eso).
Quedando muy claro que al abordar estas líneas sobre el Dr. No no se hace con el ánimo de reivindicar una obra maestra, vaya por delante que la película posee bastante interés y no sólo sociológico, sino meramente cinematográfico. No me refiero a su descripción sobre el agente del MI6 con licencia para matar cuyos rasgos expeditivos y machistas no están tan bien perfilados como en otras ocasiones, sino a su aprovechamiento de la coyuntura histórica (la crisis de los misiles) para desarrollar un relato opresivo y conciso sobre el miedo al calentamiento de la guerra fría. La destrucción del programa espacial estadounidense por parte del Doctor No (Joseph Wiseman), un agente de la organización terrorista de ESPECTRA, opera de marco argumental para hablar sobre la esencia del terror.
Quedando muy claro que al abordar estas líneas sobre el Dr. No no se hace con el ánimo de reivindicar una obra maestra, vaya por delante que la película posee bastante interés y no sólo sociológico, sino meramente cinematográfico. No me refiero a su descripción sobre el agente del MI6 con licencia para matar cuyos rasgos expeditivos y machistas no están tan bien perfilados como en otras ocasiones, sino a su aprovechamiento de la coyuntura histórica (la crisis de los misiles) para desarrollar un relato opresivo y conciso sobre el miedo al calentamiento de la guerra fría. La destrucción del programa espacial estadounidense por parte del Doctor No (Joseph Wiseman), un agente de la organización terrorista de ESPECTRA, opera de marco argumental para hablar sobre la esencia del terror.


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