lunes, 26 de noviembre de 2007

Splendids

Antonio Zabálburu, Helio Pedregal
SPLENDID´S
Por Alejandro Cabranes Rubio.

Splendid´s. Un título que evoca el esplendor, la cima de algo: un confort que en teoría se debiera traspasar a todo lo que vemos en el escenario: un hotel de lujo donde una banda de criminales ha raptado y asesinado a la hija de un millonario, los esmóquines que visten cada secuestrador… Un brillo tras el cual se esconde la miseria humana. Una obra que su autor, Jean Genet, quiso destruir. Genet, como Eugene O´Neill en relación a Larga jornada hacia la noche, estrenó su pieza más íntima cuando ya no estaba entre nosotros. Su identificación con su experiencia con la vida criminal, su propia estancia en la cárcel, revela la escisión de un hombre que ya no puede más que mirar su propio pasado con una incredulidad y nihilismo galopante. Y así lo ha entendido Juan Carlos Plaza, quien ha ensuciado literalmente esos accesorios de atrezzo para revelarlos su lado más auténtico.

La propia escenografía marca una ruptura con el clasicismo y en parte suple algunos errores estructurales perceptibles en el texto (Splendids es una concatenación de escenas en la que los personajes se van presentando en sucesivas separatas de tal manera que las relaciones entre ellos pierden densidad: el desarrollo es plano y los personajes quedan abocetados, de acuerdo, pero la representación permite conocer más a Genet: las grandes copas ya no nos impiden contemplar la totalidad del bosque). El vestíbulo del hotel tiene una forma de una L invertida que podría aludir a dos caminos perpendiculares que se llegan a cruzar en una situación límite: un policía (Joseba Pinela) que se une a los criminales difícilmente podría llegar a converger con una banda de malhechores cuya cobardía le espeluzna tanto como el carácter abyecto de aquellos a los que antes defendía. Sus nuevos compañeros se agrupan al lado de la escalera por cuyos peldaños descenderá la dignidad de la sociedad. El en cambio se sitúa al lado de las habitaciones, en dirección contraria a la traviesa que forma la L, marcando su lejanía en relación a los demás. Con idéntico sentido, Juan Carlos Plaza traslada allí al más veterano del grupo (Scott: Helio Pedregal) cuando está harto del autoritarismo del jefe (Johnny: Daniel Ortiz); a Pierrot (Patxi Freytex) quien todavía no se ha repuesto de la muerte de su hermano durante el secuestro… Esa dirección contrapuesta obliga al espectador a tener una mirada al escenario dispersa, impidiendo la comprensión total de la acción a un solo golpe de vista. El cristal roto por los disparos se convierte en la expresión material de la fractura moral y por tanto visual que anida en Splendid´s. Si a ello le sumamos que un locutor de radio (Sergio Otegui) se pasea en la sala retransmitiendo la noticia del secuestro; que diversas acciones acaecen simultáneamente en el piso de abajo y en el de arriba, entonces podríamos decir que Splendids apuesta firmemente por la construcción de pantallas múltiples que se replican unas a otras; nos devuelven cuadros aislados que al juntarse forman un collage impresionista. De ahí que el relato tenga más semejanzas con El estrangulador de Boston (Richard Fleischer, 1968), el retrato de una sociedad esquizofrénica en proceso de encontrar el reverso de su propio sueño, que con Reservoir Dogs. De ahí que Splendid´s ponga el acento en el carácter alienante de los personajes visibles en el escenario y los que no lo son, empezando desde unos ricos consentidos a unos políticos represores. Scott sólo es un borracho. Otro raptor, Ráfaga (Alberto Berzal), apenas sabe hablar. El más intelectual de ellos, Bob (Antonio Zabalburu), baila en la escalera cínicamente y denigra a sus semejantes… Ritón (Israel Frías) no es más que un criminal que podría haber violado a la muerta… Bravo (Carlos Martínez Abarca) quiere devolver a la sociedad el mismo desprecio y crueldad que esta la ha impuesto por su doble marginalidad (es gay). Gracias a sus pinceladas sobre los personajes, la obra provoca cierto desgarro en quién ve el espectáculo.

En ese sentido, cabe atribuir a Juan Carlos Plaza el haber concentrado en una sola imagen la idea derrota: en un espacio estrecho sitúa a Pierrot mientras intenta imitar en un espejo los gestos de su hermano; mientras al lado de la escalera Scott comenta las actividades del primero… Splendid´s habla de la imposibilidad de recobrar la identidad, siquiera a través de su imitación. De ahí esas pantallas múltiples. De ahí que cuando Pierrot difiere del resto de la banda en cuestiones relacionadas con los términos de la rendición, se aparte de todos en un lado de la escalera. Las distancias geográficas se convierten así en el leit motiv visual y temático de la función: puede que la escenografía sea “aparatosa” para algunos, pero lo es de manera coherente con lo que narra, otorgándole una cierta concreción dramática visible para quien así lo aprecie. Como muy bien ilustra el empleo sentido del Réquiem de Mozart o el episodio en el que disfrazan a Johny para hacerlo pasar por la secuestrada… Para hablar de la desintegración de los elementos que vertebraban los cimientos de un país hay que falsificarlos, demolerlos, y llenarlos de máscaras que los hacen bien reales… De ahí que Antonio Zabalburu evoque a la figura de un clown… De ahí que las interpretaciones de Joseba Pinela y Patxi Freytez resulten particularmente físicas, y que la presencia de este último permita ciertas comparaciones con Roberto Zucco, obra en la que el actor participó y también escenificó la miseria que se esconde tras aquello que llamamos globalización. Una nueva sociedad de corte neoliberal –que no liberal- que es mirada con cierto descreimiento por Helio Pedregal. El cansancio vital ante las traiciones y la acumulación de muertos evitará cualquier cambio de actitud, mientras el espectáculo mediático se empeña en lo contrario y asegura a la audiencia de que todo volverá a la normalidad; que el brote de criminalidad ha quedado sofocado, y que ya todo el mundo puede dormir tranquilo. Todo está en paz. It´s splendid.

Como Díos manda

COMO DÍOS MANDA
Por Alejandro Cabranes Rubio

Hoy Mariano Rajoy ha exigido a su partido ganar las elecciones. Es obligación de la oposición señalar las cosas que hace mal el gobierno para un buen funcionamiento de la democracia. Bien podría criticarse en ese sentido errores de escenificación (el último relacionado con el lamentable robo en la Biblioteca Nacional), timideces en su discurso, falta de consenso en algunas medidas como La Ley de Cine. También avalar otras… Sin embargo los argumentos esgrimidos por Rajoy no pueden más que producir risa si no fuera por su ausencia de respeto ya no al PSOE, sino a las reglas del juego democrático.

Para empezar ha criticado la “operación disimulo”, consistente en disfrazarse de españolista. Hartos ya de que el PP y el PNV se adjudicasen para su ideario ideológica la política de Sancho IV de Navarra, ahora en pleno proceso de profundización de las singularidades regionales que permiten romper la bipolaridad de los términos nacionalistas evocados por los estatalistas y los localistas, Rajoy lleva la patria en procesión como si fuese protagonista de una letra de Víctor Manuel. Y aquél que no lo haga, ya no merece su respeto, porque simplemente no es tan auténticamente español como él: un lenguaje que remite a otra época, y que Rajoy pretende “actualizar” mediante la incautación indebida de signos culturales comunes como cierta canción de Jarcha. El expolio de esos objetos/canciones acarrea la perversión de su significado cultural: antes que Rajoy, Aznar obligó a incluir en las pancartas contra los atentados del 11M cierta reivindicación de esa constitución de la que había abjurado en tiempos. Cualquier realidad política cambia y se deben dinamizar las posturas. ¿El PSOE es un partido “rompe España” porque su concepción del país no es decimonónica como la suya? ¿Quiere erigirse en el garante de qué unidad? ¿El PSOE necesita disimular su federalismo –opción política que no debería demonizarse si uno conoce un poco la historia de países como Alemania- tanto como necesitó disimular el PP en su día que fue Al Kaeda quien perpretó los horrendos asesinatos? ¿Cómo se atreve el PP a decir que la gente disimula, cuando en menos de cuatro años manipularon la realidad y luego mantuvieron una postura muy poco congruente ante legislaciones más o menos recientes como el matrimonio homosexual, practicado por cierto por alguno de sus miembros?

En segundo término, destacar su crítica al desmantelamiento de la economía tan rica que recibió en herencia el PSOE a su llegada al poder. El mismo partido que se atribuyó el crecimiento de PIB a su política y su descenso al ciclo internacional, ahora olvida deliberadamente su defensa y achaca esa bajada del PIB al perverso Zapatero. ¿En qué quedamos?, ¿es el ciclo internacional, o los defectos ajenos y méritos propios son exclusivos de los partidos políticos? Es más, ¿cuándo se dejará de confundir la macroeconomía con la realidad social de un país y el reparto de la riqueza?

En tercer lugar, Rajoy ha presumido que puede formar cuatro gobiernos mejores que el que orquestó Zapatero… ¿Reclutará para ello a Acebes, Trillo, Zaplana, Ana de Palacio, Aguirre, Pilar del Castillo? ¿O es que no quiere que le recuerden malas gestiones de la información, políticas educativas clasistas y reaccionarias, lamentables incidentes sobre identificación de cadáveres? ¿De verdad piensa que la población olvida tales descalabros? Un detalle bonito para finalizar. Ha prometido formar “un gobierno como Díos manda”. Yo personalmente no me enteré cuando el Altísimo se ha molestado en bendecir su causa (tampoco sé ubicar cronológicamente cuando hizo lo propio con Franco en su cruzada contra los quema-iglesias). El está legitimado de forma demiúrgica porque en su España sólo cabe un imaginario. El que el representa. Y el que exige a la ciudadanía que lo vote para que gane.

Las tetitas de la vecinita

LAS TETITAS DE LA VECINITA
POR ALEJANDRO CABRANES RUBIO

La lucha contra la destrucción del patrimonio histórico cultural entró en una nueva fase el jueves 22 de noviembre de 2007. Mientras el presidente de la fundación de Amigos de Vicente Aleixandre, Alejandro Sanz, leía por tercera vez su manifiesto –esta vez en Sol-, acompañado de simpatizantes de esta asociación y de otras que defienden causas similares (Caso Albeniz); la prensa prestaba más atención a la defensa del nuevo patrimonio histórico: una modelo, que había ganado el concurso de “las vecinitas de Madrid” en Milano, y que nos saludaba –como si se creyese la Sugar Kane de Con faldas y a lo loco- en bikini desde el escaparate. No llamaba la atención no sólo el hecho en sí, ni siquiera la presencia de periodistas que se veían obligados a cubrir ambos eventos (el de la presentación de la muchacha y la lectura del manifiesto), por cuestiones de proximidad física. Lo más curioso de aquel día consistió en la construcción de un marco escénico memorable para el desarrollo de esos acontecimientos simultáneos en el espacio y en el tiempo. A un extremo de Milano y de los manifestantes se veía un quiosco decorado por la imagen de “la vecinita de Espe” (la tienda de ropa se halla en frente del edificio de la Comunidad de Madrid), muy simbólica por cierto: la chavala nos obsequiaba con su glamour y para ello posaba desnuda (o casi desnuda: no me acuerdo), eso sí cubriéndose sus abultados pezones con dos puntas de su larga melena.

De manera improvisada, aquel 22 de noviembre se constituyó un triángulo significativo en el que dos de sus vértices acorralaban al tercero, cortando la baraja mediática a su favor. Los babosos estampando su lengua en el cristal para ver de cerca la viva imagen de la estupidez, la superficialidad de quien creía evocar cierta sensación de sofisticación; el desprecio a una ciudad en la que el nuevo turismo no vendría atraído por las excelencias de los edificios y las obras de teatro representadas, sino por la silicona esponjosa de la vecinita. El vacío del patrimonio histórico destruido por el Grupo Monteverde y diversas autoridades competentes había sido cubierto. Dos pomelos embutidos en la última línea de moda nos saludaban, dándonos la bienvenida a una era donde la coexistencia había dado paso a la imposición de un único canon cultural. Dos limones a puntos de ser exprimidos por propios y extraños pronto nos harían olvidar el recuerdo dejado en el Albéniz por Xabier Olza, Lidia Otón, Ernesto Arias, Bruno Ciordia, Javier Godino, Asier Etxeandia, Eduardo Mayo, Beatriz Arguello, Jacobo Dicenta, Chema León, Álex García, Víctor Ullate, y tantos otros. El sabor azucarado del zumo extraído de dos enormes naranjas sería un elemento básico de nuestro desayuno matutino. Nuestro paladar ya no estaba para bebidas más sofisticadas. Teníamos por fin lo que queríamos: que un patrimonio histórico cultural perdurase en el tiempo y en el espacio: el patrimonio de la cursilería, la imbecilidad supina, el mal gusto y lo antiestético. Habían podido –nunca mejor dicho- más dos tetas que dos carretas. Y nosotros en el próximo acto estaremos de nuevo allí, en gallumbos si hace falta… ¿No será tal vez que para defender la antigua noción de patrimonio habrá que usar las estrategias de la nueva? Sin duda, quiera o no, daremos compañía a la vecinita, incluso si se precisa pisándole el terreno de la misma forma que ella lo hizo en el nuestro.

Entrevista: Abogados Laboralistas de Atocha

ENTREVISTA: JAIME SARTORIUS, NACHO MONTEJO, ENRIQUE LILLO Y NIEVES SAN VICENTE.
Por Alejandro Cabranes Rubio
(A pesar de no estar presente en el encuentro, Ángel Luis Gonzalo trabajó en el planeamiento de las preguntas).

Martes 27 de mayo de 2003. Son las 14:30. He quedado con los abogados laboralistas Nacho Montejo, Jaime Sartorius, Nieves San Vicente y Enrique Lillo en la casa del primero, en la Calle Génova. Cuando los miro de frente uno no puede más que sentir admiración por una gente que luchó contra la injusticia en este país, contra el dominio de los sindicatos verticales de las condiciones de vida de la clase obrera. Una gente que estuvo dispuesta a dar la vida por normalizar la situación democrática en España, que hicieron frente valerosamente a las amenazas y a la represión franquista, y que en la actualidad viven bajo el recuerdo doloroso de un fatídico 24 de enero de 1977 en el que unos pistoleros contratados por la ulltra-derecha entraron en el despacho laboralista de Atocha y dispararon contra sus compañeros. Supervivientes morales y físicos –Nacho salvó la vida por mero azar-, estos cuatro defensores de la democracia renunciaron a ciertas aspiraciones en el plano político por el bien de la concordia. A pesar de sus indudables méritos, me reciben sin nunca darse importancia a sí mismos, con plena humildad; me atienden con esmero, con evidentes ganas de compartir sus valiosos recuerdos. Se muestran generosos en sus respuestas, sin marcar nunca las distancias entre entrevistador y entrevistados. Nos sentamos a comer junto con Gloria, la mujer de Nacho, y charlamos sobre el resultado de las elecciones municipales del domingo anterior. En el comedor se respira su complicidad, ese pleno entendimiento mutuo propio de quienes han vivido momentos imborrables y dramáticos juntos.

Cuando terminamos de almorzar, Nacho nos sugiere ir a una sala a tomar el café. En ella abundan libros y periódicos. Nada más verla se advierte la afición de Nacho al cine, algo que ratifica la impresionante cantidad de fotografías colocadas en las vitrinas. Fotografías con viejos compañeros de profesión y camaradas. Fotografías de Cristina Almeida durante su viaje a Irak... Fotografías con Emma Thompson, Jacqueline Bisset, Javier Aguirresarobe, Imanol Uribe... Jaime Satorius y Nieves San Vicente se sientan en frente de mi. Enrique Lillo y Nacho se colocan en sendos extremos de la mesa. Enrique enciende un puro.

Son las tres y pico de la tarde y nos preparamos a retrotraernos a otra época. Se interrumpen cuando hablan, mantienen diálogos a dos bandas, contrastan sus opiniones; se interpelan al contestar desviando la entrevista, enriqueciéndola hasta límites insospechados. Su regreso al pasado es total, y para ellos mi oferta, más que una entrevista en sí, es una oportunidad de revivir ese pasado común; de reunirse entre viejos amigos. Uno, en estas circunstancias, se siente tentado, si no fuera por el placer de oírlos discutir, de abandonar la sala, dejar la grabadora en marcha y que sus recuerdos fluyan de forma espontánea; y que esa memoria colectiva se construya sin la presencia de un molesto intruso que fuerza su conversación inoportunamente.

Alejandro Cabranes: ¿En qué se diferencian vuestras opciones políticas de otras opciones rupturistas?

Nieves San Vicente: Yo creo que dentro de la opción rupturista nosotros éramos los únicos que teníamos un planteamiento de desarrollo democrático y de lucha por el socialismo en democracia.

Jaime Sartorius: Nosotros tuvimos siempre una opción importante de ruptura. Había que acabar con el Régimen e instaurar una democracia nueva. Eso no fue del todo posible. Pero la verdad es que fue un empate desde mi punto de vista. Eso ni fue una transición pactada donde ganaron las fuerzas reformistas del Régimen ni ganaron las fuerzas democráticas.

Nacho Montejo: Si no he entendido bien la pregunta tú te refieres dentro de lo que era la posición rupturista, es decir socialistas, comunistas y sectores democráticos... (Jaime Satorius interrumpe a Nacho Montejo.)

J.S.: Las posiciones rupturistas eran de la Junta Democrática para la izquierda.

N.M.: Democráticas no eran sólo comunistas.

(Enrique Lillo no deja termina de hablar a Nacho Montejo, desviando la conversación hacia las opciones rupturistas de carácter violento.)

N.S.V.: Nosotros éramos lo únicos que dentro de esa opción rupturista planteamos la lucha democrática por el socialismo.

Enrique Lillo: ¡Lucha pacífica!

A.C.: ¿Cómo se enmarca vuestra opción política en el seno de la Junta Democrática?

J.S.: La Junta Democrática se tuvo que hacer deprisa y corriendo. Yo creo que estábamos en el Partido Comunista en aquella época. El P.C. tuvo una política, una estrategia, que fue el Pacto para la Libertad. Intentó, desde el año setenta, que todas las fuerzas políticas que entonces existían en contra de la Dictadura firmaron un pacto por la libertad. Convenció a casi todos y se lo cargó el señor Gil Robles. Se negó a firmar ese pacto y arrastró a Ruiz Jiménez y a otros y ya esa posibilidad no se dio. ¿Qué pasó entonces? Que las fuerzas democráticas salieron de allí divididas. Al final se concretaron en lo que se llamó la Junta Democrática y la Plataforma Democrática. ¿Qué ocurrió? En el año setenta y cuatro Francisco Franco le pega el patatús y parece que se muere. Por lo menos el P.C. tuvo los santos reflejos de decir “no se puede morir sin que haya algo que ofrezca como una alternativa de oposición”. La alternativa que ofreció, que se intentó que fuese lo más amplia posible, pero no pudo.... Se quedó con Tierno, con ex opusdeístas y con gente del Consejo Privado de Don Juan y muy poca gente, y algún partido marginal como los carlistas. Todos estos grupos formaron la Junta Democrática. Lo que pretendían que se creara un gobierno provisional, que preparase unas elecciones, una constitución...

A.C.: ¿Qué proyectos tenía la Junta?

J.S.: Traer la democracia a España.

N.M.: La Junta Democrática no fue un ajuste de cuentas con el Régimen, pero no lo que fue después. Es evidente. Al final fue una ruptura pactada en la que los del sindicato vertical se reciclaron en funcionarios del Estado, los del movimiento de la Sección Femenina ídem. Esa estructura del Régimen se diluyó en el aparato del Estado con las consecuencias que hemos visto después.

A.C.: Vuestra opción política corrió pareja a la del PSOE, ¿Cómo valora la creación de la Plataforma Democrática?

J.S.: Yo creo que fue una respuesta a la Junta Democrática. Todas las demás fuerzas políticas que no estaban en la Junta, porque pensaban que estaba demasiado dominada por el P.C., crearon la Plataforma como contrapeso para jugar también su papel. Tenían muchísima menos fuerza que la Junta Democrática desde el punto de vista de los apoyos en la calle, pero desde el punto de vista sociológico y de influencia internacional la tenían y mucho.

A.C.: ¿Qué factores y condicionantes obligaron a la unión de ambos proyectos?

J.S.: Yo creo que llegó un momento que era elemental. Había que hacer una plataforma unida para negociar con el Estado.

N.S.V.: Pero hay un factor sin el cual no se hubiese producido: es la importancia que tuvo en la oposición al franquismo el P.C.S. No nos hubiesen dejado absolutamente marginados. Lo intentaron, pero no lo pudieron hacer. Si el Partido Comunista no hubiese sido la fuerza más importante en la lucha contra el franquismo no hubiese habido la unión de las dos plataformas y nos hubiesen dejado fuera.

N.M.: No había más remedio que hacer una cosa unitaria frente al vacío del Régimen. Que se hundía.

N.S.V.: No se hubiese producido esa unidad de no ser porque hubiesen intentado marginar al P.C. Porque era la única fuerza, o prácticamente la única, que había combatido a Franco en la clandestinidad.

J.S.: Tenía fuerza de masas. Gente capaz de movilizarse, de hacer algo. Había miles de personas en la Puerta del Sol gritando “¡Carrillo libertad!”

N.S.V.: Cuando detuvieron a Carrillo salimos dispuestos a que nos matasen ese día.

N.M.: Lo oyó el propio Carrillo en los calabozos.

J.S.: Lo oí yo que estaba en el calabozo.

N.S.V.: ¿Tu te acuerdas de eso Enrique? (Enrique no contesta.)

J.S.: Fui a ver lo que pasaba. Fui a negociar con el Ministerio del Interior. Me engañaron.

N.M.: Y de paso te detuvieron.

J.S.: Intenté negociar. La cuestión es simple: al final me llamó Tomás y dijeron “vamos a ver lo que pasa”. Y fuimos allí tan tranquilos, estaba la policía detrás de las puertas. Dijimos “¡Sí ya sabemos lo que ha ocurrido!”. Y nos metieron en el calabozo. Allí estuve con todos menos con Carrillo. Y es ahí donde oíamos “¡Carrillo libertad!”.

N.S.V.: Yo estuve en Zaragoza.

N.M.: Yo en el Café Triana.

A.C.: ¿Qué substratos sociales existieron como apoyo a los partidos políticos y cómo influyen en su actuación?

J.S.: ¿Actuación donde?

A.C.: En la actuación política.

J.S.: Yo creo que los substratos eran clarísimos. Eran trabajadores concienciados.

N.S.V.: Comisiones Obreras.

J.S.: Estudiantes e intelectuales.

N.S.V.: El movimiento obrero, fundamentalmente Comisiones Obreras porque tampoco UGT existía demasiado. Y movimiento universitario.

N.M.: Tampoco existía el PSOE. El PSOE no era nada. Ni después de Suresnes. El PSOE fue con la democracia. Si tú lees la biografía de todos los dirigentes veras que todos entraron en el setenta y seis y setenta y siete. Lo que era el PSOE en la universidad y fábricas no eran ni Dios. No había PSOE.

N.S.V.: Yo en la universidad cuando me echaron de Zaragoza no conocía ni a un solo militante del PSOE.

J.S.: Yo te voy a contar una anécdota curiosa. Después del 1001 como hubo una solidaridad internacional, sobre todo entre los sindicatos, se intentó crear un tribunal sindical internacional. Que era el primero que se creaba después de la Segunda Guerra Mundial y por primera vez intentaba agrupar a socialistas, a comunistas y a católicos. Lo apoyaron los sindicatos italianos, franceses, nórdicos. Todo el mundo estaba de acuerdo con eso. Empezamos un trabajo a fondo. Me tocó ir por parte de Comisiones. Estaba también Llamazares. ¿Te acuerdas de Llamazares el de Comisiones?

N.M.: Sí.

J.S.: Pues íbamos los dos. Hasta que desapareció.

N.M.: ¿Qué es de él?

J.S.: Está de profesor. Y Pablo Castellanos por U.G.T. Conseguimos hacer un trabajo estupendo. Cuando llegó el momento de recopilarlo todo no había nada de represión contra el PSOE y U.G.T. No existía. Había una cosa antiquísima de Nicolás Redondo del año sesenta que lo habían detenido. Consecuencia no se celebró nunca el Tribunal.

A.C.: ¿Qué papel juega el eurocomunismo en el proceso de la transición y oposición al Régimen?

N.M.: Una utopía de lo que pudo ser y no fue.

J.S.: Una clarísima opción del comunismo. Sobre todo a partir de la primavera de Mayo. Fue una gran frustración. Fue para mí la tumba del comunismo. Si el bloque socialista hubiese aceptado la reforma en Checoslovaquia veríamos donde estabamos ahora. Pero no la aceptó. No aceptó que el propio partido se democratizase y democratizase a la sociedad. Se lo cargó. Y los invadió. Y lo jorobó. El lema del eurocomunismo era comunismo y libertad, aceptando las reglas democráticas. No llegando al poder mediante golpes de estado.

N.S.V.: Hay que reconocerle a Carrillo su papel en tanto que fue... (Jaime Sartorius toma la palabra y deja a Nieves San Vicente sin terminar.)

J.S.: No sabes cómo fue. Nos reunieron a la agrupación en 1968 en casa de María Luisa Suárez. (Nacho Montejo empieza a reírse.) Nos reunieron allí y el pobre Simón, preocupadísimo, nos contó lo que había pasado en Checolosvaquia, cuál era la posición del partido, tenía problemas con el exilio. Claro, como todo eso venía desde el exilio tenía muchos problemas. Pero no dejamos hablar a Simón ni diez minutos. Porque estábamos absolutamente de acuerdo. Simón se quedó con la boca abierta. Lo tuvimos clarísimo. ¿Cómo vamos a estar reivindicando la democracia en España si no la reivindicamos en los países socialistas? Esto es ridículo.

N.M.: Yo creo que era una utopía.

N.S.V.: La Primavera de Praga, la influencia de P.C.I.... (Nieves no puede terminar la frase.)

N.M.: Jaime desde el momento que hay libertad tiene libertad para montar su negocio y su empresa. Es que eso no tiene nada que ver con lo que era el comunismo.

N.S.V.: Eso no estaba en contradicción con el eurocomunismo. Todo lo contrario.

N.M.: Lo que digo es que eso de comunismo y libertad era una utopía de lo imposible. Hubiese desembocado en una transición y en una economía de mercado.

N.S.V.: Pero no sabemos en qué hubiese desembocado.

N.M.: Es que no hay otro invento.

N.S.V: No sabemos si hubiese conseguido pervivir, hubiese florecido muchas cosas, entre ellas la cultura, que ya de por sí tuvo sus brotes magníficos hasta en forma de orquestas de jazz en Checoslovaquia.

N.M.: Lo que sí que es cierto es que en España fue una cultura de educación democrática para los militantes comunistas. Con cincuenta y cuatro años me he enterado que no fuimos comunistas en el sentido de que, lo ha quedado, como el concepto de comunismo para la historia.

N.S.V.: ¡Ah no!

N.M.: Creíamos que éramos comunistas, pero no. Seríamos otra cosa.

N.S.V.: Yo discrepo.

J.S.: Éramos un partido comunista moderno, abierto y democrático.

N.S.V.: Estoy con Jaime.

J.S.: Lo demás son tonterías.

A.C.: (Intento volver a centrar la conversación en plena discusión.) ¿Cuál fue la reacción de los sectores reformistas en ese momento en el gobierno? Areilza y compañía...

N.S.V.: ¿Crees que había sectores reformistas en el Régimen?

N.M.: Los sectores reformistas son los que hicieron que la ruptura fuese pactada o que la reforma fuese rupturada.

N.S.V.: En el Régimen sí, pero en el gobierno no. Es lo te quería decir.

J.S.: Se habían dado cuenta de que lo que Franco había dejado todo atado y bien atado era un cuento chino. Había habido una evolución tremenda en la sociedad, el país era mucho más moderno de lo que ellos representaban. Se dieron cuenta de que se habían bajado de la historia y que era necesario reformar. Además había habido una Guerra Civil de tres años que había sido horrorosa. Estaban convencidos de que eso no se podía volver a repetir. Porque era un horror. Pero claro que los reformistas tuvieron fuerza. Se organizaron y ayudó eso además a la muerte de nuestros queridos compañeros de Atocha. El impacto de la muerte y de la reacción.

N.S.V.: Respecto al gobierno en el P.C. pecamos de optimistas.

J.S.: Pero el gobierno aceptó la transición.

N.M.: Como Suárez había mucha gente y prueba de ello es que el gobierno de UCD sale de las urnas. De la UCD salen todos los reformistas del régimen.

N.S.V.: En vida de Franco, de sectores inmovilistas, desarrollistas.

A.C.: ¿Cómo consideran que influye el proceso desarrollista en la voluntad de reforma de importantes sectores de la sociedad?, ¿Cuál era el comportamiento político del empresariado?, ¿Qué intereses tenían estos sectores de entrar en la CEE?

E.L.: Reivindicaba el salario, el convenio.

N.S.V.: Surgieron las primeras huelgas.

J.S.: Los que provocaron el desarrollismo desde el gobierno eran grupos muy poco permeable. De todas maneras López Rodó y compañía que eran el sumum se pusieron con Fraga y los demás en Alianza Popular. Eran los siete famosos diputados que salieron del franquismo. No estaban por la labor de reforma ni mucho menos. Otra cosa son los empresarios que se aprovecharon de la entrada en Europa. La entrada en Europa venía bien a todo el país y para la izquierda era una reivindicación de toda la vida: la democracia, el desarrollo.

N.S.V.: En concreto el PC afortunadamente lo tuvo claro bastante pronto. Yo recuerdo que en la universidad un verano nos dieron un cursillo sobre el Mercado Común, pero con la idea de que era algo muy positivo para nosotros. Como una de las exigencias era la libre circulación de las personas nosotros no teníamos ninguno pasaporte. Para reducirlo a una anécdota.

A.C.: ¿Qué actitud mantuvieron esos grupos reformistas y la ultraderecha hacia las actividades del PCE y otros grupos de presión?

J.S.: En un primer momento lo que intentaron es dejar al PC marginado, sobre todo los reformistas del régimen hasta que se dieron cuenta de que no era posible instaurar una democracia dejando marginado al partido comunista. No cuadraba y no hubiese sido una salida pacífica. Y terminaron aceptando. Ahora, la ultraderecha no estaba en contra de nosotros, sino de la democracia en sí.

E.L.: Sí conspirando, preparando un golpe de estado, asesinando, terrorismo, matando.

A.C.: ¿Qué papel jugaron los despachos laboralistas en el proceso de la transición?, ¿se centraban en cuestiones eminentemente laborales o poseía también connotaciones políticas?

N.S.V.: Muy gordas. Los primeros abogados que defendieron asuntos laborales eran abogados del PC que se dedicaron a la defensa de presos políticos que a la defensa de los trabajadores porque, entre otras cosas, había pocos trabajadores que se decidiesen a reclamar fuera del sindicato vertical. A partir de las elecciones sindicales del sesenta y tres se empiezan a formar los primeros abogados laboralistas. Son las elecciones del sindicato vertical donde masivamente por una consigna política del PC y CCOO entran jurados y enlaces, que son gente mucho más joven que hasta la que en ese momento había dominado el sindicato vertical. Son gente sobre todo de CCOO. Y a partir de allí es cuando surgen los despachos laboralistas como despachos especializados en la defensa de los trabajadores exclusivamente.

A.C.: ¿En qué coyuntura se fundó el Despacho Laboralista de Atocha?

N.S.V.: Esto es mejor que lo cuente Nacho.

N.M.: Atocha fue una escisión de otro despacho muy antiguo en Madrid que estaba en el Paseo de la Calle de la Cruz. Hicieron una escisión, encabezada por María Antonia Lozano y con Carlos del Río, Dolores Sánchez Silvestre, Isabel Mateos, su secretaria, que fundaron el Despacho de Atocha en el año setenta y dos. Yo estuve trabajando en otro Despacho Planeta en el año setenta y tres y pasé en enero del setenta y cuatro a trabajar en el despacho de Atocha. El Despacho del atentado se abrió en el septiembre del setenta y seis. Cuando el atentado llevaba abierto cuatro meses. Era un despacho creado en las condiciones de semi-legalidad, fundamentalmente para el apoyo de sindicatos. Estaba allí gente reunida.

N.S.V.: A mí lo que me han contado del primer despacho laboralista, el de la Cruz, es que el alquiler del despacho lo pagaba el PCE. Además de ser comunistas los que lo componían, prácticamente estaba subvencionado por el PC. Porque el alquiler lo pagaba el PC.

N.M: ¿Sí?

E.L.: Eso es lo que pone el libro de la memoria de Atocha.

N.M.: Eso no lo sabía yo.

J.S.: En Getafe el dinero para alquilar, para la fianza, es de Atocha. Pero lo que pasa es que nosotros, después de aceptar una ayuda mensual, devolvimos hasta la última peseta de lo que nos había costado.

N.M.: En Atocha desde luego yo sé que se montó con la gente de la Cruz. Ya había actividad, una especie de cultura de un núcleo de la clase obrera que quería tener abogados independientes de los sindicatos verticales. Está claro. El despacho de Atocha cincuenta y cinco, en el año setenta y seis, se montó con los fondos de inversión del PSOE.

N.S.V.: El despacho de la calle de la Cruz lo mismo que el de Getafe en su momento de constitución.

N.M.: Sí. Eso les pasó igual que los del PSOE. El despacho de Fernando VI, que lo contó Don Juan Miguel Torres, que contaron con fondos del UGT y el PSOE. No sé sí incluso del exterior.

N.S.V.: Ese lo montaron cuando existía una necesidad del movimiento obrero de tener sus propios abogados defensores a raíz de esas elecciones.

N.M.: Sí, independientes y eso. Hasta entonces la gente mayoritariamente recurría a los abogados de los sindicatos verticales. Nosotros llevábamos una parte minoritaria del trabajo laboral. La parte mayoritaria la llevaba el sindicato.

A.C.: ¿De donde procedían los abogados de los despachos?

N.M.: Yo de lo que puedo decir es que los propósitos por los que se crean, los abogados laboralistas procedían del núcleo de la universidad, de los estudiantes de derecho concienciados y politizados. Y organizados. Al primer palo que te daba la policía allí en la facultad te hacías anti-franquista. Yo el primer palo y la primera detención.... (Nacho no completa la frase.) El primer despacho que conocí fue el de Paquita Sauquillo. A través del proceso que tuve, por razones familiares conocí a Paquita, el primer despacho que defendía a obreros y estudiantes contra la dictadura era el de Sauquillo. Era una especie de compromiso de militancia. Así es como se inició.

N.S.V.: Sí, sí, sí... Era una continuación de lucha en la universidad. Yo me hice abogada laboralista porque era militante del PC. En un primer momento, en CCOO, mi sentimiento hasta que llegué a Getafe era que era una abogada comunista, cuya militancia le llevaba al movimiento obrero. Posteriormente ya cambié.

(Nacho Montejo nos ofrece una segunda taza de café mientras los demás seguimos la conversación.)

J.S.: Yo me hice laboralista porque era una necesidad. Estaba concienciado. Cuanto el despacho se movió un poquito, creció, lo dejé porque a mi no me gusta el derecho laboral.

N.S.V.: Lo que ha dicho Jaime es muy importante, ya que no le gustaba el derecho laboral, mientras que a los demás sí. Se hizo laboralista porque había una necesidad de abogados que defendiesen a trabajadores desde el punto de vista de la izquierda.

A.C.: ¿Y la financiación del despacho del atentado donde procede?

N.M.: La financiación del Despacho generaba recursos. El despacho que tuvo más éxito popular fue el de Atocha. En Atocha teníamos el doble de metros cuadrados. Llevamos a tener seiscientos metros cuadrados en dos pisos. (Intercambia datos con Enrique Lillo.) Nosotros teníamos cuarenta y cinco tíos en plantilla.

E.L.: Tenía más carga de trabajo.

N.M.: Yo tengo datos económicos del año setenta y siete. El despacho rentable era Atocha. Atocha combinaba lo pequeño y lo grande en clientela. Como debe ser un despacho de abogados.

N.S.V.: Yo recuerdo a las coordinadoras que venían al despacho de Zaragoza, siempre nos planteaban los sistemas de cobro de Atocha cincuenta y cinco.

N.M.: El despacho que financió toda la caja común del setenta y siete fue Atocha.

A.C.: Desde vuestra posición de abogados laboralistas, ¿cómo veías la situación de los sectores obreros?

N.M.: Estaban jodidos.

J.S.: Desde hace años la patronal tenía que negociar con CCOO los convenios.

N.M.: En los últimos años del franquismo, CCOO, a pesar de que les daba por saco la policía y a pesar de que había detenciones, negociaba con la patronal. Porque la patronal sabía que eran los líderes que les garantizaba la paz social. Al final el empresariado va al sur que calienta y santas pascuas. Y hacer negocio. Si tiene que negociar con el diablo para sacar adelante su negocio, negocia con el diablo. Era lo que ocurría con la gente de la construcción.

J.S.: Después del Proceso 1001, se condena a la dirección hasta veinte años de prisión.

N.M.: A tu primo.

J.S.: A veinte años por formar parte de una sindical obrera subversiva. Era un régimen horroroso.

N.S.V.: De esto sabe más Jaime que yo, pero creo recordar que las condenas eran muy diferentes cuando detenían a un estudiante que cuando detenían a un trabajador. Los condenas eran más contundentes en el caso de los trabajadores. El gran acierto de CCOO fue su infiltración en los sindicatos verticales. Eso le dio ya tener una estructura estatal muy importante cuando llegó la transición.

N.M.: Nieves, a nivel de represión del TOP, lo que penaba más era la pertenencia al Partido Comunista.

N.S.V.: Los universitarios éramos todos hijos de la pequeña burguesía más o menos. Tampoco les interesaba crear en esa clase social una intranquilidad. Y había enchufes.

E.L.: Menuda gentuza. Probablemente los informes de la Brigada Política Social era la pieza de convicción principal que tenía el tribunal. Los informes de la policía eran más duros con los cabecillas de huelga que con estudiantes e hijos de estudiantes.

N.M.: A los estudiantes díscolos de a pie. Pero como fueses un estudiante díscolo que hiciese propaganda con unidad del PC...

J.S.: Quiero decir algo de CCOO. En esa época se elevó el nivel de vida de los trabajadores. No podéis imaginar la capacidad de negociación.

E.L.: Las grandes subidas salariales en España, que todavía hay muchos obreros que se acuerdan. Los jubilados.

J.S.: Pero no sólo eso. La construcción deja de trabajar los sábados y se van todos los viernes a la una del mediodía gracias a comisiones.

E.L.: Sí señor.

J.S.: A ver qué sector laboral tiene eso ahora. Yo desde luego no. Los sábados trabajo. Los domingos a veces.

N.M.: Los actores también tuvieron su huelga en los años setenta con Juan Diego y Conchita Velasco. Trabajaban trescientos sesenta y dos días al año. Con doble sesión. Es decir hacían catorce funciones a la semana y gracias a aquella huelga tuvieron un día de descanso a la semana y luego desembocó en lo que se hace en Europa, ocho funciones a la semana.

A.C.: Hemos visto cómo a lo largo de la transición se peleó por la necesidad de nuevas condiciones laborales. Vuestro trabajo, vuestra contribución a la mejora de vida de los trabajadores irritó a la ultraderecha como es de todos conocidos. ¿Cómo se desarrolló la jornada del 24 de enero de 1977?

N.M.: Aquella semana fue una semana mala en Madrid. Había empezado la semana matando a aquella chica...

A.C.: Mari Luz Nájera.

N.M.: El chico que mataron en la Gran Vía.

A.C.: Arturo Ruiz.

N.M.: Exactamente. El lunes 24 de enero fue normal. Aparentaba normal la cosa. El despacho estaba todo el día reuniendo a gente. Teníamos un gran distribuidor, por el cual podían estar hasta cien personas. Hacían la consulta estando reunidos CCOO, el transporte, la sanidad, lo que fuera. Aquella tarde yo estuve haciendo una consulta normal y entonces a las diez de la noche vino Gloria, que estaba embarazada de mi hija Lola, a recogerme para ir al teatro. Me quedaba una visita todavía y no pude verle. Le dije si podíamos reunirnos al día siguiente a las cuatro por no hacer esperar a mi mujer en ese estado. Estaba mi secretario, Ángel Rodríguez Leal, represaliado de la telefónica, que fue uno de los muertos. Estuve con Javier Sauquillo y Dolores González Ruiz que no fueron al teatro de milagro. No lo conseguí convencer. Estaba Miguel Sarabia, Luis Javier Benavides, Enrique Valdevira, Luis Ramos, Alejandro Ruiz Huertas. Ellos tenían una reunión de abogados. Yo me fui a las diez y media y salí del despacho. Estaba el portal cerrado, por lo cual ya habían subido los asesinos al descansillo de la escalera. Cuando nosotros bajado, ellos ya habían subido. Nos despedimos de Ángel Rodríguez Leal, porque a todas estas yo había tenido una amenaza de muerte en septiembre del setenta y seis y estaba acojonadillo. Ángel Rodríguez Leal, que era buen chaval se quedaba todas las noches a esperarme a pesar de que no era una obligación suya. Era un tío super solidario. Gloria y yo nos fuimos al teatro Alfil, para ver un espectáculo de café berlinés. Llegamos a las once de la noche y empezó el teatro. Empezó a las once y veinte. Yo pienso que fui el último de España que se enteró del asunto. Yo salí de allí a la una y media. Llegué a mi casa, en Arturo Soria. Sale Manolo Ballón en el chalet de Arturo Soria a las dos de la mañana y me pregunta “¿qué ha pasado en Atocha?”. ¡A las dos y media de la noche! . “Lo de todos los días, la consulta. Me he ido del despacho a las diez y media para ir al teatro”. “Que han tirado el despacho”. “Imposible si he estado yo hasta la diez y media”. “Seguro, seguro. Que está El País al teléfono”. Fue terrible. Para mí es el recuerdo de la noche fue la madrugada porque yo me enteré tan tarde. Y digo tan tarde porque a los diez minutos lo sabía toda España. Yo estaba seguro que en el teatro lo sabían. Estuvieron dudando si suspendían o no la función. Había poca gente en el teatro. Cuarenta o cinco personas. Empezó a las once tarde. Empezó un poco tarde para Madrid. Pero como nadie salió para decir nada... Oye vimos la función y nos fuimos a casa. Pasamos por el despacho de Santa Bárbara y estaba cerrado. Y nos extrañó a Gloria y a mí. Dijimos “nos vamos a casa y ya está”... Cuando llegamos a casa y me encontré con el tomate creí que me daba un ataque. Se me saltan las lágrimas de recordarlo porque claro el despacho de Atocha de entonces había gente más joven, había gente que con los tiros no se los reconocía...Los de El País me dieron la lista de los muertos y estaba yo entre los muertos. Si es que yo tenía que estar entre los muertos. Si lo increíble es que tuviésemos la suerte, la inmensa suerte, de salir cinco minutos antes. Cinco minutos. ¿Pero qué fue cinco minutos? Fue bajar nosotros y bajar los tíos del descansillo. No tiene otra explicación. ¡Casi nos llegamos a cruzar!, ¡Casi nos llegamos a cruzar! Fue una cosa de horror. Y luego claro nos fuimos a los hospitales. A las once y medía de la mañana nos fuimos al Doce de Octubre. Estuvimos con Paca Sauquillo. Pobrecilla. Me da pena de ella de pensarlo. ¡Bah! Nos fuimos al Generalísimo Franco, que es como entonces se llamaba el Gregorio Marañón de ahora... Un desastre.

A.C.: ¿Lola (Dolores González Ruiz) no se ha repuesto?

N.M.: Lola, Lola se ha repuesto bastante dentro de lo que cabe. Estuvo mucho tiempo muy jodida y tuvo una anorexia que le duró muchos años. Y yo creo que no es la misma de cómo fue.

N.S.V.: Yo recuerdo de una frase de una entrevista que le hizo Inmaculada de la Fuente cuando Lola cumplió cuarenta años que me impresionó. Decía que “a mis cuarenta años he alcanzado una felicidad plana”. Yo creo que es eso.

N.M.: Sí. Yo creo que se ha estabilizado en una nueva situación... Yo creo que le truncaron la vida y dentro de eso tuvo los reaños de tirar para adelante. Yo creo que los que conocimos a Lola y la amamos no ha vuelto a ser la misma. Eso es bastante inevitable, sobre todo una persona que vivió esa tragedia cuando era muy joven. (Lola fue novia de Enrique Ruano cuando lo mataron.) Me regaló una foto muy bonita del día de la boda de Héctor Maravall. (La saca de una estantería y los cinco nos acercamos para verla.) Mira lo bonita que es la foto. Están los despachos de Atocha y Españoleto fundidos en la foto: Isabel Mateos...

J.S.: ¿Ese eres tú?

N.M.: Ese soy yo. (Nacho empieza a reírse.)

N.S.V.: Esa es Elisa.

N.M.: Esa es Elisa y Charito, su hermana. Luis Ramos, Maribel, Cristina, Manola... Una foto muy singular. Mira la mona que era Lola. (Nacho me hace una seña para aproximarme a la foto.) Una monada, hombre. Una chica muy mona. Mira Javier Sauquillo. Otra putada. La familia Sauquillo ha sufrido mucho. (El hijo mayor de Paca Sauquillo murió en 1998 de forma evitable, víctima de la insolidaridad, la mezquindad y la negligencia, en el Metro madrileño.) Ahí está Silvestre que mataron a su marido en la huelga de la construcción del setenta y uno. (De repente reconoce un rostro más en la foto.) ¡Pero lo peor Pilar del Castillo! Mírala. (Todos los presentes empiezan a reírse.) ¡Ahora es de la célula de éste!

E.L.: Era una mujer de acción que tiraba muchos panfletos.

N.M.: Lo que son las cosas para llevarse un cacho pan a la boca. ¡Muy bonita la foto!

A.C.: ¿Cómo logró Blas Piñar organizar este tringlado?

E.L.: Yo creo que fue el Servicio Secreto de Carrero Blanco. Blas Piñar era fascista, pero seguro que fue el servicio de documentación. Los mismos que organizaron la trama del 23-F.

N.S.V.: Los ejecutores fueron chavales de la ultra-derecha.

N.M.: ¿Qué relación tenía Blas Piñar con el servicio de inteligencia de Carrero Blanco?

E.L.: ¡Coño sí eran ellos! El servicio de inteligencia lo dominaban los piñaristas. Militares piñaristas que fueron los que hicieron la conspiración.

J.S.: El juez de instrucción no nos dejó investigar al personajillo.

A.C.: ¿Cómo se escapó Piñar?

E.L.: No. Piñar no se escapó.

A.C.: ¿Cómo se escapó de la responsabilidad penal?

N.M.: ¡No lo llegaron a procesar!

J.S.: Lo citamos como testigo. Citamos también a Fernández Cuesta. El juez sale de su habitación, le da un abrazo a los dos y se los mete durante una hora para hablar. Le matamos profesionalmente. Menos mal.

A.C.: Eso me recuerda a una cosa. ¿Qué opinión os merece el abrazo que recientemente le dio el alcalde de Toledo a Blas Piñar?

E.L.: ¡Entre fascistas los dos!

N.M.: Ninguna persona decente en Europa le da un abrazo a un gángster, a un facha como Piñar. Ni aquí ni en Italia ni en Francia. Yo respeto las ideologías de todo el mundo. Eso sí.

A.C.: Pasaron cinco meses desde el atentado hasta las elecciones generales del 15 de junio de 1977. ¿Qué valoración tenéis de la actuación del PC durante el proceso constituyente?

N.M.: Tragamos lo que tuvimos que tragar.

J.S.: Era una fuerza clave. Primero por la influencia que tuvo Carrillo sobre Suárez. Fue tremenda. Suárez hizo caso a las cosas que decía Carrillo.

A.C.: Ponme tres o cuatro ejemplos.

J.S.: Desde nuestra legalización Suárez recibía una comisión, que era la comisión de los diez, que eran todas las fuerzas democráticas reunidas en la Platajunta. Se negó a recibir públicamente a Carrillo en esa comisión y desde diciembre del año anterior lo estaba viendo en privado. Se tenía que guardar las formas ante los sectores más duros del gobierno y sin embargo lo veía en privado, teniendo una influencia sobre él tremenda. Suárez tenía un carácter abierto.

N.M.: Yo pienso que los comunistas fueron generosos. Superaron la situación del síndrome de la guerra civil y de la dictadura. Llevaron la peor parte y en el proceso constituyente el Partido Comunista y los militantes dejaron más que las plumas. Acordaros del setenta y seis en el Comité Central se acepta la monarquía.

N.S.V.: No, no, no. A raíz de un viaje de Caribe a Nueva York es cuando se acepta la monarquía.

N.M.: Lo que se refiere Alejandro es que durante el proceso constituyente los comunistas son los más generosos.

A.C.: Aparte de la renuncia a un régimen republicano y a una reclamación de responsabilidades políticas, ¿qué más cedisteis?

N.M.: ¡La iglesia! Aquí no se metió mano en sus asuntos. Aquí están las consecuencias.

N.S.V.: La bandera. En lo que pienso personalmente que no tuvimos que haber cedido en enterrar nuestro pasado como luchadores. El que haya pasado lo que ha pasado con los presos políticos, con el desconocimiento de su historia, no se los haya indemnizado convenientemente los años de cárcel es porque se hizo en aquel momento dejación de todo aquello.

N.M.: Lo que tuvimos que hacer fue un punto y coma histórico para seguir adelante. Y no mirar atrás.

J.S.: No nos comprometimos a sacar nuestras glorias del pasado.

N.S.V.: Os pongo un ejemplo. La revisión del caso de Julián Grimau. Cuando se revisó, el PC no supo dar el do de pecho. Sobre todos nosotros pesaba un excesivo sentido de la responsabilidad política. De no reivindicar lo suficiente la reparación del daño causado por la democracia.

N.M.: La diferencia entre Portugal y España es que en Portugal se derribó a la dictadura. Esa es la verdad.

N.S.V.: No supimos dar a nuestra gente el orgullo reivindicativo propio de los partisanos.

N.M.: Yo creo, Nieves, que fue una consecuencia de la situación política.

J.S.: Lo que importaba era la democracia y no estuvo sobre la mesa hay que indemnizar a los presos políticos. Eso está claro.

N.M.: ¿Qué vamos a hacer?

E.L.: Antes de la Constitución hubo amnistía laboral fue muy contestada por toda la derecha, entre otros entre los magistrados actuales de la derecha, en el Tribunal Constitucional. Por Roberto García Carlos y todos estos.

J.S.: Pablo Castellano dijo “esta amnistía laboral es muy complicada y vamos aprobarla otra vez, ahora sólo vamos aprobar la amnistía política”. Nosotros dijimos “de eso nada y vamos a aprobarla ahora”.

E.L.: Llegó el PC a reivindicar la memoria del exilio y de la represión. El PSOE no reivindica el periodo de lucha anti-franquista claramente porque no estuvieron. El problema es que aquí no hubo ruptura y la ruptura es que todos los funcionarios del estado van a la calle. Aquí todos los funcionarios del estado franquista, todo el aparato represivo, continuaron siendo funcionarios del estado, cobrando sus sueldos y muchos llegaron al Tribunal Supremo; otros llegaron a la cúpula del Ministerio del Interior. Porque no hubo una ruptura. Mira lo que han hecho los americanos en Irak: ¡todo el mundo a la calle! Y en la República Democrática Alemana cuando llegaron los otros, todos los funcionarios comunistas, ¡todos los funcionarios a la calle!

N.M.: ¡Y en Portugal con los Claveles!

N.S.V.: Perdona pero en la República Alemana ha habido procesos a altos funcionarios.

E.L.: ¡Pero la primera medida es que los echan a la calle!

N.S.V.: Aquí no sólo eso, sino que a un torturador como Melitón Manzanas se le impone la Cruz del Mérito Civil. Que es el colmo de que les hayamos dejado hacer eso.

(Enrique mira su reloj: marca las cinco menos diez.)

A.C.: ¿Cuál fue la actitud del resto de los grupos políticos hacia el propio PCE y la constitución durante el proceso?

N.M.: Lo que ha dicho antes Jaime y Nieves. Hubo un intento de marginación al Partido Comunista en el final del setenta y seis y principios del setenta y siete. Eso es verdad. Si el Partido Comunista hubiese sido legalizado, lo seguro es el que el PSOE hubiese participado en las elecciones de junio. Lo que pasa, es que hubo un encuentro mágico político entre dos personajes claves de la transición española, que son Suárez y Carrillo. Algún día escribirán ellos una conversación avanzada. Como Juan Cruz y Jorge Semprún.

A.C.: ¿Qué balance hacen de la constitución como texto jurídico y su desarrollo posterior en estos 25 años?

N.S.V.: Positivo, ¿no Enrique?

J.S.: Ha sido la constitución de la concordia, para que todos viviésemos en paz, con gobiernos de izquierda y derecha, respetada por todos.

N.M.: Es un instrumento jurídico fundamental que en doscientos años ha durado más tiempo. Eso para empezar. Es una herramienta jurídica que parece ha tenido más estabilidad.

N.S.V.: De todas maneras la realidad fue muy difícil de cambiar. Entré en el despacho del metal en el ochenta y uno. Después de Getafe. En el ochenta y dos en una empresa de metal hicieron una huelga y fueron conducidos todos a la Dirección General de Seguridad e interrogados por la brigada anti-GRAPO. ¿Qué los pusieron a todos esa noche en libertad? Por supuesto, pero los detuvieron. La realidad fue cambiando poco a poco. Recuerdo un cartel precioso, que ha desaparecido, que se titulaba “el metalúrgico: la democracia en la empresa”. Fue quizás lo más duro. La reivindicación de los derechos laborales en el seno de la empresa.

A.C.: ¿Cuál fue su aportación a los Pactos de la Moncloa?, ¿Cuáles de sus propósitos quedaron recogidos en el mismo y cuales no?, ¿Cómo reaccionó su electorado?

J.S.: Los Pactos de la Moncloa fue una reacción contra los intentos golpistas. Las fuerzas políticas tenían que contestar con algo y eso fue lo primero que se le ocurrió. Ten en cuenta que estábamos en una situación difícil e intentando funcionar en democracia, con unas elecciones generales que se habían celebrado en junio, y con todas las leyes fundamentales funcionando todavía, menos la electoral. Y todo eso teníamos que ponerlo al día.

N.M.: Además había un 25% de inflación. Tu que erés joven Alejandro, ¿sabes qué significa eso? Que al año siguiente significa que tu poder adquisitivo vale una cuarta parte menos. El 25% era la ruina.

N.S.V.: Yo tengo un recuerdo, ¿no se estableció una especie de Pactos de la Moncloa que tuvo repercusión en la negociación colectiva y había también una subida salarial, no automática con la inflación, pero paralela?

N.M.: La inflación de un 25% exigía una reducción salarial en los convenios. Hubo una resaca. Tenía una parte impopular y su reactivo.

A.C.: (Intento recordar de memoria algunas de las medidas de los Pactos encaminadas a desmantelar las instituciones corporativas: democratización del Banco de España y del Tribunal de Cuentas, la revisión del Código de Justicia Militar, la reorganización del cuerpo de seguridad, la reforma inaplazable del Código militar, la regularización del uso de anti-conceptivos... Procuro averiguar el origen de estas medidas.) ¿La reforma del Código Penal fue incluida entre las peticiones del PCE?, ¿La iniciativa de revisar los códigos militares partieron del Partido Comunista?

J.S.: Ya tenemos un parlamento y una clara voluntad de acabar con las leyes anteriores a través de una serie de medidas. La única ley que no nos pudimos cargar fue la de vagos y maleantes, La Ley de Peligrosidad Social, ¿y sabéis por qué fue? Porque Martín Villa nos pidió “por favor no os cargeis esta ley, dejadnos unos meses”. Nos quedamos sin todo el servicio de confidencias. Y eso es gravísimo para el estado democrático. En base a La ley de peligrosidad social se daba unas atribuciones tremendas a la policía, de ponerte multas, de meterte en la cárcel durante un mes, incluso dos meses a veces, de poderte mandar fuera, de exportarte. Debía ser un entramado de coacciones les daba todos los chivatazos a la policía. Y lo tuvimos que dejar.

A.C.: ¿Y qué medidas aprobaron en los Pactos de la Moncloa?

J.S.: Entre otras la voluntad de entrar en un periodo constitucional. Se cambió La Ley de Asociación, La Ley de Reunión. El último día, cuando la ley de amnistía laboral, está a punto de irse a la mierda los tíos de UCD nos dicen que si la ley de amnistía no se ceñía a lo que ellos pedían se acabaron los Pactos de Moncloa.

A.C.: Esa ley de amnistía, ¿a quien favorecía?

N.M.: ¡La ley de amnistía era para todos!, ¡También para los torturadores! La amnistía supone borrón y cuenta nueva de ahora en adelante. Recuerdo una frase de Carrillo: “esta amnistía es la última”.

J.S.: ¿Qué trascendencia social crees que puede tener? Puede alcanzar a cinco mil personas. Finalmente sesenta mil se acogieron a Ley de Amnistía.

N.S.V.: Y eso a pesar de dos obstáculos bien gordos: uno la propia judicatura laboral que la aplicaba, que era reacia a ella en base a las leyes del movimiento, invocando El fuero de los españoles. No había constitución todavía. Y la otra es la propia letra de la ley que impedía que gran parte de los despidos por motivos políticos, que tenían que haber sido conciliados, eso no eran tenidos en cuenta. Y el trabajador que concilió, salvo que perteneciese a empresas grandes donde hubo acuerdos, se quedó sin amnistía.

J.S.: El abogado del estado empezó a oponerse a La Ley de Amnistía. Yo de repente me encontré con un proceso de amnistía, de un tal Esteban Zeta, se opuso. ¡Hasta aquí podemos llegar! , ¡Qué un abogado del estado se opusiese a una ley aprobada en las cortes! Me fui a ver a Francisco Fernández Ordóñez porque la abogacía del estado se negaba a reconocer la ley. ¡Hay que joderse!

A.C.: ¿Cómo recibió el electorado del PCE algunas de las cesiones?

N.S.V.: Éramos un partido muy disciplinado. ¡Qué quieres que te diga!

N.M.: Yo lo que te puedo decir es el sentimiento del quince de junio del año setenta y siete. Al final de la jornada 17 diputados y el PSOE 124. Yo decía “¡Qué injusticia!, ¿Qué es lo que ha hecho el PSOE por la clase obrera en este país ni por democracia?”. Daban ganas de llorar. Para la del 28 de octubre, que también fue una cabronada como un piano de cola, ya habíamos visto muchas cosas. Estabamos ya hechos a la vida.

(Nacho, Jaime, Enrique y Nieves empiezan a conversar entre ellos sobre los ministros que se presentan en las elecciones en Alemania y Francia. Hablan de Belloch en Zaragoza. Nacho de repente recuerda algo importante.)

N.M.: Por cierto Jaime, ¿es verdad que hasta el Código de Belloch de 1995 no ha estado derogada La ley de peligrosidad social? Hasta antes de ayer, una de las leyes más injustas... (Me mira.). ¿Qué queda?

A.C.: Poco. ¿El actual marco autonómico y su desarrollo hasta hoy ha satisfecho las expectativas iniciales del partido comunista?

N.M.: Yo creo que sí. Menos lo de Euskadi.

N.S.V.: Incluso en algunos casos ha rebasado ese límite. El Partido no era partidario de la misma velocidad para las nacionalidades históricas que las otras autonomías.

J.S.: Yo creo que en Euskadi los bandos se han ido separando más con este gobierno. La mitad del país no le vale el estatuto y la otra mitad no quiere la independencia. O encuentran un lugar intermedio.

A.C.: El proceso autonómico trajo como consecuencia la reacción extrema del ejército, ¿qué recuerdo tenéis del 23-F?, ¿cómo condicionó el golpe a la política posterior y al PC?

E.L.: El proceso autonómico y las libertades.

J.S.: Al PSOE le condicionó muchísimo. Pasó de ser el segundo grupo parlamentario con una influencia tremenda y con unas actitudes radicales a suavizarse por completo y llegar al poder. A responsabilizarse. Felipe González va a los Pactos de la Moncloa diciendo “vengo en contra de toda la opinión de mi ejecutiva. Yo vengo porque pienso que es una responsabilidad y me comprometo a que el PSOE termine aceptando”. Llega el 23 F y se hacen más responsables que la leche. Y a partir de ahí ganan.

A.C.: ¿Cómo se desarrolla la jornada?

N.S.V.: Yo estaba pasando consulta en Getafe con la consulta a tope. La secretaria dijo “hay un golpe de estado y que sólo se queden los asuntos urgentes”. Nadie se movió de la consulta. Luego fuimos y nos concentramos todos los sindicatos en la plaza del ayuntamiento de Getafe y recuerdo la cara del responsable de la casa del pueblo, que la tenía llena de niños de siete a nueve años, todos agrupados. Cuando llegué a casa, y mi marido estaba enfermo, el miedo que me entró que llamé a la sede el partido.

N.M.: Yo me acuerdo que aquella tarde, estábamos en la consulta también, que nos llamaron al despacho. Dijimos a los clientes: “señores se ha acabado la visita”. Cerré el despacho. Y a mi casa. A las doce de la noche me llama Linares, el director de cine, para decirme que el partido le había ordenado concentrarnos en Neptuno. Y me bajé a Neptuno a las doce de la noche. Y hacía un frío de horror. Agárrate tú la petaca. No sé si sabéis, en frente del Hotel Ritz , en el obelisco, es un sitio tradicional de ligue gay. Aunque haga frío la gente le da lo mismo: hacen el francés, lo que haga falta... Aquella noche siguieron haciendo su negocio. Mientras nosotros estábamos mirando cómo se estaba produciendo el golpe de estado, los otros en el obelisco... Bueno, de verdad... Hizo una carga la policía y nos vimos todos en el obelisco. Allí todos seguían con el jolgorio sexual.

N.S.V.: Seguro que alguno aprovechó. Venga, termina.

A.C.: Haced un balance de la actuación de la monarquía durante la transición.

J.S.: Fue esencial su papel.

N.M.: Somos unos monárquicos republicanos y eso nos ha venido bien.

N.S.V.: Yo soy republicana por tanto pienso que la monarquía es nefasta.

E.L.: Los militares eran fascistas y al final se impuso el jefe de ellos, que era Juan Carlos.

A.C.: Balance de la integración en la Comunidad Económica Europea.

N.M.: Yo diez.

N.S.V.: Muy bien la integración porque sabíamos que estaba ligado al movimiento de las libertades.

N.M.: Franco nos separó de Europa durante cuarenta años.

A.C.: De hecho España ha sido el único país que ha entrado en la CEE sin pertenecer en un principio al Consejo de Europa, el cual vela por el respeto de la democracia. Para terminar, ¿podéis hacer un balance general de la Transición en España?

N.M.: Yo creo que aquí se puede vivir en paz y en libertad. Entre medias nos dejaron las plumas. Pero aún están esas sectas religiosas que la Botella tiene... El nivel de vida de los españoles ha aumentado.

N.S.V.: Y las limitaciones las que hemos dicho. Con la propia ley de amnistía que nos dejamos a unos militares allí.

J.S.: Arias Salgado nos dijo que si esos señores volvían al ejército dimiten.

Los cuatro se ven en la necesidad de volver al trabajo y termina la entrevista. Nieves se va por delante con Enrique. Nacho vuelve a su despacho, en el piso de abajo. Jaime Sartorius y yo bajamos en el ascensor. Me despido de él y me voy caminando desde Génova a la Estación de Atocha. La jornada ha sido ampliamente satisfactoria y los entrevistados han puesto todo su interés para la ocasión. Son, como apuntaba al principio de estas líneas, unos supervivientes morales, comprometidos con las ideas en las que creen y que, a pesar de los años transcurridos, siguen peleándose por ellas desde una situación de convivencia democrática. Una situación democrática que ellos mismos desde sus despachos han contribuido a crear. La desinformación y el desconocimiento no deben enterrar su existencia porque estaríamos enterrando una parte fundamental de nuestra experiencia histórica y renegando incluso de una parte de nosotros mismos. A ellos y a los políticos claves de la transición, con excepciones, a sus enormes esfuerzos, les debemos pocos menos que la libertad de votar o negociar libremente un convenio laboral. El monumento inaugurado en la calle Atocha rinde merecido tributo a su figura: forman parte de la Historia de este país y nadie podrá cambiar eso jamás. La muerte de Javier Sauquillo, de Ángel Rodríguez Leal, Luis Javier Benavides y Enrique Valdevira constituye uno de los episodios más significativos de la transición y una de las páginas más negras y cruentas de nuestro pasado.
El impacto de las balas sesgó sus vidas, no así su memoria y su lucha por la libertad. Una memoria que entre todos debemos recordar para futuras generaciones para no caer de nuevo en esos horrores. Porque los reunidos en Vitoria, los Enrique Ruano, Arturo Ruíz, Mari Luz Nájera y los abogados de Atocha no murieron por nada. Emplearon su último aliento para reclamar cambios en la sociedad, para protestar contra la desigualdad y la represión, para ofrecer una alternativa... Víctimas de aquellos que desconocen la palabra tolerancia en su vocabulario, héroes cuyos asesinatos nos hacen fenecer también un poco a todos; hombres y mujeres liquidados por la fuerza del estado y por los resquicios de un régimen ilegítimo y sangriento; todos ellos perduran para siempre en la identidad de una nueva España democrática. Una nación que estará eternamente orgullosa de ellos y su legado. Un país, en definitiva, que jamás los olvidará. No mientras nosotros sigamos con vida. No mientras perviva entre la sociedad el agradecimiento y el interés. Porque hay cosas que no se pueden borrar de nuestro recuerdo.

David Lean: la emoción y el espectáculo.

DAVID LEAN: LA EMOCIÓN Y EL ESPECTÁCULO
Autor: Tomás Fernández Valentí

Para muchos espectadores actuales David Lean era un director que se caracterizaba por su sentido del espectáculo y de la épica; tópico lamentable que condena al autor de la incomparable Pasaje a la India (Passage to India, 1984) a poco menos que un notable paisajista de escenarios naturales.

Esta concepción tan pobre de su filmografía debe ser olvidada. A ello debe contribuir el libro de Ramón Moreno Cantero, publicado en Cátedra, y la reciente aportación del siempre entretenido y riguroso Tomás Fernández Valentí, David Lean: la emoción y el espectáculo. El resultado es admirable: ni más ni menos que un volumen que desentraña todas las claves teóricas de su cine (cf. el símbolo del tren como progreso, afinidad a unos personajes que generalmente logran sus objetivos a costa de ciertas pérdidas; un impresionante sentido de la dirección de actores, un interesante modelo de montaje que ha influido notablemente en directores como Martin Scorsese), sin renunciar a un amplio y bien documentado estudio sobre su formación. Todo ello redondeado con un rico análisis fílmico de cada película y una suculenta colección de anécdotas que perfilan la personalidad de Lean.

Tan estimulante obra atesora claridad expositiva y profundidad (sin recurrir en el lenguaje enladrillado del, por otra parte, recomendable libro de Moreno Cantero), subjetivismo militante, una soberbia iconografía, y un buen baño de ironía y de sentido del humor. Un libro de una riqueza conceptual fuera de toda duda, con una ilimitada capacidad para minar todos los tópicos de la cinefilia, escrito desde la admiración y el entusiasmo y no desde la devoción, pródigo en referencias literarias; magníficamente estructurado, convincente en sus razonamientos y sagaz en sus observaciones.

...Virtudes que quedan enriquecidas con dosis ideológicas insertadas esporádicamente y sin afán de sentar cátedra. Un trabajo con una propuesta teórica de gran alcance sobre lo que debería ser la crítica cinematográfica: algo con la facultad de despertar emociones y que debe ejercerse con profesionalidad y humildad, con miras anchas y sin solemnidad.

En definitiva, David Lean: la emoción y el espectáculo es una vivificante demostración de la sugerente concepción del cine de Valentí, de su capacidad para exaltar su criterio propio con las armas de la razón y la opinión sin perder el respeto a nadie; de su demostrada entereza para escribir sin el miedo al qué dirán, haciendo gala de una insobornable ética profesional, y lo que es mejor aún, de su propia personalidad.

Por ello, en tiempos tan proclives a escribir desde los lugares comunes y el exaltamiento sin matiz, esta obra de madurez, escrita con un cariño y una dedicación muy palpables, no debería pasar por alto en medio de tantos libros sin sustancia que llenan las estanterías de los grandes almacenes en la sección de cine. Mi más absoluta recomendación. Alejandro Cabranes Rubio

Demasiado humano

DEMASIADO HUMANO: LOS ÚLTIMOS DÍAS DE NIETZSCHE
Europa, Europa
Por Alejandro Cabranes Rubio

En vísperas de las elecciones francesas, en las que resultó vencedor Sarkozy, el Teatro Español acogía en su sala pequeña a Demasiado humano. El dato no es gratuito hasta el punto de que manifiesta enormemente la importancia de su representación. En tiempos en los que la apropiación indebida (y mala interpretación) de ciertos discursos políticos, incluso aquellos que abrazan la causa constitucionalista, ver Demasiado humano produce cierta convulsión. Aterroriza saber cómo todavía persisten personajes como el Doctor Moebius (soberbio Rafael Martín), algunos disfrazados con ropajes agradables; otros cómo Sarkozy que no se andan con disimulos: su manifiesto rechazo a los inmigrantes en el suelo patrio, su expeditiva actuación en el pasado invierno durante las revueltas que asolaron París, y su mirada gélida planean sobre Demasiado humano. Y acongoja. Los fantasmas de la vieja Europa nos visitan de nuevo, asestando certeros golpes. Algo en la sombra se mueve y sólo evidencia la bipolarización que de un tiempo a esta parte se ha desatado en la política internacional. No nos habíamos librado de los Mabuse: habían cobrado otras apariencias, pero seguían reclamando progroms que gozaban encima de cierto beneplácito social, como también lo tuvieron los de otras épocas…

Esas sombras en Demasiado humano alcanzan expresiones materiales. Moebius y la hermana de Nietzsche, Elisabeth (Goizalde Núñez humaniza a su represor personaje), quieren impedir que el filósofo acabe su obra so pena de contradecirse de sus antiguas ideas; justificaciones morales para políticas xenófobas. En un momento dado urden su trama y la cortinilla de la sala los oculta, pero ellos siguen hablando: esta brillante idea de puesta en escena refuerza el carácter conspirativo de la escena. Y crecidos, se sientan: a veces sus rostros se reflejan en las sillas de metraquilato triangulares; otras se sientan en ellas y desde allí se enfrentan a sus enemigos, a quienes tratan como súbditos (una percepción que se tiene al contemplar dos sillas mirando a otra en dirección opuesta en el escenario). Es su habitat natural.

De esta manera, el director Mikel Gómez de Segura establece dos espacios: el exterior y el interior. El primero está poblado por Nietzsche (conmovedor Alfonso Torregrosa) y su cuidadora, Alvina (una extraordinaria Elisenda Ribas, quien irradia humanidad a su personaje, dotándole de una bondad matizada). En él prevalece la oscuridad debido a la enfermedad del autor de Así habló Zaratustra: la luz le puede provocar un nuevo ataque epiléptico. Frente a su pureza y desnudez formal (sólo hay una mesa), en el espacio interior se dirimen asuntos turbios, estratagemas: de ahí que las sillas que lo decoran sean angulosas. En él Moebius camina alrededor de Elisabeth, duplicando su imagen en la silla: su manera de dar la vuelta mientras la convence de sus argucias insinúa la capacidad de persuasión del villano y que éste sólo da vueltas alrededor de una misma cosa, un único objetivo.

Esa dualidad revierte tanto a la dramaturgia como a la misma puesta en escena. Por un lado los defensores de Nietzsche, su amigo Overbeck (Eduardo MacGregor) y su alumna Lou Andreas (Susana Hernáiz) traman sus estrategias en ese espacio exterior y no dudan a la hora en valerse de argucias propias de sus enemigos: los actores saben transmitir la inteligencia de ambos personajes, expresar sus contradicciones (Overbeck a pesar de ser admirador de Nietzsche es catedrático de teología), sus ilusiones (a ello contribuye sobremanera el momento en el que Lou se pone de pie sobre una de las sillas: es decir en un objeto relacionado íntimamente con Moebius)…

Entre ambos grupos se sitúa el juez Hartman (el siempre eficaz Txema Blasco), alguien con sus propios principios, pero que se deja corromper por unos y por otros a la hora de dictaminar sobre la capacidad de Nietzsche. Y esa lucha interna entre dos mundos queda muy bien definida en dos momentos consecutivos, en los que Lou visita a su profesor. En el primero la sala queda oscurecida del todo de tal manera que el último instante de felicidad real de Nietzsche queda vinculado con su sosiego: en cuanto Lou confiesa que se casó y enviudó vuelve la luz, y con ella el tormento de quien escribió El crepúsculo de los dioses. La visita se ve interrumpida por Moebius y Lou debe esconderse: para ello atraviesa las cortinas que separan el espacio interior del exterior…

Ese viaje concluye con el pesimismo presumible: con ciertos matices los Moebius seguirán actuando a sus anchas: el cruel empleo de las voces del Coro del Conservatorio de la Coral de Bilbao; las miradas expectantes de todos los personajes (que han transportado hasta lo más profundo del escenario) sobre el agonizante Nietzsche y la Alvina producen cuanto menos un estrecimiento en el espectador. Como aquel que este servidor sintió el día que Sarkozy ganó las elecciones

Diarios de un escándalo

DIARIOS DE UN ESCÁNDALO
Cristales empañados
Por Alejandro Cabranes Rubio

Hay un detalle que define muy bien esta película llamada Diario de un escándalo (Notes On a Scandal, 2006), y que versa en torno a la profesora de historia Bárbara (una antológica Judi Dench), enamorada de otra docente (Sheba: notable Cate Blanchett), una mujer casada y que mantiene una aventura con un alumno (Steven: eficaz Andrew Simpson). Ese detalle al que me refiero tiene lugar en sus primeros minutos, cuando Sheba habla animosamente con Barbara en su estudio, y empieza a describir su vida matrimonial marcada por la diferencia de edad con su marido Richard (estupendo Bill Nighy) y el nacimiento de su hijo con síndrome de Down. Sheba encuentra una amiga entre el profesorado. En ese momento, el realizador Richard Eyre se aleja de la casa y sitúa la cámara fuera de la misma, encuadrando a ambas mujeres a través de un ventanal empañado por la lluvia. Una bonita forma de sugerir que la relación entre las dos también se ve de cierto modo “empañada” y yendo aún más lejos todas las que establecen entre los diferentes personajes de la película; todos ellos seres que se caracterizan por adaptar la realidad a sus ojos, distorsionándola, en suma “empañándola”… Otra idea visual simétrica a la anterior no deja lugar a dudas: la angustiosa situación que atraviesa Sheba mientras dura su “rollo” con Steven queda muy bien definida en el plano en el que vemos reflejado a la joven docente en los azulejos del colegio y que nos devuelven una imagen borrosa de ella.

Así vista, Diario de un escándalo podría tener más de un punto en contacto con La pianista (Michael Haneke, 2001): un retrato de una mujer con una patología sexual con el fondo de una sociedad puritana en la que aparece haberse instalado la locura… Haneke gozaba de un espléndido planteamiento, pero un exceso de retórica le terminaba gastando una mala pasada, subrayando lo obvio y sobre todo deshumanizando a su protagonista… Escenas como el encuentro entre ésta y un joven alumno suyo en un sex-shop (que da pie a una risible conversación en una de las clases) o aquella en la que la profesora intenta hacerlo…con su madre; por no hablar de determinadas situaciones alargadas en demasía (como en la que se inflingía daño en su aparato genital con una orquilla) descompensaban la estructura de la cinta…

Más por fortuna, Diario de un escándalo no cae en esos errores porque sus personajes actúan de manera equivocada, pero tienen un punto de vulnerabilidad que hacen comprensible su conducta, incluso cuando ésta resulta estúpida como en el caso de Sheba. Barbara acosa a la joven profesora de arte y aprovecha el hecho de que conoce su secreto; pero en el fondo es una víctima de su propia represión sexual. Su desequilibrio ha potenciado una conducta que ha provocado que sus antiguas amigas incluso soliciten una orden de alejamiento… Su amor a su gata o la forma de estampar estrellitas en su diario para señalar que “ha tenido un día bueno” hacen de ella un ser humano, frágil y a su vez duro.

Lo mejor de tan espléndido esbozo sobre su persona es que adquiere fuerza por la manera de trasladarlo a imágenes precisas. Las secuencias en las que la cámara parece espiar a Sheba mientras esta vigila el patio del colegio; los primeros planos de partes del cuerpo de ésta que transmiten el sentimiento de fascinación que siente Barbara; el primer plano de la protagonista escribiendo su diario subrayando la importancia emocional que para ella tiene esa actividad; su imagen duplicada en un espejo que evidencia la felicidad que le reporta la llegada de Sheba a su vida; o el mimo que demuestra Richard Eyre en recoger determinados detalles (cf. la forma en la que Barbara toca un pelo que se ha caído de la cabellera de Sheba) dan parte del rigor con el que está concebida esta película. Por más que el guión de Patrick Marber brille a gran altura en su descripción psicológica, lo cierto es que Eyre sabe conferirle espesor… Pienso por ejemplo en el contraste entre las observaciones de Barbara (vía voz en off) y lo que realmente siente: así ocurre cuando desaprueba los bailes familiares a los que se entrega la familia de Sheba y la cámara filma en primer plano las caderas de esta moviéndose para deleite de la protagonista. Desde Breve encuentro –la memorable cinta de David Lean- no he encontrado en una película un empleo tan sutil de ese recurso.

Hemos llegado a un punto particularmente interesante: Diario de un escándalo asume con buen criterio las formas y acervos temáticos del autor de la incomparable Pasaje a La India (1984)… Ya no sólo en una forma de filmar que describe el sentir de los personajes o en ese mencionado uso de la voz en off, sino incluso su preferencia por retratar a personajes que obtienen lo que quieren pagando un precio por ello (Sheba escapa de su rutina conyugal pero su aventura le costará caro) sin dejar a un lado los condicionamientos psicológicos que les impone la sociedad en la que la viven y los que ellos mismos se plantean. Las semejanzas no acaban allí. Como en Madelaine (1950) el decorado adquiere una importancia sentimental. El travelling que acompaña a Bárbara por primera vez hasta el timbre de la puerta de su casa contagia la alegría que le reporta la visita. El beso entre Andrew y Sheba escondidos en un lado de la escalera oculto parece aún más clandestino de lo que es…aún mucho más que su primer encuentro sexual al lado de una vía ferroviaria: el sonido de la locomotora, también como en el cine de Lean, señala que Sheba a partir de entonces llevará otro tren de vida…

Como hemos visto, Diario de un escándalo recupera no pocos procedimientos narrativos del cine de un hombre al que se deben películas tan fascinantes como La hija de Ryan o Cadenas rotas… La labor tras las cámaras siempre potencia lo impresionista sobre lo objetivo. No me resisto a mencionar varios ejemplos: el plano de Barbara desnuda en su bañera repleta de agua mientras reflexiona sobre cómo la soledad gotea literalmente sobre su vida; el momento en el que Sheba pisa una de las estrellas de Barbara (que anticipa el fin de su amistad); la panorámica que va desde las manos unidas de las dos mujeres hasta el rostro de uno de ellas simbolizando la sensación de liberación que experimenta Sheba cuando Barbara le comunica que hará la vista gorda; el plano de Sheba en un coche, enjaulada desde diversos puntos de vista… Dos de ellos merecen comentario aparte: el extraordinario inserto de un camión que anuncia unos donuts empleando la palabra “Happy” en el eslogan y que se convierte en un comentario francamente amargo sobre una pelea que tendrá lugar pocos momentos después; y la genial secuencia en la que el hijo de Sheba disfrazado de mago apunta con su varita a Barbara…como si quisiese hacerla desaparecer…

Por todos estos motivos Diarios de un escándalo merece ser vista: resulta admirable su forma de reflejar la hipocresía de la sociedad actual (representada en Richard, incapaz de entender que Sheba se fije en alguien veinte años menor que ella), retratar con precisión a los caracteres femeninos (a pesar de su estupidez, Sheba es un personaje dramáticamente creíble), beneficiar a algunas secuencias con una gran dirección de actores (como en la que Sheba toca la cabeza de Steven; o en la que éste y Barbara se enfrentan en la entrada de la casa de la vieja profesora)… Al revés que el anterior trabajo de Scott Rudin como productor, Las horas, la película supone una feroz diatriba contra el puritanismo, sin por ello presentar a sus protagonistas como unas meras víctimas quejumbrosas y sin forzar el desarrollo de la historia de forma artificial… Sólo recupera de aquella, la música de Philip Glass, demasiado machacona en sus intentos de conferir la sensación de agobio al espectador, superponiéndose en demasiadas ocasiones a las propias imágenes… Para esa labor, quizás hubiesen sido más eficaces compositores como Richard Robbins, Richard Rodney Bennet o Elliot Goldenthal… En todo caso, una muy buena aproximación a una sociedad empañada por su cobardía, por las mentiras y los intereses ocultos.

¿Dónde estás Ulalume, donde estás?

¿DÓNDE ESTÁS ULALUME, DONDE ESTÁS?
El poeta y la creación
POR ALEJANDRO CABRANES RUBIO

En su penúltimo montaje Juan Carlos Pérez de la Fuente, El león en invierno (2007), abandonaba a Enrique II Plantaganet y Leonor de Aquitania decididos a proseguir con su pugna interna y mutua destrucción mientras en la sala se escuchaba Adestes Fideles. Y en el antepenúltimo, El mágico prodigioso (2006), Cipriano a pesar de haber vencido a sus demonios interiores –y tras haberse dejado masajearse por el diablo mientras su víctima permanecía tumbada en forma de cruz- pagaba con la vida su osadía. En ambos casos, se observa un mundo en destrucción, en el que se suceden luchas internas y externas que dan como resultado la aniquilación inmediata o prolongada.

Por todo ello sin duda quizás era el director más adecuada para afrontar el texto de Alfonso Sastre, ¿Dónde estás Ulalume, donde estás?, y que narra el viaje hacia la muerte del escritor Edgar Alan Poe (Chete Lera). Sastre, Pérez de la Fuente y Lera nos brindan el retrato de un hombre alcoholizado, traumatizado por la muerte de sus seres queridos; al borde de la miseria económica, perdido en una ciudad que no es la suya y en la que deambula en estado de embriaguez; encerrado en sus propios miedos que lo corroen por dentro. A su encuentro salen personajes que, como él, viven otras clases de miserias: un marinero que mató a su mujer por ponerle los cuernos, un enfermo huido del manicomnio, ruidosas damas que animan a sus ciudadanos a “participar en la fiesta de la democracia”, revisoras del tren sin un ápice de humanidad… Con un paisaje humano tan terrorífico como los propios cuentos de Poe, la obra se podría definir como una alucinada pesadilla en la que cada paraje posee más fuerza que el anterior.

A ello contribuye el trabajo de los actores (me es imposible no hacer una mención especial a un extraordinario Camilo Rodríguez) y una puesta en escena siempre atenta a los sentimientos y estados alterados de la conciencia de Poe. En El mágico prodigioso Pérez de la Fuente incrementaba y disminuía el espacio escénico mientras que en El león en invierno apostaba fuertemente por la jerarquía visual y la contraposición de los personajes. En esta ocasión describe un mundo entre tinieblas, el del poeta y sus demonios. Ya en la primera escena lo separa en la tabla de su amada Elmira (Zutoia Alarcia) –a modo de premonitorio adiós definitivo- antes de embarcar hacia Baltimore. Al llegar a su ciudad natal el va resolviendo a sus papeles mientras en la otra mitad de la escena Elmira sigue despidiendo, no sólo insinuando el fracaso de la visita del poeta en la ciudad, sino –sobre todo- sugiriendo que si éste se encuentra allí es para solucionar sus asuntos y poder llevar una vida con ella. El hecho de ser una persona distinta en un mundo que no conoce, y en el que los demás parecen no comprenderlo, sumen a Poe en el sueño de la desesperación, ayudado con la ingesta del alcohol. Pérez de la Fuente potencia dramáticamente sus resacas al obligar a los otros personajes a estampar sellos en los papeles una y otra vez –resonando en los oidos del escritor- o a decir las mismas frases –en concreto las que conciernen a la propaganda electoral de Baltimore- machaconamente: incluso la alegre música festiva de la ciudad viene a recrudecer la sensación de ahogo existencial del protagonista. Inmerso en sus tinieblas interiores, Poe queda literalmente cegado por las luces de las calles que lo acosan en las tristes tabernas donde va bebiendo una y otra copa.

Esa iconografía casi tétrica envuelve un catálogo de intenciones: no hay mejor manera de hablarnos sobre la personalidad de Poe que llevando a la práctica sus enseñanzas literarias. En ese sentido podríamos decir que ofrece un algo más que La mujer de negro, donde hay una exhaustiva digresión sobre cómo se puede contar una historia en teatro –y felizmente posible por un insuperable Emilio Gutiérrez Caba y por un buen manejo de la iluminación y sonido- pero no, como aquí, un retrato humano que eleve el resultado final. El ruido de la lluvia, la sirena del muelle están contemplados más como unos sonidos anímicos que como los sonidos reales de acciones concretas: son, sobre todo, una prolongación (e incluso creación) de Poe. Y de esa manera, como en El mágico prodigioso o El león en invierno, Pérez de la Fuente nos entrega otro montaje sobre unas almas a las espera de su muerte, mal heridas en su interior, y que al enfrentarse al brillo que despiertan ciertas promesas/ ambiciones/ entornos (en este caso la atmósfera de la jornada electoral) sólo saben relucir sus propias penumbras y tinieblas.